No me harán callar, no quiero, digo lo que pienso, digo lo siento, sé que mi vida es dura, que no sé leer, pero no me dejaré arrastrar por la pena, y la palabra, de una forma u otra será mi aliada, aunque tenga que aprender a leer con esfuerzo, aunque escriba con faltas de ortografía, y poniendo mal los signos de puntuación, pero es lo que tengo dentro, y si me silencio no sabrán lo que ocurrió, pero yo no sabré dónde estoy ni qué es lo que quiero.
Así podría hablar Mary, la protagonista de Del color de la leche. Del color de la leche por su pelo albino y abundante, por la nieve que cubre la granja donde vive, por las nubes que se posicionarán delante de sus ojos, pero que no derramarán una lágrima inútil.
Hay muchas cosas que hacer, no puede una perder el tiempo en divagaciones o lamentaciones de las que nadie se hará eco. Detrás del dolor está la energía, llevarlo todo adelante, hay que cuidar al abuelo, hay que atender a mi madre y a mi hermana, hay que obedecer a padre, queramos o no queramos, y después a los señoritos, a los hombres de piedra, a los que guardan las formas, a los que sacian el hambre cuando quieren, a los que callan, porque tienen muchos libros.
De harina, arena y pesadilla
Cuando leí la novela de Nell Leyshon, me recorrió un escalofrío por el cuerpo y por el sentimiento. Cayó en mis manos porque, en una feria del libro, llevaba la etiqueta de Mejor libro del año 2014 otorgado por el Gremio de Libreros. Eso me llamó la atención, y adquirí el libro. Después de leído, lo he ido prestando y recomendando a mis mejores amigos y allegados. No podían perderse esta historia delirante de mirada perdida. De harina, arena y pesadilla, pero cuya protagonista tiene la fuerza de la libertad, de la transparencia, de la sinceridad.
Tanttaka Teatroa, con dirección de Fernando Bernués, nos trae esa blancura infinita, la del laberinto de la protagonista, Aitziber Garmendia, en una inocencia poética que acabará ajusticiando sin rencores, simplemente es lo que procedía.
Estoy aquí y me pasa esto. Lo cuento, y lo escribo, aunque no sepa bien cómo hacerlo, alguien tiene que saberlo, para que no me pertenezca a mí sola esta historia ni esta pendiente insalvable de ricos y pobres, porque el amor, y la vida, y la muerte, y el sufrimiento, y el dolor, y las ansias por comprender, son imprescindibles para el conocimiento. Son literatura, son poesía. Y yo no soy poeta, pero no quiero ser piel de cordero blanca, porque, me he dado cuenta, la palabra me salva.
DEL COLOR DE LA LECHE
Novela original y adaptación: Nell Leyshon
Traducción: Mariano Peyrou
Reparto: Joseba Apaolaza, Miren Arrieta, Mireia Gabilondo, Aitziber Garmendia, Jon Olivares, José Ramón Soroiz
Escenografía y dirección: Fernando Bernués
Una producción de Tanttaka Teatroa
En el Teatro La Abadía hasta el 12 de mayo
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