Si algo se le puede pedir a un artista es que nos descubra una forma distinta de mirar hacia una misma realidad. Un nuevo relato para la historia que creíamos conocer, con capacidad para generar al mismo tiempo belleza y reflexión. Esto es precisamente lo que se desliza de la obra de Consuelo Kanaga y David Goldblatt, dos fotógrafos cuya mirada se conecta a través de la búsqueda de la verdad en dos épocas paralelamente marcadas por un mismo problema: el racismo.
El tema tratado por Kanaga es el Estados Unidos de los años treinta y cuarenta, fijándose especialmente en la representación de la población negra con la técnica del retrato. Por su parte, Goldblatt desarrolló la mayor parte de su carrera alrededor del apartheid en Sudáfrica durante más de cuatro décadas y sus posteriores consecuencias sociales a través de una mezcla de escenas, paisajes y retratos.
Sirviéndose de un mismo punto en común, el relato de la discriminación racial en países marcados históricamente por el racismo, la Fundación Mapfre organiza, en el contexto de PHotoEspaña 2024, dos exposiciones que dialogan entre sí: Consuelo Kanaga: Atrapar el espíritu y David Goldblat: sin segundas intenciones. Ambos fueron outsiders que evitaron el impacto de lo explícito, en favor del poder reflexivo de la sugerencia. Su forma de ser críticos con el sistema pasaba por entenderlo, en lugar de simplemente apedrearlo.
Consuelo Kanaga y la belleza prohibida
En el caso de la estadounidense, esta muestra supone su primera retrospectiva en Europa. Consuelo Kanaga (1894-1978) tiene el honor de ser considerada una de las primeras fotoperiodistas de la historia, pertenece al San Francisco de principios del sigo XX y documentó de primera mano la situación de las clases populares, con especial atención al movimiento Nuevo Negro o Renacimiento de Harlem.
Fascinada por la cultura negra, encontró en la vía de la estética moderna una manera de reflejar imágenes positivas de los negros estadounidenses en un momento histórico en el que su posición social iba en contra de cualquier estándar de belleza. La fotógrafa se especializó en el retrato y con su cámara capturó a algunos de los personajes más relevantes de la cultura afroamericana.
Desde el cantante y actor Kenneth Spencer, el escritor Langston Hughes, impulsor del Renacimiento de Harlem, hasta William Edmondson escultor autodidacta que utilizaba clavos del ferrocarril y un martillo para sus trabajos, o el sindicalista Angelo Herndon. Su compromiso político le llevó a formar parte de colectivos como la Photo League de Nueva York y fomentar con su trabajo la solidaridad entre trabajadores más allá de razas y sexos.
Consuelo Kanaga puso la mirada en una belleza que pasaba desapercibida, simplemente por una cuestión de color. Lejos de buscar un amarillismo sensacionalista, sus retratos no son de dolor ni de represión, todo lo contrario, reflejan confianza, ternura y seguridad, cualidades de las que la población negra se había visto negada por su condición de rechazados por el sistema. Sus imágenes no buscaban ocultar la dureza de la realidad, sino mostrar una versión que los estándares de belleza eminentemente blancos se habían empeñado en dejar al margen.
En su trabajo como retratista destacan los primeros planos en cuadros cerrados, con una predilección por los posados. De hecho, cuando hacía fotografías en espacios públicos, evitaba lo que consideraba un acto de intrusismo ocultando el rostro de sus fotografiados. Concebía el retrato como un acuerdo tácito con sus fotografiados en los que ellos también tenían derecho a decidir cómo querían salir.
David Goldblatt, el apartheid que no nos contaron
La obra de David Goldblatt (1930, Randfontein- 2018, Johannesburgo) es mundialmente conocida como una de las mejores crónicas de lo que significó el apartheid para la sociedad sudafricana. Al igual que pasa con Kanaga, en las fotografías de Goldblatt tampoco encontramos escenas especialmente dramáticas o crueles. Su trabajo presenta la ironía de un día a día tremendamente incoherente con los principios en los que se basaba la segregación racial.
A pesar de las críticas que ello le supuso, el fotógrafo sudafricano puso su empeño en capturar la cotidianeidad del disparate que suponía vivir en esas condiciones, captando escenas en las que la apariencia de normalidad iba implícitamente ligada a unas relaciones sociales injustas. Consciente del privilegio de ser blanco en un país sistemáticamente racista, Goldblatt se coló en todos los estamentos de la sociedad sudafricana para mostrarla desde una postura lo más objetiva posible.
La muestra, compuesta por unas 150 obras de varias de sus series, refleja la continuidad temática del artista en su búsqueda por descifrar la esencia de Sudáfrica a través de ambos extremos. A principios de los años 70, publicó un anuncio por palabras: «Me gustaría fotografiar gratis a personas en sus casas […]. Sin segundas intenciones». Y con esa presunción de objetividad inmortalizó la vida rural de los afrikáneres (descendientes de
colonos predominantemente neerlandeses) en las zonas rurales, y también las condiciones en las que vivían los negros, rechazados por el régimen.
Goldblatt se centró en desdibujar esa línea invisible que era la ley del apartheid a través de sus propias incongruencias. Una distopía identitaria en la que la lucha por imponer el relato supremacista generaba una compleja red de relaciones sociales con las áreas segregadas dando lugar a la inevitable mezcla entre razas.
A todo color, en blanco y negro, pequeño y gran formato, fijándose en la arquitectura, el paisaje y, por supuesto, las escenas de la vida cotidiana; la obra del fotógrafo sudafricano supone, en su conjunto, un retrato crítico de los años clave en el país del apartheid, vertebrando así toda su trayectoria.
El diálogo entre las miradas de Goldblatt y Kanaga representa dos formas distintas pero complementarias de trabajar desde un arte capaz de ampliar los horizontes de una humanidad marcada por el privilegio. Dos exposiciones que se entienden mejor juntas y que cuestionan lo que nos habían contado sobre el funcionamiento del racismo. Ambas se podrán visitar en la Fundación Mapfre de Madrid del 30 de mayo al 25 de agosto.
'Perpetuum mobile' y las narrativas del siglo XXI
Además, este 30 de mayo, coincidiendo con la inauguración oficial de PHotoEspaña 2024, se presenta también el proyecto Perpetuum mobile. Bajo la nueva dirección de María Santoyo, esta exposición colectiva reunirá en la sala Goya una selección de la mejor fotografía española del siglo XXI.
La muestra incluye obras de: Aitor Ortiz, Alejandro Marote, Alfredo Cáliz, Álvaro Laiz, Antonio Guerra, Bego Antón, Elena de la Rúa, Gerardo Custance, Germán Gómez, Ira Lombardía, Irene Zottola, Ixone Sádaba, Jon Cazenave, Jon Gorospe, Juanan Requena, Linarejos Moreno, Lola Guerrera, Mar Sáez, María Cañas, Marina Núñez, Miguel Ángel Tornero, Nicolás Combarro, Patricia Bofill, Paula Anta, Ricardo Cases, Roberto Aguirrezabala y Soledad Córdoba.
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