La vida no da tregua. Pasan los años y, a veces, cuesta trabajo volver a los orígenes de barrio, a los sentires adolescentes, a recuperar una energía que se quedó en el camino aunque después vinieran otras motivaciones. 

El ejercicio de recordar siempre es interesante, aunque si lo hacemos contrastando con alguien que vivió los mismos momentos, los puntos de vista siempre serán divergentes, las apreciaciones subjetivas, y el rescoldo que quedó aún puede hacer mella.

Una pareja, que fue, que no fue, se reencuentran al cabo de muchos años y reviven sus recuerdos de manera dispar. Ya el simple hecho de quedar a una hora cada uno lo ve de una forma diferente. “Hemos quedado a las siete –ya, pero estoy desde las seis –he llegado a las siete menos diez –has llegado tarde”. Y, si es verdad que algo queda, algo quema también.

Los guapos, con texto y dirección de David Trueba, es la apreciación personal de aquellos momentos, no de dos personas, sino de uno y una. Cada cual con sus consideraciones personales, ¿dónde estabas entonces?, ¡cómo hemos cambiado!, ¿ya no te acuerdas?,… Se ven las situaciones sesgadas por aquello que no pasó nunca. O si pasó yo no recuerdo que fuera así. 

El bar como campo de batalla

Es un texto de personalidades y con un algo de intriga. Un escenario, que es un bar, que es un campo de batalla, que es un tiempo que no se ha detenido. Es la historia de un reencuentro con enfrentamientos, de una historia olvidada porque fue pasajera, de una guerra que no se ha librado nunca, pero en la que también hay vencedores y vencidos. Y la sombra de la duda. Algo que ata y no se puede deshacer el nudo, algo que se liberará si se es sincero. Pero la distancia impedirá esa desnudez. Alguien tiene algo que ocultar. Alguien no es claro, alguien sigue siendo tímido, alguien ¿éramos nosotros?

Los guapos, los motes, las etiquetas, los sambenitos, las sospechas, la nostalgia, lo que ya, a estas alturas, no se comprenderá nunca. 

Anna Alarcón y Vito Sanz, interpretando a Nuria y Pablo, se miran en sus propios espejos y ven una figura distorsionada de lo que recuerdan, de lo que pudo haber sido, pero el azogue del espejo está demasiado deteriorado como para revivir sueños. Da la impresión de que cada uno está en su propio desierto. Ha sido circunstancial o provocado el hecho de volver a reencontrarse y, posiblemente, tendrán que pasar otros 25 años para que provoquen un nuevo olvido a desempolvar. En realidad, nada les unía. Son, y eran, radicalmente distintos, ella era de los guapos, él de los anodinos. 

Al final todo se reduce a favores, a melancolía de aire adolescente, a la tristeza que se constata al comprobar que el mismo barrio, las mismas amistades, los mismos espacios no eran realmente compartidos. 

Me parece a mí que esta primera incursión de David Trueba en el ámbito teatral sí es fructífera y necesaria. Hay elementos de búsqueda y de realidad, de cotidianidad, porque no siempre el teatro debe ser grandilocuente ni excesivo. Hay oficio, buenos diálogos y la construcción de los personajes creíble y con una puesta en escena destacable. Larga vida al teatro a través del teatro, no hay mejor forma de hacerlo. 

Cartel de Los guapos, obra de teatro de David Trueba

Los guapos

Reparto: Anna Alarcón y Vito Sanz

Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan

Música y espacio sonoro: Iñaki Estrada

Texto y dirección: David Trueba

Una producción del Centro Dramático Nacional

Hasta el 9 de junio en el Teatro María Guerrero