En 1983, Derek Ridgers era uno de los fotógrafos británicos del momento. Se había dado a conocer documentando la escena underground de Londres y ya había celebrado sus dos primeras exposiciones individuales: en 1978 presentó sus conocidos retratos del punk, obtenidos en las veladas salvajes del Roxy y el Hammersmith Palais, y en 1980 la primera cosecha de su inmersión durante cinco años en el mundo de los skinheads.
Acababa de dejar su trabajo como director de arte en publicidad para dedicarse en exclusiva a la fotografía. Ese verano viajó con su mujer y sus dos hijos a Ibiza.
“Me esperaba el típico lugar de vacaciones, uno más entre los cientos que hay en el Mediterráneo. Y eso es exactamente lo que encontramos”, explica Ridgers desde Londres para El Independiente.
En efecto, la isla era por lo general otro destino lleno de ingleses quemados por el sol haciendo de las suyas. Pero la ciudad de Ibiza, sus playas y sus bares ofrecían un panorama distinto. “La vida nocturna en torno al puerto no se parecía a nada que hubiera visto antes. Era un poco como una discoteca en la calle, pero con mucha más piel a la vista. Era increíble”.
La noche ibicenca era un insólito espacio de libertad donde todo parecía posible. Era la versión "calurosa y embriagadora" de lo que en aquella época podía verse en los mejores clubes de Londres. Lugares como el Camden Palace, The Batcave, Heaven y The Wag. "Todo era extremadamente fotogénico", recuerda Ridgers.
"Cuando volvimos al año siguiente me llevé la cámara", explica el fotógrafo. Quiso inmortalizar a aquella singular fauna que confluía en Ibiza al calor del verano balear.
El sustrato singular de la moda adlib y el rescoldo hippie de los 60 se cruzaron con la energía y la influencia de los new romantics que Ridgers conocía bien, ya que pocos años antes había capturado con su flash a aquellas aves nocturnas en el cuartel general del movimiento, el club Blitz de Covent Garden. El resultado era una versión bronceada, carnavalesca y libertina de lo que se veía en Londres.
Como un decorado de James Bond
Pero la apoteosis de la "vibrante y extraordinaria" vida nocturna de Ibiza la encontró Ridgers a seis kilómetros del centro de la ciudad. Escondido en una urbanización del cercano pueblo de San Rafael se levantaba un enorme club al aire libre con vistas al puerto de Ibiza, construido alrededor de una piscina equipada con un tobogán en forma de dragón.
Más que una discoteca "parecía el decorado de una película de James Bond", recuerda el fotógrafo en el texto preliminar de Ku, Ibiza 1984, el libro de fotografía que acaba de publicar la editorial barcelonesa Ojos de Buey y que recupera, cuatro décadas después, las imágenes hasta ahora inéditas que realizó entonces en la isla.
"Ku", prosigue Ridgers, "fue el único club de la isla que visité –al fin y al cabo se suponía que estaba de vacaciones con la familia–, pero fue increíble. Lo que lo diferenciaba de las mejores discotecas en las que había estado hasta entonces eran sus dimensiones, su estupenda ubicación y el hecho de que hubiera sido construida expresamente como tal.
Los clubes londinenses de la época ocupaban edificios creados inicialmente para otra cosa. El Camden Palace, ahora Koko, fue, por ejemplo, un music hall victoriano".
Tras Pachá y Amnesia, Ku
Cuando en 1967 Ricardo Urgell inauguró en una casa de payeses reconvertida la sucursal ibicenca de Pachá, estableció el comienzo de un fenómeno que llega hasta nuestros días: Ibiza como meca de la fiesta.
En 1976, también en una antigua casa de campo, nació Amnesia de la mano del filósofo Antonio Escohotado. Dos años después, a apenas dos kilómetros, tres empresarios vascos repitieron la jugada doblando la apuesta con la apertura de Ku.
Javier Iturrioz, José Luis Anabitarte, Gorri, y el exfutbolista de la Real Sociedad José Antonio Santamaría eran socios de varios negocios de hostelería en San Sebastián. En 1970 habían abierto en la cima del Monte Igueldo una discoteca, en el mismo lugar y al mismo tiempo que abría el restaurante Akelarre de Pedro Subijana que todavía hoy domina la bahía de la Concha. Se llamaba Ku.
Cautivados por el ambiente de Ibiza, adquirieron una casa payesa en la urbanización Club San Rafael y levantaron alrededor su gran proyecto, sucursal de la original donostiarra: una monumental discoteca jardín, construida a base de terrazas en torno a una piscina, protagonista de un espacio paradisíaco pensado para el más puro y desinhibido hedonismo.
Ku fue un éxito inmediato. En parte gracias a las originales fiestas temáticas montadas por el equipo: la Noche Blanca, la Noche Roja, los concursos de miss y mister Tanga y Camiseta Mojada, las noches brasileñas o incluso, cada 7 de julio, un singular San Fermín ibicenco, con su chupinazo y sus vaquillas.
La sala era frecuentada por famosos internacionales como Roman Polanski. Y en Ku nació ese fenómeno de masas que terminó siendo Locomía.
Vacaciones en Babilonia
De vuelta a Londres, Ridgers llevó sus fotografías a la redacción de The Face, revista con la que colaboraba y que ya por entonces se había convertido en la biblia anglosajona de las nuevas tendencias.
Tenía la esperanza de que les interesara publicar un reportaje sobre la escena ibicenca, pero su idea fue rechazada de plano. "¿Por qué iban a interesarse nuestros lectores por lo que pasa en Ibiza?", le espetó, escéptico, el redactor jefe de reportajes.
The Face tardó un año en percatarse de que lo que sucedía en Ibiza era digno de su atención. En septiembre de 1985 dedicó su reportaje de portada a la movida ibicenza. "Holiday Babylon: animal nightlife on fantasy island" –"Vacaciones en Babilonia: vida nocturna de la fauna en la isla de la fantasía"–, se tituló. Los DJs de los mejores clubes londinenses comenzaron a instalarse cada verano en Ibiza, contaminándose del particular sonido de la isla y exportándolo a todo el mundo.
"Los ritmos baleares, el éxtasis, el chillout, los superclubs y la escena rave se convirtieron en la mayor historia de la cultura juvenil de los ochenta", explica el visionario Ridgers, cuyas fotos, no obstante, se quedaron en el cajón.
Ku siguió siendo durante varios años uno de los lugares de moda de la isla. El 30 de mayo de 1987 se celebró allí Ibiza 92, un gran evento musical organizado por el promotor Pino Sagliocco y retransmitido por Televisión Española en el que Freddie Mercury y Montserrat Caballé presentaron juntos Barcelona, la canción creada por el líder de Queen tras la elección de la capital catalana como sede de los Juegos Olímpicos de 1992.
Se acabó la fiesta
Pero la época de oro de Ku tenía los días contados. A finales de los 80, ante las protestas vecinales, las autoridades locales obligaron a la insonorización de las grandes discotecas de la isla. Ku intentó reconvertirse al indoor con una gran reforma. Pero después de una fuerte inversión, los socios tuvieron que entregar la propiedad a sus acreedores. Poco después se transformaba en Privilege, que con capacidad para 10.000 personas ha sido considerada durante mucho tiempo la discoteca más grande del mundo, y que representa la evolución de la música y el ocio de la isla.
En 2021 falleció Javier Iturrioz, el último de los socios de Ku que quedaba con vida. En 2014 había muerto Gorri. Y en 1993 José Antonio Santamaría había sido asesinado por ETA de un tiro en la nuca en la sociedad gastronómica Gaztelupe de San Sebastián. Su nombre había aparecido en el conocido como informe Navajas, una causa abierta por el entonces fiscal de San Sebastián contra los presuntos vínculos entre narcotraficantes y guardias civiles en el cuartel de Intxaurrondo.
Ridgers, por su parte, no volvió a Ibiza hasta finales de los 90, cuando en la vieja Ku se celebraba Manumission, la mítica fiesta creada en Manchester en 1994 por el dúo Mike & Claire y que reinó en Privilege y en la isla entre 1996 y 2007.
"Fui para intentar hacer algunas fotos, pero el ambiente había cambiado y no era para mí", reconoce. "No me malinterpretes, seguía siendo un gran club y estaba lleno de gente pasándolo bien, pero no era el tipo de lugar en el que quería hacer fotos".
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hace 8 meses
A ver, todo esto de Ibiza, de lo maravillosa, de que si la libertad, de que si todo es de color de rosa etc no es más que una fábula que nunca existió. El fondo de Ibiza, el auténtico, está muy lleno de lodo y de cosas bastante oscuras. Pero que mucho. Me pasé casi 30 años en la isla y francamente, desde que salí de allí respiro más tranquilo pero me enfado bastante cuando leo cosas como esta o el libro de Ray Loriga. Si alguien quiere saber cómo es de verdad Ibiza, que lea «Ibiza» de Xavier Molina. Y aún se queda corto con todo lo que explica. En realidad, todo es mucho peor.