Han sido 33 años de su vida dedicados al Museo Guggenheim. Formó parte del equipo que lo esbozó como idea, lo imaginó como plano y lo inauguró como una de las pinacotecas más vanguardistas del momento. Juan Ignacio Vidarte, el primer y único director del museo que transformó Bilbao, llevaba años pensando en dejarlo. Consciente de que era tiempo de dar el relevo tras 27 años como director, sólo las circunstancias han ido demorando la decisión que ayer anunció y que a final de año se hará efectiva: “El corazón me pedía seguir, pero es una decisión tomada con la cabeza, una decisión racional”, ha asegurado hoy durante una comparecencia ante los medios de comunicación.
Ahora, el Guggenheim Bilbao abre un proceso de selección de posibles sustitutos que ha encargado a la agencia internacional Antonia Josten con sede en Berlín y especializada en la selección de talento en gestión cultural.
Vidarte ha repasado las más de tres décadas que ha vivido vinculado a la máxima responsabilidad del museo. Procedente de la Diputación de Bizkaia, en 1992 formó parte del equipo institucional que comenzó a dar forma al proyecto con el que el País Vasco y Bilbao en particular confiaban en compensar el impacto económico de la crisis industrial que atravesaba la economía vasca.
"Soy consciente de ser un 'outsider'"
“Llevo la mitad de mi vida evolucionando con este proyecto”, ha apuntado. Una larga trayectoria tras la cual no oculta que siempre se ha sentido “un outsider”: “Siempre he sido consciente de ello, yo no formaba parte de este mundo y quienes sí lo eran, fundamentalmente al principio, se extrañarían de que yo estuviera ahí. Después, las circunstancias han hecho que termine siendo el director de museo más veterano de España”, ha recordado. Ha destacado que siempre ha sido consciente de que su papel era ser “el director de orquesta” para que las cosas funcionaran: “Nunca he pretendido ser un experto en el mundo del arte. Con el tiempo algo se te va quedando, pero tenía claro que mi función no era definir sobre mis gustos o criterios artísticos la línea de exposiciones”.
Después de más de 200 exposiciones y de haber abordado el arte más relevante y los autores principales del pasado siglo y el actual, Vidarte ha asegurado que si se debe quedar con un hito es el de haber “casado” a dos genios como Richard Serra y Frank Gehry: “Por lo que supuso para el museo diría que el hito favorito ha sido unir ‘La materia del tiempo’ de Richard Serra, una decisión ambiciosa en su momento, con este museo. Supuso un salto cualitativo, posibilitar que dos genios de la escultura y la arquitectura estén en un mismo espacio, que se ‘casen’ para la historia en este museo”.
No ha ocultado que de todo lo vivido en este tiempo como director ha habido momentos duros, como el asesinato del ertzaina José María Agirre a manos de ETA en víspera de la inauguración en octubre de 1997. También “espinitas” con las que dejará el cargo: “La que siempre he tenido clavada es la de que no fructificara la idea de que el Guernica pudiera estar expuesto de modo temporal durante la inauguración del Museo. Aquel intento se frustró por diferentes motivos”.
Se considera un privilegiado por haber podido vivir la evolución de una apuesta como fue y es el Guggenheim, “desde que fue una idea hasta que es la realidad que es, ha sido un privilegio”. Por el momento continuará hasta otoño al frente de la institución. En este tiempo el proceso de selección de quien deberá sustituirle se pondrá en marcha por la prestigiosa empresa de cazatalentos situada en Berlín. Ha apuntado que el perfil que buscan no es sólo el de alguien con una cualificación y experiencia acreditada, sino que se encuentre en un momento vital adecuado para abordar los próximos dos o tres lustros del museo. Ha añadido que también se valorará su identificación con los “valores del Museo” que ha citado como el de la integridad, el trabajo en equipo, la empatía y la capacidad de liderazgo.
Una decisión aplazada desde 2017
Ha añadido que al ser el Guggenheim uno de los mayores “embajadores” de la ciudad y de Euskadi, quien le sustituya deberá ser alguien para quien la estructura y realidad institucional vasca “no sea una desconocida”. Respecto al euskera, ha apuntado que no será un requisito imprescindible pero sí bien valorado.
En realidad, su decisión de ceder el testigo comenzó a fraguarse en 2017, con motivo del veinte aniversario. Fue entonces cuando comenzó a reflexionar sobre la necesidad de dejarlo, “era algo que había que hacer de manera ordenada”. La pandemia frenó en seco su pretensión durante los dos siguientes años. “Fue un momento complicado para el museo, tuvimos que reinventarnos y no era el momento para hacer cambios”. Posteriormente llegó el relevo en la dirección de la Fundación Guggenheim de Nueva York, cuando Richard Armstrong anunció que se retiraba, “y tampoco creí que era mí momento”. Ahora, con la cifra récord de visitas, con 1,3 millones de visitantes el último año, y la situación de la pinacoteca consolidada de nuevo, Vidarte ha decidido dar un paso a un lado.
No se irá definitivamente, seguirá vinculado al Museo como director emérito con funciones consultivas no ejecutivas, así como a la Fundación Guggenheim en iniciativas estratégicas relacionadas con el ámbito museístico. Ha asegurado que con su salida no se rompe nada ya que los “pilares” sobre los que se sustenta la institución, como son la alianza público-privada de su patronato y su equipo de profesionales continuará, “eso me da mucha confianza”.
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