A veces es necesario ocultar en la soledad aquello que más amamos. Pero, indefectiblemente, se desatará una tormenta entre tristezas, amores, persecuciones, guerras, que trastocarán todo lo planificado.
¡Qué lejos parece quedar aquello de la mitología, de los dioses, de los oráculos, de los deseos y las premoniciones! Y, sin embargo, cuán cerca. Solo es cuestión de mirarlo con los ojos de la actualidad, de las posibilidades escénicas, de contarlo de distinta manera.
Eso hace Iñaki Rikarte con su versión y dirección de El monstruo de los jardines, de Pedro Calderón de la Barca. Concurren su amplitud de miras, un texto riquísimo y poco conocido del autor barroco y una puesta en escena donde coinciden diferentes géneros dramáticos.
Es una comedia de dioses, con personajes que resuenan en nuestros recuerdos, al menos teóricos: Aquiles, Ulises, ninfas… pero también el humor imprescindible para que la representación no se convierta en una losa filosófica y simbólica. Hay baile y algunas canciones, hay trasmutación de género, con el consiguiente enredo de identificación de personajes, hay amor y celos, casi capa y espada, porque hay luchas e intrigas, que bien pudieran ser palaciegas, hay poética y drama, hay pensamientos y sentimientos, hay imaginación y hay juego.
Eterno Siglo de Oro
Y, no sorprende, cuando ya llevamos unos minutos de representación, que aparezcan militares, que haya resonancias políticas, que se conjunten con mariachis y bailarinas de burlesque, que significa broma, que haya disfraces y dobles intenciones, que haya cercanía con nuestra realidad actual.
La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico hace un alarde de franco desempolvamiento de rancias concepciones para apreciar la escena del Siglo de Oro y nos despierta del letargo, para transmitirnos gozosamente sorpresas de ingenio y asombro.
Es una delicia escuchar los versos y estrofas de Calderón, expresadas con el ritmo y la intensidad adecuados, con sentido y desvelando situaciones complejas, con el objetivo final de que el espectador disfrute de esta dialéctica y, al mismo tiempo, de esta trama de connotaciones bélicas pero, sobre todo, humanas y sociales.
Con una escenografía de Mónica Boromello funcional, espectacular y, también, divertida, los personajes van entrando y saliendo, sorprendiéndonos, ocultándose, mostrándose, y con cambios de vestuario tan rápidos como lo requieren sus múltiples caracterizaciones.
No cabe destacar a ningún intérprete en concreto porque es una obra de conjunto, incluyendo técnicos, porque todos están de sobresaliente.
Referencias constantes a situaciones claramente conocidas por todos nosotros hacen de este espectáculo un enganche a nuestra realidad, a los intereses, a los engaños, a la ocultación, a los dobles sentidos, a la necesidad de decidir por una misma, a no someterse, al amor, a la libertad, a la muerte.
De Pedro Calderón de la Barca
Reparto (por orden alfabético): Iñigo Arricibita, Xavi Caudevilla, Cristina García, Ania Hernández, Nora Hernández, Antonio Hernández Fimia, Pascual Laborda, Cristina Marín- Miró, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Rasco y Marc Servera.
Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: Felipe Ramos
Vestuario: Ikerne Giménez
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Composición musical y diseño de sonido: Luis Miguel Cobo
Direccíón y versión: Iñaki Rikarte
Una producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico
En el Teatro de La Comedia hasta el 26 de mayo
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