Al asturiano Manuel Llaca sus padres le regalaron su primer ordenador en 1986, cuando tenía 12 años. Era para jugar, pero a los 15 días ya estaba programando. Con el tiempo la informática se convirtió en su profesión –hoy es analista funcional y gestor de proyectos en una multinacional francesa que trabaja para el Gobierno vasco–, pero era y ha seguido siendo también su pasión. En 2016 montó una web divulgativa, Parcela digital, que se ha ido especializando en historia de la informática, un campo con grandes lagunas y mucho por hacer.
Recientemente, y por una serie de casualidades, Llaca dio con un proyecto que tuvo lugar a mediados de los 70 en la Escuela de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid. Se trató de un seminario experimental en torno a los primeros microprocesadores funcionales, entonces lo último en tecnología. Casi medio siglo después, aquello había caído en el olvido. Ni siquiera quienes participaron en su desarrollo eran conscientes de haber construido el primer videojuego español.
El acicate de un 'troleo'
Todo surgió, como tantas cosas hoy, de una polémica en X, cuando un grupo de usuarios de la red social atacó a Llaca por haber afirmado, supuestamente, que un videojuego de 1983, La Pulga, era el primero creado en España. En realidad Llaca nunca dijo ni escribió nada semejante: había constatado, simplemente, que aquel programa lúdico desarrollado por Paco & Paco (un pionero equipo de programadores formado por Paco Suárez y Paco Portalo, ambos reconocidos en 2021 con la medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes) había sido el primer videojuego comercial español en llegar a ser un éxito internacional, inaugurando la que se ha dado en llamar la edad de oro del software español.
"Esta gente estaba obcecada en que estábamos dando información falsa. Les expliqué que en mi artículo nunca digo que La Pulga es el primero, pero además les advertí que tampoco lo era el juego que ellos pensaban", una máquina recreativa llamada Destroyer, de 1980, "sino otro, El paracaidista, de 1979", explica Llaca en conversación telefónica con El Independiente. "Uno de los problemas de la historia de la informática es que se ha perdido mucha información. Ahora estamos redescubriendo cosas a las que en su día no se les dio importancia. Decimos que un videojuego es el primero y a los seis meses aparece otro".
A raíz de aquella polémica, Llaca publicó en su web en mayo de 2023 un artículo que tenía preparado desde hacía tiempo sobre la historia de El paracaidista. El texto llamó la atención de uno de los creadores de La Pulga, Paco Portalo, colaborador habitual de Llaca en sus pesquisas de arqueología informática. Una cosa llevó a la otra y Portalo recordó un episodio de su época de estudiante de Ingeniería en Badajoz, cuando necesitaba aprender a programar y no encontraba documentación adecuada. Hasta que se encontró casi por casualidad con los tres tomos de un seminario de microprocesadores que se había celebrado en la Escuela de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid. En el segundo de esos tomos, fechado en marzo de 1977, había un capítulo en el que se mostraba el diseño completo, con su hardware y su software, de un videojuego de ping-pong inspirado en el Pong original, creado por la compañía japonesa Atari en 1972.
El videojuego fantasma
El año pasado, cuarenta años después, Portalo regresó a la biblioteca de la Universidad de Extremadura y logró que la bibliotecaria encontrara aquel tomo que había estudiado en su juventud. Todo estaba ahí: los circuitos, las funcionalidades, la programación y la indicación de los componentes electrónicos que eran necesarios, desde los potenciómetros que debían servir como joysticks con los que manejar las raquetas virtuales al osciloscopio que haría las veces de monitor.
Portalo envió a Llaca fotografías de las páginas del manual proponiéndole que profundizara en la investigación, que intentara averiguar quiénes habían realizado ese trabajo y, sobre todo, si se había llegado a desarrollar: si en definitiva se había construido la máquina. "Un videojuego no es tal hasta que no se ha creado. Es decir, si no hay al menos un prototipo es como si nunca hubiera existido", subraya el informático y divulgador. En este caso, la dificultad estribaba en verificar si el videojuego se había quedado en el papel o si realmente se había construido. "Habían pasado 47 años, cualquier persona que hubiera participado estaría como mínimo jubilada".
Con la información proporcionada por Portalo, Llaca inició su indagación. Contactó con la dirección de la Escuela de Telecomunicaciones de Madrid, donde nadie sabía nada. Pero en el tomo del seminario aparecía el nombre del coordinador, el catedrático emérito Elías Muñoz Merino, una verdadera eminencia de la disciplina en España y miembro constituyente de la Real Academia de Ingeniería. Antes de ocupar la cátedra de circuitos electrónicos, había sido becario en Stanford, donde coincidió con figuras como William Shockley, uno de los físicos que en 1956 obtuvo el Nobel de Física por la invención del transistor. También estuvo en el MIT estudiando la síntesis de voz. Fue, de hecho, uno de los pioneros en la creación de ordenadores parlantes en España.
Llaca le escribió un correo electrónico y Muñoz respondió en menos de 24 horas. Poco a poco y gracias a su ayuda fue tirando del hilo. Le confirmaron que el prototipo había existido y que estuvo expuesto en la escuela. Por fin consiguió identificar a sus creadores. Rafael Martínez Jiménez y Juan Santos Suárez fueron los dos becarios que desarrollaron el juego bajo las órdenes del catedrático Muñoz. El segundo llegó a ser profesor de la UPM. "Ellos mismos no le dieron importancia. No quedaron registros", señala Llaca, que pese a las dificultades y lagunas ha conseguido trazar en poco muy tiempo una historia completa de aquel experimento, con detalle de cada componente y de cómo funcionaba. Además de en su blog, lo ha recogido en un pequeño libro disponible a un módico precio en Amazon.
Pioneros por accidente
Llaca insiste en la importancia del logro de Muñoz y sus becarios. Los pioneros del videojuego español, los creadores de La pulga en el 83 o El paracaidista en el 79, ya pudieron programar con los primeros ordenadores, aparatos míticos como el Sinclair ZX Spectrum. Pero en 1977 no había ordenadores personales. El Apple II, la primera serie de computadores ensamblados de la historia, comenzó a comercializarse en junio de ese mismo año. Así que el equipo dirigido por Muñoz Merino en la Politécnica de Madrid no solo tuvo que hacer el programa, sino desarrollar la electrónica. El catedrático de circuitos había promovido la adquisición de una máquina Intel Intellec de 1975, la primera de esas características que llegó a España, para investigar con microprocesadores. Contrató a Santos y Martínez para que desarrollaran el trabajo. Y a estos, sobre la marcha, se les ocurrió que la mejor manera de llevarlo a buen puerto era hacer un videojuego.
Además de escribir su libro, Llaca impartió el pasado 28 de febrero una conferencia sobre el hallazgo en la Escuela de Telecomunicaciones de Madrid. Conoció en persona a Elías Muñoz y a algunos profesores que le dieron detalles adicionales sobre aquella experiencia pionera, aunque la mayoría no sabía que algo así se hubiera hecho allí. La máquina desapareció, pero "con el diseño que tenemos en papel", asegura Llaca, "se podría volver a construir".
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