El fenómeno Barbie ha desbordado todas las expectativas habidas y por haber. Una especie de histeria colectiva se ha adueñado de todo el mundo, dividiéndolo entre aquellos que este 20 de julio correrán a ver la última de Nolan (Oppenheimer), o los que no se perderán esta original distopía con la muñeca de Mattel como protagonista. Esta espectacular campaña de marketing ha sido capaz de convertir la película en un éxito fulminante, antes incluso de su estreno. Lo curioso de todo esto es que detrás de una producción de tales dimensiones se encuentra uno de los nombres más destacados del cine independiente, Greta Gerwig (Sacramento, California, 1983). La actriz y directora estadounidense ha sido la encargada de llevar a la gran pantalla esta historia sobre la mítica muñeca, desempolvando su imagen y dándole una nueva vida a la rubia más famosa del mundo.
Comienzos en el cine indie
Gerwig comenzó su carrera en el Mumblecore, un subgénero donde la limitación de un bajo presupuesto trataba de ser contrarrestada por la libertad interpretativa, argumentativa y formal de sus cintas. Este tipo de cine se centra en las relaciones personales de sus personajes, jóvenes de entre 20 y 30 años con predisposición a vivir crisis existenciales en la cotidianeidad de sus casas. En este subgénero de tramas inacabadas y realismo experimental, Gerwig se hizo un nombre trabajando con directores como Joe Swanberg o Noah Baumbach, con quien empezó un idilio creativo y amoroso en 2011, que dura hasta hoy.
Baumbach y Gerwig trabajaron juntos por primera vez en Greenberg (2010), pero fue en Frances Ha (2012) donde pudimos ver el verdadero talento de este dúo de cineastas. Una historia coescrita por ambos capaz de reflejar las contradicciones de una juventud alérgica a las decisiones trascendentales, contada desde la sencillez, la pausa y la ternura.
Nominación al Oscar con Lady Bird y consolidación con Mujercitas
En 2017, Gerwig se estrenó en la dirección en solitario con Lady Bird, una película de tintes autobiográficos con la que llegó a optar a cinco Oscars, entre los que se incluían el de mejor película y mejor directora. Esta cinta sobre la difícil relación de una adolescente con la vida recoge algunas de las señas de identidad de su cine: sensibilidad, humor y un guion exquisitamente trabajado que fluye con naturalidad.
Dos años después, la cineasta californiana firmó Mujercitas, su primer trabajo para una gran productora (Sony). Aunque en un principio, Gerwig no figuraba en la lista de candidatos, desde que se enteró del proyecto en 2015 hizo todo lo posible para formar parte de él. Acabó siendo la encargada de escribir y dirigir esta reedición cinematográfica sobre la novela de Louisa May Alcott, en lo que fue un homenaje al libro que "la inspiró a convertirse en escritora y directora".
El film logró actualizar un clásico y repetir el éxito de sus versiones anteriores, con seis nominaciones a los Oscar, incluyendo mejor película y mejor guion adaptado y ganando el de mejor vestuario.
Las películas de Gerwig conservan esa ligereza naturalista del Mumblecore, sus personajes viven en una búsqueda algo amarga pero igualmente liberadora de un lugar en el mundo. Sin embargo, se guarda en su sencillez el respeto por la libertad de sus personajes a la hora de elegir su camino, a pesar de los continuos tropiezos y desvaríos que comenten.
El paso al mainstream con el fenómeno Barbie y la Narnia de Netflix
Lo que pareció un capricho personal con Mujercitas, no fue más que el inicio de una fructuosa asociación entre la cineasta californiana y las grandes productores de cine. Mattel quería ver a su juguete estrella en la gran pantalla y, aparte de contar con elenco de gala (Margot Robbie y Ryan Gosling), una de las razones por las que todo el mundo puso sus esperanzas en esta película fue la elección de Greta Gerwig como directora. Este cruce entre un producto eminentemente mainstream, visto a través de la cámara de una de las mayores representantes del cine independiente, está hecho para agradar a todo tipo de público.
Barbie cuenta con todos los ingredientes con los que últimamente la industria aspira a lograr un éxito seguro: nostalgia millenial, protagonistas carismáticos y una gran marca a sus espaldas. Pero la dirección de la autora de Lady Bird y un guion coescrito junto a Noah Baumbach aportan la frescura y la originalidad que pueden marcar la diferencia en una película así. Precisamente este filme vuelve sobre los temas recurrentes en la obra de Gerwig: la búsqueda del autoconocimiento y la dificultad para encajar en los estándares sociales, todo ello con una base de humor y levedad, que se complementan muy bien con los excesos rosados de una marca como Barbie.
Quizá sea esta equilibrada mezcla la razón por la que la carrera de Gerwig no para de sumar proyectos de corte mainstream a su agenda. Y es que, hace apenas unas semanas, trascendió la noticia de que Netflix pondría en sus manos la reedición cinematográfica de Las Crónicas de Narnia, confirmando esta tendencia para alinear su nombre, junto a superproducciones comerciales. Tras unas discretas cifras en sus grandes apuestas en la gran pantalla, las productoras han decidido optar por otras formas de entender el cine y recuperar así el tirón de una industria en crisis.
Solo el tiempo dirá si esta estrategia, que tan bien le ha funcionado al fenómeno Barbie, termina afianzándose y el ejemplo de Gerwig marca el inicio de un nuevo concepto de cine comercial.
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