Hace mucho tiempo que el prestigio del flamenco ha trascendido su carácter popular y folclórico para ser tratado como un arte universal, capaz de honrar la tradición y marcar el camino hacia la vanguardia. Su inclusión de pleno derecho en los circuitos internacionales se debe a que sus artistas han sido capaces de abanderar, en cada lugar que han visitado, que no hace falta entenderlo para sentirlo.
Eva Yerbabuena (Fráncfort, Alemania, 1970) es una de las responsables de que hoy en día podamos hablar del flamenco como Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad. Premio Nacional de Danza en 2001, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2017 y académica de Honor de la Academia de las Artes Escénicas de España desde 2022, la bailaora y coreógrafa de origen granadino ha cosechado infinitud de reconocimientos y premios de prestigio a lo largo de su extensa carrera, que demuestran su innegable aportación al desarrollo del flamenco y la danza en general.
Hija de emigrantes andaluces, Eva María Garrido nació en Fráncfort, aunque pasó la mayor parte de su infancia junto a sus abuelos en Ogíjares (Granada). Ciudades como Nueva York, Londres, Sídney, Hong Kong o Tokio han sido testigos de la expresividad y pasión que derrochan sus espectáculos. Este viernes actúa en Pamplona en el marco del festival Flamenco on Fire.
En la capital navarra representará Re-fracción (desde mis ojos), una creación escénica donde va de la mano del coreógrafo Juan Kruz. En ella, la Yerbabuena que baila por soleá busca imágenes de gran impacto, pero también reflexiona e indaga por la memoria y la piel. "Se trata de saber parar, mirar hacia muy adentro y ver quién somos ahora, en qué punto de llegada y qué punto de partida estamos. Todo eso a través de un mundo que para nosotros no deja de ser mágico, que es la música, la danza, la luz y todo lo que conlleva una creación escénica".
Un espectáculo de madurez
Cuenta Eva Yerbabuena, en declaraciones para El Independiente, que este espectáculo es el resultado de un proceso creativo sin límites, producto de una madurez que ha dejado a un lado sus miedos. "Emocionalmente toca mucho porque es brutal para todos, desde que empiezas hasta que acaba. Es como una terapia, a mí me deja agotada, pero a la vez es una sensación maravillosa".
Y es que para la bailaora, si hay algo que valga la pena de subirse a un escenario, eso es precisamente llegar a compartir lo que siente. "Se trata de transmitir, de hacer sentir, si no, nada tiene sentido. Cuando alguien me cuenta, que la actuación le ha hecho viajar, aunque sea solo una persona en todo el teatro, yo ya duermo tranquila ese día".
La Yerbabuena se encuentra en un momento dulce. Habiendo dejado atrás las dudas de la juventud, la experiencia de sus 53 años le ha permitido explorar en la creación con una gran curiosidad y sin complejos. "Estoy en un momento de mi vida especial en lo que a madurez se refiere. Quiero vivir intensamente y llevar a cabo todos mis propósitos. Yo sé que moriré soñando, creando, porque es lo que hace que me sienta viva. Seguramente me retiraré físicamente, pero psíquica y espiritualmente lo dudo. Siempre hay ideas, cosas por hacer, siempre estoy aprendiendo, como si fuese el primer día".
"Yo no puedo hablar de machismo en el flamenco. No digo que no haya existido, pero no puedo decir que lo he vivido porque no ha sido así"
Cuestionada sobre si ahora el flamenco ha conseguido un mayor estatus de universalidad, la coreógrafa defiende que ella siempre lo ha sentido así. "Además, añade, "las mujeres han tenido mucho que ver con esto. De hecho, cuando me preguntan sobre el machismo, siempre digo que yo no puedo hablar de machismo en el flamenco. No digo que no haya existido, pero no puedo decir que lo haya vivido porque no ha sido así. Desde que empecé he estado rodeada de hombres que me han tenido por la nubes, que han tomado siempre mis decisiones por válidas y que me han ayudado. Conozco la historia del flamenco y sé que ha habido machismo. Pero las que lo han vivido han sido las mujeres que realmente dieron a conocer internacionalmente el flamenco mucho antes que nuestra generación, como Carmen Amaya, Pilar López o La Argentinita. Nosotras lo hemos tenido mucho más fácil". Entre ellas, Yerbabuena destaca a La Niña de los Peines como una auténtica revolucionaria que siempre hizo lo que quiso.
Un arte muy joven y muy viejo
Volviendo a la valoración del flamenco como un arte universal, la Yerbabuena recuerda las palabras de Enrique Morente cuando le preguntaron su opinión sobre el flamenco como Patrimonio de la humanidad: "¿Por qué no hacemos que la humanidad sea patrimonio del flamenco?". "Yo siempre lo he considerado así", relata Yerbabuena. "Se trata de un arte muy directo, que conmueve, que ha sido respetado y muy querido en todos los rincones del mundo. Quien conoce la historia del flamenco sabe que es así. Es un arte que existe a raíz de una mezcolanza grandísima. Aun siendo muy joven es muy viejo".
Precisamente por ese valor que tiene para la cultura, la coreógrafa no se muerde la lengua a la hora de reclamar más cuidado por parte de las instituciones. "Tienen que ser conscientes de que el flamenco se puede cuidar y proteger, si se protege la materia prima. Se olvidan de que la materia prima son los artistas, si no los cuidamos a ellos, estamos desprotegiendo el flamenco. Esta es la conciencia que hay que crear. Tienen que entender que yo no puedo ir a un supermercado o a Endesa y decir: 'mire usted, cuando cobre le pago la luz y la compra del supermercado'. Esto es algo que pasa con frecuencia, muchas veces tardan demasiado en pagar".
Eva Yerbabuena sabe bien lo que significa emprender proyectos artísticos con el riesgo que ello conlleva. Se siente una privilegiada "porque no hay mayor felicidad que trabajar en lo que más te gusta", pero insiste en que para emprender hay que tener herramientas y posibilidades, si no, es inviable demostrar el valor que tiene el artista. "Por eso la gente prefiere opositar, desgraciadamente, no es lo mismo ser funcionario, tener un sueldo fijo y vacaciones, a ser un emprendedor. La vida como artista es una incertidumbre diaria", concluye.
"Que no se sepa nada de cuánto aporta el flamenco a la economía del país hace que surjan dudas sobre hasta qué punto interesa"
La bailaora denuncia la dejadez que las instituciones españolas muestran con respecto al valor económico que representa el flamenco para el país. "Cuando se formó la Unión Flamenca, porque hasta entonces no teníamos nada para poder quejarnos, pedimos un estudio en España sobre cuánto aporta el flamenco a la economía. Porque no solo es cante, baile y toque, es que el tejido que hay es brutal, diseñadores de vestuario, técnicos de sonido... ahí hay millones. Que no se sepa nada de esto hace que surjan dudas sobre hasta qué punto interesa realmente. Por eso soy bastante escéptica con lo que digan las instituciones".
Sin embargo, a pesar de todo lo que cuesta vivir como artista, Yerbabuena reconoce que en cuanto se sube a un escenario se le olvida todo lo demás. Por eso, la bailaora invita a las nuevas generaciones a que sigan sus propios instintos y que no hagan caso de las modas. "Hay una cantidad de gente buenísima que está muy preocupada y ensimismada con la técnica y a mí eso me da verdadero pavor, porque la técnica tiene que estar al servicio de todo lo demás. No somos máquinas, somos seres humanos".
El consejo de la Yerbabuena pasa por que "cada persona que decida adentrarse en el mundo del arte, sea cantaor, bailaor, guitarrista y músico en general, se deje llevar por sus verdaderas necesidades". Antes que pensar en plegarse a una especie de modernidad malentendida, la coreógrafa flamenca insiste en que "hay que tener fe en nuestra propia intuición y en lo que dicta el corazón. Lo que de verdad funciona es trabajar desde la verdad, con respeto, con la máxima calidad y lealtad".
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