Un día te puede ocurrir un percance, un simple percance, que después toma visos de irse agrandando por momentos. Al principio mientes o, por lo menos, ocultas la verdad, pero a medida que te van inquiriendo, te desmoronas y acabas claudicando y lo que fue un accidente se puede convertir en un delito. Pero, si al otro lado de quien interroga está otra persona que te desconcierta, que no comprendes muy bien qué es lo que pretende, entonces, tus dudas se hacen mayores, tus miedos más evidentes, tus excusas más palpables. 

Eso es El traje. No importa tanto lo que haya ocurrido, aunque sí, porque es el desencadenante de toda la posterior relación que surge entre los dos protagonistas. Pero, en realidad, lo que subyace a ellos es cómo hacen frente a sus errores, cómo se sofocan o disimulan, cómo abandonan su actitud inicial y se van desmoronando de sí mismos. 

Aquí entran en juego el lenguaje, las palabras, las contradicciones, el desdecirse o afianzarse en una postura, en seguir un camino y negar la evidencia. ¡Vamos, como si fueran dos políticos!

Sincerarse para sobrevivir

En medio de este farragoso acontecimiento en torno a un traje, en principio banal y que no debiera tener mayores consecuencias, se mueven dos grandes cómicos, Javier Gutiérrez y Luis Bermejo. Con un texto inteligente, ágil y divertido, dentro de su dramatismo, Juan Cavestany los sitúa en un sótano sin posibilidad de salida. O se abren y se sinceran, o pueden acabar más que mal. Asistimos a una lección interpretativa para deleite de nuestra contemplación pasiva, atendiendo a gestos, palabras, silencios, la abstracción de lo que cada uno lleva dentro y sus problemas. 

Ninguno de los dos personajes está seguro, (sí los actores, que están inmensos), se muestran imperfectos, cotidianamente humanos, necesitados uno del otro, aunque no lo sepan.

Son antihéroes, luchadores de la vida diaria, pero al mismo tiempo salvadores de una sociedad que tiene la necesidad de entenderse, aunque su discurso sea caótico, algo absurdo, deslavazado, lleno de ternura. No quieren, ni deben, erigirse en salvadores de nada, solo de sí mismos, en base una incomprensión que encuentran a su alrededor. 

El talento de Cavestany

El traje divierte, reímos y estamos con una sonrisa en el rostro, por dos cuestiones: una es el texto en sí mismo, el desarrollo de los personajes y su situación, y la otra, la elegante calidad interpretativa de Luis Bermejo y Javier Gutiérrez. Esa sonrisa no hace que nos pasen inadvertidos los hechos comunicativos (o incomunicativos) de ambos, la delicada cuerda en la que se mueven, la áspera resistencia a contar las cosas como son, los miedos a las relaciones personales, la negación de que algo va mal, porque los otros no tienen por qué enterarse. 

Juan Cavestany entronca con los mejores comediográfos de los últimos tiempos, Dario Fo, José Luis Alonso de Santos, Ignacio Amestoy, Fermín Cabal, Juan Mayorga, Ernesto Caballero, Jordi Galcerán, Paloma Pedrero, Helena Pimenta, Alfredo Sanzol, Laila Ripoll… ¡Qué bueno poder asistir a estos montajes cargados de sabiduría y buen hacer, tanto en la interpretación como en el texto. 

El traje

Texto: Juan Cavestany

Elenco: Javier Gutiérrez y Luis Bermejo

Espacio sonoro: Nick Powell

Escenografía y vestuario: Mónica Boromello

Dirección: Juan Cavestany

Una producción de ProduccionesOff, Vania y Carallada

En el Teatro de La Abadía hasta el 30 de junio