Unquera es un lugar de encrucijada y frontera. La frontera, entre Asturias y Cantabria, la marca el río Deva, que baja desde Fuente Dé pasando por Potes y el desfiladero de La Hermida para desembocar en la preciosa playa de Pechón, una de tantas playas cántabras y cantábricas que desaparecen con la pleamar. Un poco antes, la ría de Tina Mayor propicia un singular paisaje, una llanura aluvial donde hay un campo de fútbol rodeado de ganado y que cuando sube la marea parece flotar. Y donde antes había una extensión de juncos que en la fabla local se llamaba junquera y que ha derivado en Unquera. Curioso este hermanamiento toponímico del primer pueblo de Cantabria y el último de Cataluña antes de llegar a Francia por el paso de El Pertús.
A comienzos de los años cincuenta, Manuel Canal ensayó en su obrador una modalidad de hojaldre ligero, sin relleno, con un espeso glaseado rematado con almendras
Unquera también es encrucijada. Allí la N-631, que llega desde León atravesando los Picos de Europa, confluye en la vieja Nacional 634 que recorre la cornisa cantábrica desde Santiago de Compostela hasta San Sebastián, hoy superada por la Autovía del Cantábrico. Puerta occidental para llegar al primer parque nacional español y parada y fonda entre Asturias y Santander, la localidad cántabra perteneciente al municipio de Val de San Vicente es desde mediados del XIX un cruce de caminos indiscutible.
Hoy se puede volar por la autovía de este a oeste y viceversa sin reparar en Unquera, pero antes había que pasar obligatoriamente por el pueblo, construido a ambos lados de la carretera general de la que vivía prestando servicios al viajero. Repostar, pernoctar, reponer fuerzas. En ese contexto nacieron en una repostería local, Casa Canal, las hoy nacionalmente conocidas corbatas de Unquera, dulce de carretera por excelencia.
Sencilla, reconocible, brillante
A comienzos de los años cincuenta, su fundador y propietario, Manuel Canal, ensayó en su obrador una modalidad de hojaldre ligero, sin relleno, con un espeso glaseado de azúcar rematado con almendras picadas. Y con un arabesco caprichoso en uno de sus extremos, resultante de retorcer la masa antes de hornearla, que le da la apariencia de una corbata, tal y como advirtió su padre, ideólogo del nombre.
Sencillas y reconocibles como las ideas más brillantes, las corbatas no tienen ingredientes que viajen mal, lo que las hace ideales para llevar y traer como obsequio vacacional. La ubicación estratégica de Unquera hizo el resto. En poco tiempo se corrió la voz gracias a la capilaridad de la red de carreteras. Primero a toda Cantabria y a Asturias, tierra tan exigente en materia repostera. Después al resto de España. Enseguida surgieron otros obradores en el pueblo para satisfacer la demanda creciente. Hoy son cinco –Casa Canal y la escisión familiar, Río Deva, Sanbar, Royal y Junco Pindal– los que se dedican a la producción de las corbatas con nudos diversos –en el extremo o en el centro–. Con la particularidad de que el último de ellos, Junco Pidal, el más grande, el que produce cerca de cuatro millones de corbatas al año, no es cántabro sino asturiano. Una circunstancia que excita el celo identitario de más de uno.
La saga Junco
A mediados de los cincuenta, casi al mismo tiempo que Manuel Canal inventaba la corbata en Unquera, el matrimonio formado por Carmen Lamadrid y Luis Junco montaba a pocos kilómetros, en la aldea asturiana de El Peral, una casa de comidas para alimentar a los peones que trabajaban en las obras de la misma carretera general. Aquel negocio fue creciendo, y con los años Carmen y Luis montaron un hotel restaurante de mayor entidad, Casa Junco.
Veinticinco años después, los Junco tomaron una decisión que cambiaría el destino de la familia: en 1981 adquirieron en Unquera la propiedad de dos cafeterías a pie de carretera, Pindal 1 y 2, y de su obrador de corbatas. Será el hijo de Carmen y Luis, José Luis Junco, quien se ocupe de esta nueva división del negocio al otro lado de la frontera. Con el tiempo, José Luis incluso montó allí una discoteca, Lis –y presidió un equipo ciclista que hoy lleva su apellido–, pero sobre todo hizo crecer y prosperar en torno a las corbatas un negocio que hoy gestiona la tercera generación de la familia y que da trabajo a 70 personas. El grupo Junco es el primer empleador del concejo de Ribadedeva, y recientemente ha vuelto a El Peral con una flamante estación de servicio al pie de la nueva autovía. "Hemos ido a buscar a los clientes", declaraba el año pasado a La Nueva España el actual director financiero de la empresa, Tino Roiz Junco.
Corbatas: la experiencia
La moderna estación de servicio de El Peral ofrece una experiencia aséptica y bien iluminada. Pero sigue mereciendo la pena parar en Pindal 2, en la vía de servicio de Unquera. Porque a pocos metros hay una gasolinera low cost que alivia las estrecheces del bolsillo. Y porque entrar en esa cafetería latifundio preparada para la llegada simultánea de varios autobuses, con expositores de suvenires que nadie comprará y centenares de platillos de café alineados sobre la barra, es algo digno de ser vivido. Cuando el viajero llega a la barra y pide un cortado y una corbata, el eficiente camarero pone a disposición del cliente, antes de volverse hacia la cafetera, un plato lleno de corbatas. Se cobrarán las que se consuman. Como alternativa también ofrecen palmeritas, bastante deliciosas. Y para llevar, en un mostrador aparte, además de las cajas de corbatas –clásicas, con chocolate, con chocolate con leche, con chocolate blanco–, unas palmeras gigantes con una superficie suficiente para bailar un chotis.
Hoy, los más exquisitos buscan el mejor hojaldre del momento un poco más allá, en Las hijas de Pedro, de Cabezón de la Sal –ya con sucursal en Madrid, Estela Hojaldre–. Pero las corbatas de Unquera siguen siendo un peaje ineludible antes o después de cruzar la frontera asturcántabra en una dirección u otra. Un viaje para el cual siempre hay razones de sobra.
Desde Unquera, salvando a pie el viejo puente de la general en dirección a Asturias, se llega a Bustio, el primer pueblo de Asturias, y a Casa Seín, uno de los mejores restaurantes de pescado de la zona. Y templo de la angula en temporada. Pero esa es otra historia.
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hace 1 año
Espero que tanto en este artículo como en el Guarroman, se haya documentado mejor.
En lo referente a lo Miguelitos de La Roda, si cree usted que incluir con calzador el nombre de Manuel Blanco en un texto, en el que siguen apareciendo contenidos como «La Moderna fundada en 1.925 es el lugar en el que nacieron» y «En dos años la confitería que los inventó cumple 100 años», va a arreglar su artículo creo que se equivoca, y creo que este artículo, merece una rectificación en toda regla.
Le remití tres documentos en los que consta un pequeño resumen con datos de Manuel Blanco, de la revista local «La Miliaria», otro con la vida de Miguel Ramírez «Miguelito», del cronista oficial de la villa de La Roda, donde se cuenta de primera mano por Miguel como ocurrió todo, y nada tiene que ver con sus las invenciones (que seguramente le relataron) escritas por usted, y a las que me refería en el anterior comentario. Y por último, el registro de marca (hay que saber distinguir entre patente y marca) que yo obtuve, y al que renuncié para que se registrara a nombre del Ayuntamiento a fin de que cualquiera pueda fabricar Miguelitos con esa marca en la localidad de La Roda.
Usted ya no me ha contestado al correo en el que indicaba todas las invenciones de su artículo con lo cual ya las tienes aclaradas.
Como ya le dije, nadie de mi familia se dedica al bonito oficio de Pastelero, pero la verdad es la verdad, y la historia es la que es, no la que nos cuentan y se reescribe sin contrastar mínimamente. Lo único que me mueve es la memoria de mi padre y que está de sobra reconocida.
Sigo esperando su rectificación