Las sombras se ciernen sobre las relaciones personales de una familia. Atenazan la buena convivencia aunque, aparentemente, haya buena sintonía y comunicación. Pero, algo les eclipsa en su interior, mucho les inquieta, y será más notorio cuando otra pareja, sus mejores amigos, aparezca con sus miedos, con su plaga, con su perfume de inquietud impregnando la casa.
Por eso deben mantener Un delicado equilibrio, texto de Edward Albee que se llevó el Premio Pulitzer del año 1967 y por el que parece que no ha pasado el tiempo. La institución de la familia sigue tan arraigada que, aunque hayan transcurrido casi sesenta años, no se olvida una forma de entender cada rol dentro del hogar.
La madre, Agnes, interpretada por Alicia Borrachero, sigue sosteniendo en pie ese delicado equilibrio, a pesar de las dificultades por las que pasa constantemente con su marido, hija, otro hijo fallecido y una hermana alcohólica. Está resquebrajada, pero el dolor lo lleva por dentro.
Ben Temple representa al padre, pasivo, acomodaticio, sin ganas de querer complicarse la existencia. La hermana, Claire (Manuela Velasco), es la que pondrá en jaque esa estabilización aparente, la que no se callará nada, mientras ahoga sus propios miedos en la bebida. Mientras, Julia, la hija (Anna Moliner), bastante más infantil que su edad biológica a pesar de llevar cuatro matrimonios, refleja la desesperación de no encontrar su lugar, ni físico ni psicológico. El matrimonio amigo (interpretado por Cristina de Inza y Joan Bentallé), arrastran la soledad de manera fehaciente aunque convivan juntos y se tienen miedo a sí mismos. Ellos traerán su vacío al delicado equilibrio de la familia.
Cada uno defiende su personaje con todo el bagaje emocional que le corresponde, aderezado con ciertas dosis de humor y una perspectiva distanciada en la que ha intervenido el director, Nelson Valente.
Tormenta doméstica
Hay una tormenta instalada en las estancias de la casa. Cada personaje está perdido en su propio mundo, aunque se hablen y se miren a los ojos. Si no se dicen adiós es porque la rutina y la cotidianidad les han hecho acomodaticios.
Hablábamos de sombras al principio, pero también hay humo, el humo de las palabras que, sin embargo, escuece en los ojos, aunque los personajes ya no tengan capacidad suficiente para llorar en el pozo profundo de todas sus dudas.
Es inútil que los portadores del miedo vuelvan a su hogar, ya no podrán regresar a las huellas iniciales de sus sentimientos. El eco de los reproches, de las palabras que se han disparado sin necesidad de pistola, han quedado prendidas en su piel. Están abocados a no volver a encontrarse.
Da igual que pongan una alfombra tupida y cálida. No amortiguará las miserias de tan amargas relaciones, que ya no se equilibran con las posesiones, el falso placer de una felicidad que nunca ha existido. Lo que impera, aunque quieran ocultarlo y aparentar, es la decepción, el conformismo, no querer complicarse para mantener una serenidad impostada que los dejará en silencio.
Autor: Edward Albee
Traducción: Alicia Borrachero, Ben Temple
Reparto: Alicia Borrachero, Ben Temple, Manuela Velasco, Joan Bentallé, Cristina de Inza y Anna Moliner
Dirección: Nelson Valente
En el Teatro Fernán Gómez hasta el 28 de abril
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