Gratitud debo mostrar por el legado incomparable que dejó Enrique Jardiel Poncela. Por su innovación en el teatro de su época, primera mitad del siglo XX, por su finísimo sentido del humor y su ironía, por hacer que las situaciones grotescas fueran verosímiles, por construir una estructura teatral impecable dando a sus personajes un tono ingenioso, agudo, también mordaz y, siempre, inteligente.
Nos llega de la mano de Ramón Paso, su bisnieto, Jardiel enamorado, añadiendo al recuerdo del gran dramaturgo un tiempo onírico y personal, mostrando un corazón cansado, pero luchador, un personaje real donde todavía arde el amor.
En sus ansias fluye una creatividad sin medida, un alarde de perspicacia y lucidez, que se verá en la obra, inesperadamente visitado por sus fantasmas, por sus obsesiones, por el desgaste que le supusieron éxitos y fracasos. Porque en su memoria se mantienen aquellos que lo denostaron, pero también los que le amaron y le ayudaron en sus vivencias, no solo los que se le aproximaban por el interés te quiero, Jardiel.
Un Jardiel humano
Pepe Viyuela construye un Enrique Jardiel Poncela humano de verdad, de palabra fluida, de originalidad estremecida, de trabajo con denuedo, por sentimientos sensibles ocultos tras su humor inigualable.
Son muchos los personajes que intervienen en este difícil equilibrio entre lo real y lo soñado, entre lo oscuro de la vida y la luminosidad de sus escritos, novelas y obras de teatro, y Ramón Paso nos presenta un Jardiel frágil, pero que reconoce sus errores, que se mantiene firme en sus convicciones y se niega a ser un proscrito de la cultura.
Lo acompañan en este montaje reinventado de sus amores, de sus amigos, de sus rivales, Ángela Peirat, Ana Azorín, Inés Kerzan, Sergio Otegui y Rafa Ramos interpretando diferentes personajes: Josefina Peñalver, Serafín Adame, José López Rubio, Miguel Mihura, Fernando Fernán Gómez, Carmen Sánchez Labajos, hasta Charles Chaplin Charlot y Harpo Marx y un femenino personaje de verde que reinventa en sus sinsentidos.
En la cima del absurdo
Pepe Viyuela, volvemos a él, intercala esos estados de amargura y desorientación con el inconmensurable humor del dramaturgo. “Amor se escribe sin hache”, pero aquí humor se escribe con H mayúscula, con U de único, con M de máscara teatral, con O de original, con R de Ramón Paso.
Enrique Jardiel Poncela debiera estar en la cima de los grandes dramaturgos del teatro del absurdo, junto con Ionesco, Beckett, Esslin (que fue el que acuñó el término “teatro del absurdo”, me atrevería a decir, después de leer a Jardiel).
Son muchos los personajes que aparecen en sus obras, sí, pero que eso no arredre a los teatreros a investigar y poner en pie sus títulos porque es necesario e imprescindible que nuestras jóvenes generaciones sepan cómo escribía. Personajes doblados, vivos murientes y viceversa, amantes y débiles, poderosos y sinsentido, sensibles y especiales, humorísticos y socarrones.
Que Jardiel forme parte ya de nuestro teatro clásico español, sin ambages ni medias tintas.
JARDIEL ENAMORADO
Reparto: Pepe Viyuela, Ángela Peirat, Ana Azorín, Inés Kerzan, Sergio Otegui y Rafa Ramos
Escenografía e iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Vestuario: Juan Sebastián Domínguez
Espacio sonoro: Daniel Villarroya
Texto original y Dirección: Ramón Paso
Una producción de Andrés Vicente Gómez de Lola Teatro en asociación con PasoAzorín Teatro
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