El valor estaba en su historia. En quién lo había adquirido, en quién lo heredó de sus padres o en la dedicatoria de quien un día se lo regaló. También en su mera presencia en el estante de la casa. O cuándo y por qué se leyó. En algunos casos, los menos, el valor lo compartía con su contenido apreciado por los expertos, su antigüedad o su singularidad bibliográfica. Libros, millones de libros, a los que además de sus relatos entre páginas acompañaban las vidas a las que se incorporaron. El ejército nazi no tardó en darse cuenta, en descubrir que apropiándose de ellos podría no sólo humillar a los judíos sino tiempo aprender a combatir mejor, a argumentar mejor, a degradar más a sus enemigos en la alocada carrera por el control de Europa que llevó a cabo.
Fue un saqueo de relatos, historias y vidas en forma de libro. Se estima que osciló entre los 10 y 15 millones de ejemplares. A cada avance, un nuevo ‘librocidio’. De entre ellos, sólo una pequeña parte tenían el valor suficiente como para conservarlos, para formar parte de esa gran biblioteca del saber que idearon. Las pilas de fuego se llevaron muchos de ellos, los ladrones de libros nazis otros tantos. Bibliotecas, instituciones y viviendas particulares cuyos estantes quedaron arrasados.
¿Dónde están? ¿Quién conoce su paradero? Las preguntas siguen sin respuesta. El escritor gaditano Benito Olmo intentó buscarlas. Dedicó dos años y medio de su vida a encontrarlas. Se lo propuso tras conocer la historia de una joven de Barcelona a la que un día le llegó un libro de cuentos desde Berlín. Se lo remitía Sebastián, el bibliotecario de la Biblioteca Central de Berlín. Aquel sencillo ejemplar había pertenecido a su padre, hijo de madre judía que de niño tuvo que huir a Sudamérica escapando de los nazis. “Esa historia me interesó mucho. De algún modo, aquel libro de cuentos infantiles le había vuelto a conectar con su padre. La siguiente pregunta era saber cómo había llegado y cómo había terminado en manos de su hija gracias a un bibliotecario de Berlín”.
De algún modo, es la base de la historia que Olmo desarrolla en su último trabajo, ‘Tinta y fuego’ (NdeNovela). Greta, la protagonista, una reputada buscadora de libros raros y valiosos, debe encontrar una biblioteca perdida durante la Segunda Guerra Mundial perteneciente a una familia. En su investigación llegará a Berlín, donde además de conocer el expolio nazi se enfrenta a los crímenes que rodean a los intentos por reconstruir la perdida Biblioteca de la Comunidad Judía de Roma, saqueada por el Tercer Reich.
Sebastián y la Biblioteca Central de Berlín
“Me trasladé a Berlín para conocer esta historia del saqueo de libros de los nazis. Sebastián, el bibliotecario, fue quien me puso sobre la pista de lo que pudo haber ocurrido aquellos años. La inmensa mayoría de los libros de la Biblioteca Central de Berlín proceden de esos saqueos. Ellos se encargan de catalogarlos, rastrear sus páginas en busca de anotaciones, sellos datos que los relacionen con víctimas del holocausto. En ocasiones logran enviarlos a sus propietarios, a sus descendientes. Es un trabajo arduo y desagradable”, asegura Olmo.
El ideólogo de toda la operación fue Alfred Rosenberg, quien en 1933 era jefe del Servicio de Asuntos Exteriores del Partido Nazi. Bajo su supervisión se expoliaron obras de arte y libros en bibliotecas de toda Europa: Alemania, Polonia, Holanda… En 1943 llevaron a cabo su intervención más valiosa en las bibliotecas de la Comunidad Judía de Roma y la del Colegio Rabínico. Tras la guerra, parte de los fondos de la Biblioteca del Colegio Rabínico se recuperó, la de la Comunidad judía sigue desaparecida: “Es el caso que más me llamó la atención. Se llevaron los fondos en dos trenes rumbo a Frankfurt pero uno de ellos nunca llegó a destino. El que contenía la biblioteca de la Comunidad Judía sigue en paradero desconocido”.
En él trasladaban más de 7.000 ejemplares valiosos, incunables y ediciones singulares. “No se sabe si ese tren llegó a Berlín o no, o si su destino fue otro: Rusia, Polonia…”. En 2002 el Gobierno de Italia intentó encontrarlos. Designó una comisión especial integrada por historiadores, documentalistas y oficiales del Ejecutivo. Tras nueve años de investigación no se logró dar con su paradero, tan sólo la sospecha de que Rusia o Polonia podían ser el destino actual de los fondos. “Yo estuve en Polonia buscándolos. Puede ser que en algún sótano, sin que alguien ni siquiera sepa qué es, sigan allí. Yo en la novela aventuro cuál creo que es el final de esos libros”.
Rosenberg, el ideólogo
Olmo asegura que el material que siempre quisieron conservar era el que hacía referencia al origen judío y su mundo y se destruía cualquier contenido que atacara al carácter ario de la raza alemana, “todos los autores represaliados eran aquellos que hablaban de libertad, de igualdad o de equidad entre razas”: “Alfred Rosenberg era un ideólogo nazi muy fantasiosos. Concebía la raza aria como una raza descendiente de los dioses griegos, una raza bella y perfecta y que todos los males provenían de otras razas inferiores”.
A medida que las tropas alemanas avanzaban, los libros saqueados también eran destruidos o almacenados para conservarlos. Su destino inicial fue Frankfurt: “Allí tenían unos almacenes donde los guardaban. A final de la guerra la ciudad fue bombardeada y por eso trasladaron los libros en trenes a Polonia. Allí los aliados encontraron muchos libros. Polonia es un país muy hermético y no colabora para esclarecer todo esto”.
No fueron los únicos que participaron en este saqueo. Durante la liberación, tropas del Ejército rojo también confiscaron muchos de esos libros. “Cuando llegaron a Berlín se llevaron muchos de esos libros como trofeo. Muchos seguramente estén aún allí, pero Rusia tampoco colabora”.
Han pasado más de ocho décadas y la historia menos conocida del saqueo cultural nazi sigue repleta de sombras. Millones de libros que un día fueron arrancados de las vidas de sus propietarios y que, quién sabe, viven hoy en otras estanterías, en otras bibliotecas en las que su pasado es una incógnita. Serán libros de ‘Tinta y fuego’ repletos de una vida dolorosa y aún misteriosa.
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