Un mausoleo. Dos niveles. En el inferior un esqueleto de 5.000 años de antigüedad, enterrado en algún momento entre los siglos XXI y XXVIII a.C. A su alrededor, un ajuar compuesto, entre otras cosas, por un colmillo de elefante africano, una daga de sílex lítica con una empuñadura de ámbar del Báltico y platos de cerámica de borde almendrado. En el nivel superior, construido un tiempo -indeterminado- después, otro ajuar que sirve de ofrenda al cuerpo enterrado, compuesto por otro colmillo de elefante (en este caso asiático y decorado), otra daga de cristal de roca con empuñadura de marfil y más platos.
En 2007, cuando se descubrió esta tumba en Valencina de la Concepción (Sevilla) ya se supo que era un hallazgo único. Ubicada en un yacimiento de más de 400 hectáreas, el más grande de la Edad del Cobre en la Península Ibérica, destacaba sobremanera por encima del resto. Hasta ahora se pensaba que los restos que albergaba habían pertenecido a un varón. Algo que un estudio antropológico pareció confirmar, y que cuadraba con la idea de que la extraordinaria tumba y los tesoros que la rodeaban debían rendir homenaje a una persona de gran importancia e influencia. A un líder. Un puesto históricamente reservado para los hombres. Pero no fue así.
Ahora, una nueva investigación conjunta entre la Universidad de Sevilla y la Universidad de Viena ha conseguido demostrar a partir de una novedosa técnica, que utiliza los péptidos presentes en el esmalte dental, que los restos ubicados en el interior del impresionante monumento funerario pertenecieron a una mujer. Una lideresa que lo fue por méritos propios.
"En esa época no existía una sociedad de clases. Lo sabemos gracias a los enterramientos infantiles, que son uno de los indicadores arqueológicos que se utilizan más frecuentemente para saberlo", explica la arqueóloga Marta Cintas-Peña, que ha dirigido el estudio. El método es sencillo: si en las tumbas de los niños pequeños se hallan grandes ajuares significa que esa persona, que por su corta edad no había tenido tiempo suficiente de merecer todo eso, pertenecía a una familia acomodada y le había venido todo dado por su herencia familiar. Pero en la Edad del Cobre no era así. No hay tumbas de infantes rodeadas de tesoros. Sólo quienes se lo habían ganado en vida lo recibían cuando les llegaba la muerte.
Todo apunta a que la Dama de Marfil, como ya se le ha bautizado, fue la persona de más estatus de su época. El equipo de Cintas-Peña realizó un estudio comparativo con datos de 1.723 individuos de 21 yacimientos distintos de la Edad del Cobre. Analizaron desde múltiples perspectivas todas las tumbas, y el diagnóstico fue claro. "La tumba de la Dama de Marfil es la que más destaca de toda la Península Ibérica, y me atrevería a decir también que de toda Europa occidental dentro de este periodo", sostiene la experta.
Sólo hay otra tumba que se le puede comparar en términos de riqueza, de objetos singulares y materias primas exóticas. Y está ubicada a 80 metros del sepulcro de la Dama. Se trata de otra construcción funeraria, conocida como Tholos de Montelirio, donde se enterró a 20 individuos de los cuales 15, según un estudio antropológico estándar, son mujeres. Los cinco restantes son, por ahora, indeterminados.
Esto quiere decir que no hay ninguna tumba similar construida para un varón. Algo que obliga a replantearse el papel que jugaban las mujeres en la época. Sin embargo, para confirmar este cambio de paradigma sería necesario analizar los 20 cuerpos que se hallaron en el Tholos de Montelirio con el mismo método con el que se ha determinado ahora el sexo de la Dama de Marfil. Algo que los científicos ya han intentado, pero ha sido por el momento imposible. Y es que los restos humanos de los 20 individuos se encuentran en el Museo Arqueológico de Sevilla, que lleva cerrado por obras desde 2019.
Esmalte dental
Hasta ahora se pensaba que la Dama de Marfil era un hombre porque el estudio antropológico que se hizo en su momento sobre los huesos, siguiendo métodos estándar de antropología física, estimó que el individuo era probablemente de sexo masculino a partir de una serie de rasgos anatómicos. No obstante, los antropólogas físicas que estuvieron a cargo de ese trabajo aclararon que no podía saberse al 100%, porque la preservación del esqueleto no era buena.
Dieciséis años después de que la tumba se descubriera, el nuevo estudio ha utilizado los péptidos presentes en el esmalte dental del cuerpo para desmentir el anterior método y, de paso, también a la historia. "Es una técnica muy novedosa que se está aplicando recientemente a los restos óseos del pasado, y que lo que hace es determinar el sexo cromosómico. Es decir, sabemos el sexo biológico. Es lo mismo que hace el ADN, pero tiene la ventaja de que no hay tantos problemas de contaminación en las muestras", afirma Cintas-Peña.
Los dientes se enviaron a la Universidad de Viena para analizarse. Y a tenor de lo que cuenta Cintas-Peña, la respuesta que recibieron pilló a contrapié incluso a los propios arqueólogos: "Cuando nos dieron los resultados nos llevamos una sorpresa, porque lo que pretendíamos era confirmar que el sexo de esta persona era masculino. De hecho, decidimos mandar una segunda pieza dental a analizar, y de nuevo confirmó que era un individuo femenino".
Una tumba única
En el sector del yacimiento donde se encontró la tumba de la Dama de Marfil hay alrededor de 60 tumbas más. Pero la suya destacaba sobre el resto. Primero, porque era megalítica y constaba de una doble cámara. Segundo, porque era individual, en una época donde lo más habitual era que los enterramientos fueran colectivos. Y tercero, porque se encuentra en el centro del terreno. A su alrededor dejaron un "área de respeto" de unos 35 metros, donde en los 200 años que duró la actividad funeraria no se construyó nada ni se enterró a nadie más.
"Este resultado es una oportunidad para repensar algunos modelos de desarrollo de la complejidad social, en los que la explicación siempre pasa por la existencia de un líder que en el 99,9% de los casos es un hombre. Hay que abrir un poco la mente a posibilidades distintas, porque quizá en la prehistoria no fue siempre así. Quizás había situaciones en las que las mujeres también fueron líderes", señala Cintas-Peña, que apunta a que aún existen muchos sesgos en las interpretaciones y visiones androcéntricas que dan por sentado, por ejemplo, que un esqueleto enterrado con los lujos de la Dama de Marfil tiene que ser de un hombre, cuando no había "elementos objetivos para asegurarlo".
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