"¿Pero qué pinto yo en Doña Francisquita?", le dijo Lucero Tena a su mánager, Beatrice Altobelli, cuando hace seis años esta le trasladó la propuesta del director teatral Lluís Pasqual para participar en su revisión del clásico de la zarzuela de Amadeo Vives. Tena, la gran figura mundial de la crotalogía, o el arte de tocar las castañuelas, no se imaginaba en qué parte de la obra podía encajar ella. En Doña Francisquita las castañuelas, esas resonantes piezas de apariencia molusca asociadas al folclore español, suelen oírse en el conocido "Fandango" del tercer acto en manos de las bailarinas que protagonizan el número. Lucero fue una figura de la danza española y del baile flamenco, pero ha llovido mucho desde entonces. Hace décadas que se retiró de esa faceta artística para concentrarse en el toque virtuoso de su "pequeño instrumento", como ella lo llama.

Altobelli, que lleva 46 años trabajando con Tena, recuerda que le costó mucho convencer a la artista para se reuniera con Pasqual y el entonces director del Teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco, para que le explicaran el proyecto. Pero lo entendió en cuanto se lo contaron y quedó encantada con la idea.

En un ejercicio metateatral, el tercer acto de esta Doña Francisquita se desarrolla en un ensayo de la propia obra durante el cual el elenco recibe la visita sorpresa de "la más grande". "Decir fandango es decir castañuelas. Y decir castañuelas es decir Lucero Tena", anuncia el actor Gonzalo de Castro, que ejerce de narrador, antes de la aparición de la artista, que toca el "Fandango" en una emocionante interpretación tras la cual recibe el homenaje de todo el teatro.

"Ha sido un detalle, una atención hacia mi persona de don Lluís Pasqual, lo cual agradezco muchísimo", explica Tena, que recibe a El Independiente en su camerino antes del penúltimo ensayo. "La producción es muy bonita, y la música, que no se ha cambiado, es preciosa. Hubo cierta polémica cuando se estrenó pero yo creo que el público ya lo aceptó".

Volver a La Zarzuela

Esta producción del Liceo y la Ópera de Lausana fue recibida con severidad por los aficionados más tradicionalistas tras su estreno en Madrid en mayo de 2019. Viajó después con éxito a Barcelona, Suiza y Valencia. Y ahora, dos años y medio después de cerrar sus representaciones, vuelve al Teatro de la Zarzuela para diez únicas funciones en las que no podía faltar Lucero Tena.

Menuda y vivaz, con su inconfundible peinado y sus cejas perfiladas, la mujer que consolidó la castañuela como instrumento solista en las salas de concierto de todo el mundo está feliz de volver a actuar en Madrid, la ciudad en la que vive. "A este teatro le tengo un cariño muy especial. Aquí debuté hace ahora cincuenta años en mis tres facetas: como concertista de castañuelas, como bailarina del folclore tan rico que tenemos en España, los bailes clásicos de Albéniz, Falla, Turina, Granados, y como bailaora de flamenco".

Nacida en México, Tena compaginó de niña la práctica del ballet clásico con la danza española. Años después, conoció a la gran bailaora Carmen Amaya cuando esta se encontraba de gira en México y se unió a su compañía. Estuvo tres años con ella y en 1958 se instaló en España, donde se convirtió en primera figura del Corral de la Morería, uno de los tablaos por excelencia de la capital.

Su "pequeño instrumento"

"Fui bailarina en mi juventud, pero los años pasan. Dejé de bailar en muy buen momento, no porque me retiraran. Mi mundo es la música", reconoce. "Mis castañuelas, mi pequeño instrumento, siempre han sido lo principal para mí".

Un día, escuchando las sonatas de Domenico Scarlatti, se le ocurrió que podía ser buena idea introducir su pequeño instrumento en la partitura. La cosa resultó bien, y amplió su repertorio con los clavecinistas españoles del XVIII. Evolucionó naturalmente hacia la música clásica, escribió un método de castañuela que se ha traducido a varios idiomas y terminó trabajando con algunas de las mejores orquestas del mundo a las órdenes de directores como Rafael Früebeck de Burgos, Jesús López Cobos, Sergiu Comissiona o Lorin Maazel.

Para sonar poderosa rodeada de maestros sinfónicos "mi lutier, mi artesano, José Tárrega Peiró, de Valencia, que falleció hace poco, me hizo ya mis castañuelas más grandes, con más sonido", explica. "Para mí fue impresionante que pudiesen sonar con una orquesta y que la gente lo aceptara".

Viuda desde hace tres años "de mi médico gallego, que en paz descanse", el traumatólogo Carlos de Mendoza, está a punto de cumplir los 86 pero se la ve en plena forma. Sigue actuando, últimamente acompañada del arpista francés Xavier de Maistre, con quien unió talentos a sugerencia del fallecido Jesús López Cobos. El contraste entre la minúscula y venerable Tena y la imponente presencia del rubio y musculoso De Maistre hace aún más singular la combinación de sus respectivos virtuosismos. "Es un encanto, un músico maravilloso". Este verano actuarán el 5 de agosto en el Festival de Prades, en Francia, y dos días después en el Teatre des Born de Ciutadella, en Menorca. "Mientras pueda tocar, seguiré", advierte, poco antes de recibir por el altavoz de su camerino la llamada para salir al escenario.