Andrés García Ibáñez es pintor. Un gran pintor realista que pinta y vive al margen de los circuitos dominantes del arte. También es lo que se dice un gestor cultural, aunque este almeriense de 52 años abomine y carezca de la pose y la verborrea que parecen condiciones indispensables para dedicarse a ello. En Olula del Río, su pueblo natal, Ibáñez, además de pintar, viene construyendo desde hace años un núcleo cultural insólito para una localidad de poco más de 6.000 habitantes. En 2004 inauguró allí el Museo Ibáñez, sede de una de las colecciones privadas más importantes de Andalucía. Lo hizo a pulso, al margen del dinero –y de las imposiciones que vienen con él– de los gobiernos autonómico o central.
Apoyado por el Grupo Cosentino, el emporio internacional del mármol y el silestone radicado en la vecina Macael, logró ampliar el museo con la creación del Centro Pérez Siquier de Fotografía. Ha nutrido los fondos del Museo de Arte de Almería y ha establecido una sede de su fundación en Melilla. Y ahora ha llenado de contenido el antiguo Hospital Provincial de Almería para crear el Museo del Realismo Español Contemporáneo (MUREC), una ambiciosa apuesta que se inaugura este viernes. Y que pretende desagraviar a aquellos artistas que han sido desplazados de las salas de los centros de arte contemporáneo por nuevos criterios que anteponen muchas veces la política o la ideología sobre la calidad.
Un magnífico edificio del siglo XVI rehabilitado por la Diputación Provincial acoge en once salas y unos 3.000 metros cuadrados más de 260 obras procedentes de la colección de la Fundación Ibáñez Cosentino y de otros importantes coleccionistas españoles –Luis Trigo, Javier Pérez Rojas–, así como de los artistas y herederos de la escuela de los realistas de Madrid –Amalia Avia, Francisco López e Isabel Quintanilla, Esperanza Parada y Julio López–, con Antonio López a la cabeza. El gran pintor español vivo aporta 60 obras propias, de su mujer, María Moreno, y de otros de sus colegas. Además, ha realizado con Ibáñez la escultura de los Reyes que preside el patio renacentista del nuevo centro.
El germen: los realistas de Madrid
Antonio López es la figura clave de un proyecto que empezó a fraguarse hace cuatro años, cuando cayó en desgracia otro que debía reunir la obra de los realistas de Madrid en la Casa Fontecha de Albacete. Fue entonces, coincidiendo con el comienzo de los trabajos de rehabilitación del Hospital de Santa María Magdalena, el único edificio civil del siglo XVI que queda en Almería, cuando Ibáñez propuso a la diputación llenarlo de contenido partiendo del proyecto frustrado de los realistas en Albacete. "Pero aquí la idea es más ambiciosa. Contamos la evolución del realismo español desde el 1900", explica en conversación telefónica con El Independiente mientras ultima detalles en el MUREC pocas horas antes de la inauguración.
El objetivo del centro es dar difusión a artistas, estilos y corrientes que fueron y son importantes pero que hoy "no tienen presencia en museos públicos o espacios institucionales". Se trata de paliar "un enorme error histórico", apunta.
¿Pero qué error es ese? "El arte realista de la primera mitad del siglo tuvo la mala suerte de coincidir con los grandes faros de las vanguardias históricas", desarrolla. "Todavía pesa en la historiografía del arte cierto sentido teleológico, según el cual lo último es mejor que lo anterior, y ese discurso tiene que ver con haber aceptado que las vanguardias históricas son la única vanguardia posible. Los especialistas decidieron hace tiempo que Picasso es vanguardia, pero que por ejemplo Eugenio Hermoso, el pintor extremeño más importante desde Zurbarán, no es vanguardia. Y no es cierto. Hay que revisar toda la historiografía", asegura.
Un arte marginado
Según Ibáñez, ese mismo esquema de pensamiento rigió durante la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días. Y así, los herederos de las vanguardias históricas, los artistas del grupo El Paso, los informalistas, Tàpies o Barceló, han representado en exclusiva la modernidad en España mientras el realismo contemporáneo ha sido marginado. Un "sectarismo" que condena a los almacenes de las instituciones a algunos de los mejores creadores españoles contemporáneos. "¿Cómo es posible que del artista español vivo más importante y cotizado no haya una sola obra expuesta en museos públicos?", dice en referencia a su colega y amigo Antonio López. "El Reina Sofía tiene una quincena de obras suyas y no hay ni una sola colgada. Y lo mismo puede decirse del resto de realistas de Madrid. Hoy para ver su obra hay que ir a instituciones privadas como la Fundación Sorigué de Lérida, el Museo Ibáñez o, ahora, el Museo del Realismo".
En la perpetuación de este estado de cosas, Ibáñez no duda en señalar como responsable al mercado español del arte contemporáneo. Este jueves publicaba una afilada columna al respecto en el Diario de Almería. "Que España es mayoritariamente un país de necios sin opinión crítica fundamentada es algo evidente. Al amparo de ello han vivido y viven los pícaros y truhanes, las camarillas de sinvergüenzas y espabilados que, a la postre, consiguen institucionalizarse y crear parcelas de poder atrincheradas", escribe sin complejos el artista. Y una de esas parcelas es ARCO, "trinchera de poder de un grupo de listos que han sabido colocar embaucadoramente sus tesis y han conquistado una atalaya solidísima". Toda una declaración de intenciones en vísperas de la inauguración del MUREC.
Durante la conversación con este periódico reitera sus argumentos. "ARCO es una feria mediocre, como casi todas las ferias. Hay poca obra buena, la mayoría es mediocre y hay algunas cosas que son directamente basura. Pero han logrado consolidar el discurso de que son una feria de calidad y que fuera de ella no hay vida, y han sabido convencer a las instituciones para que vayan a comprar a ARCO. El engranaje es ese. Los galeristas venden a las administraciones, que luego son las que tienen la capacidad de imponer a las universidades el estudio de los artistas de los que han comprado obra a los galeristas. Todo queda en casa, como una gran familia. Y si no estás en ese círculo, quedas excluido. Y eso es lo que ha pasado con el realismo español contemporáneo".
Un estilo, el realismo, que según Ibáñez choca con la realidad y las necesidades del mercado. "El realismo procede de una tradición, exige una técnica y un oficio, una disciplina de taller y un virtuosismo técnico que están al alcance de muy pocos. El artista realista no encaja en el entramado discursivo del arte contemporáneo. Deja en entredicho otras tendencias que son basura. Y además produce menos, y eso no le vale al mercado. El mercado necesita artistas que produzcan mucho y cuya obra pueda venderse a precios muy elevados".
Obras maestras del MUREC
Más allá del heterodoxo discurso de su artífice, ya de por sí refrescante en el homogéneo panorama institucional del arte español, el repertorio del MUREC es un logro indiscutible del que sobresalen algunas piezas especialmente importantes. De la primera mitad del XX, Ibáñez destaca La consagración de la copla (1912) un lienzo de grandes dimensiones realizado por Julio Romero de Torres para la exposición nacional de Bellas Artes de aquel año y adquirido por Cosentino en 2022 expresamente para el museo por una muy elevada cifra que no ha trascendido. Convive con un soberbio Patio de los Arrayanes pintado por Sorolla en Granada en 1909 o el finisecular Retrato de la prima Cándida de Zuloaga.
En cuanto a las obras correspondientes a la segunda mitad del siglo XX, sobresalen piezas cruciales de Antonio López como Josefina leyendo, "la gran obra maestra de su primera época", el díptico para La cena, su visión de Vallecas (1993) o una de sus perspectivas de la Gran Vía de Madrid. También creaciones de los demás realistas de Madrid como El alcalde (1973) de Julio López, o una escultura de Paco López que representa a su esposa, Isabel Quintanilla, y que ha sido cedida al Thyssen para la exposición de la pintora que tiene lugar ahora en el museo madrileño.
Y, cómo no, la última gran escultura realizada por López, en esta ocasión mano a mano con Ibáñez: la que representa en bronce a los actuales reyes de España. Inspirada por la escultura de Juan Carlos y Sofía realizada por Antonio, Julio y Francisco López para el museo Patio Herreriano de Valladolid, la Diputación de Almería les hizo este encargo expresamente para el patio del MUREC. Un trabajo arduo, que han sacado adelante sin poder tomar medidas a los retratados pero del que se sienten ciertamente orgullosos.
Este viernes los Reyes no estarán en Almería para verse reflejados en el espejo del arte de López e Ibáñez, aunque a este último le consta que están muy interesados en la obra y la visitarán muy pronto. El que si estará es el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, pese a que el gobierno autonómico no ha participado en el proyecto hasta la fecha. De momento, ni falta que hace. El MUREC es una realidad gracias a la confianza de la Diputación de Almería y a la visión de Ibáñez, empeñado en hacer de sus museos, y van seis, "espacios para la resistencia, para la esperanza" frente a los discursos dominantes.
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