"Yo no hubiera podido escribir este libro con 20 años, he necesitado mis 45 para poder hacerlo", dice Sara Desirée Ruiz. Es educadora social de profesión (y vocación), y divulgadora en redes sociales por devoción. Su objetivo es crear un espacio seguro de apoyo para todos aquellos que acompañen a adolescentes. Y como quien tiene mucho que decir y necesita exteriorizarlo, también es escritora. Autora de los libros de no ficción El día que mi hija me llamó zorra: claves para educar en la adolescencia (2022) y Te necesita aunque no lo parezca: recursos para acompañar a adolescentes y potenciar su autoestima (2023), ahora presenta su primera obra de ficción, Lo que dejan las madres (Planeta).
La novela cuenta la historia de Susana, una profesora abnegada que un día recibe un paquete que la transporta directamente a su pasado. Concretamente a uno protagonizado por una de sus alumnas más queridas, Jun, quien residía en un centro de protección de menores y cuya desaparición la atormenta desde hace años. Junto con su sobrina adolescente, Susana, emprenderá un viaje para encontrar a su alumna, sin saber que también la ayudará a encontrarse a sí misma.
Una realidad incómoda
Una historia de crecimiento personal que pone sobre la mesa temas como los centros de protección de menores, o la manera en la que las mochilas emocionales pueden moldear nuestro presente. Y, por tanto, nuestro futuro. Y aunque no son cuestiones para una sobremesa ligera, son recurrentes en la realidad actual.
"No creo que haya suficiente visibilidad sobre este tema –los centros de protección de menores–. Estas realidades son muy incómodas, y por eso muchas personas prefieren ignorarlas", dice Sara Desirée Ruiz en conversación con El Independiente.
«Si se ha tenido la oportunidad de nacer en el lado bonito, también se tiene una responsabilidad social. Lo que pasa es que cuesta mucho asumirla»
Sara Desirée Ruiz, autora de 'Lo que dejan las madres'
Habla desde el conocimiento profesional cuando dice que ha visto situaciones "terribles y tremendas que la sociedad ignora y no aborda", y que cuando lo hace, es "de forma insuficiente". Y no se refiere únicamente a los centros de menores, sino también a otras realidades: "Hay muchas personas que viven sin recursos y que lo pasan muy mal para sobrevivir. No es posible que hayamos construido una sociedad tan mal organizada, tan tremendamente injusta", sentencia.
Sí reconoce que "hemos ganado mucho en cuanto a diversidad" en los últimos años, lo que se traduce en que "personas que antes eran invisibles, ahora ya no lo son. Pero todavía nos queda mucho por hacer". Y distingue claramente entre el punto de vista de los que han nacido en un entorno seguro y más o menos privilegiado y quienes han conocido la exclusión desde pequeños. "Si has tenido la oportunidad de nacer en el lado bonito, también tienes una responsabilidad social. Lo que pasa es que cuesta mucho asumirla, y mucha gente tampoco sabe cómo hacerlo".
Y luego está la estigmatización de los que viven esas realidades. Y, en el caso concreto de Lo que dejan las madres, no es solo la que viven los hijos, sino también sus padres. "Los estigmas hacen mucho daño, y creo que hay que acercarse a las realidades para comprenderlas, no podemos juzgar porque no tenemos ni idea de la historia que tiene cada uno. Todas las personas se encuentran en situaciones, hacen lo que pueden con los recursos que tienen, y luego pasan cosas". Y a partir de ahí, reflexiona, "se tejen las vidas y se tejen las personas".
Seres humanos con cuentas pendientes
Desde la primera página hasta la última, y desde las buenas decisiones hasta las que podrían haberse pensado mejor, las protagonistas son principalmente mujeres a excepción de uno de los personajes, Charly. ¿A qué se debe? "La verdad es que no lo he escrito desde la intención de que solo fueran mujeres, pero es lo que me ha salido: mujeres decididas, mujeres que quieren cambiar las cosas, mujeres que se ayudan... sororas", resume la autora.
Pero ante todo, su afán era retratar a personas con las que el lector pudiese empatizar rápidamente: "Quería que fueran personas reales, así que he buscado retratar eso, diferentes formas de ser humana".
Y como todo humano, siempre parece haber un tema que resolver del pasado. Ya sean frivolidades como pedir de una vez a esa persona que te haga el bizum del regalo común, o cuentas pendientes tan duras como a las que se enfrenta la protagonista del libro. Y no solo cuestiones que resolver con otras personas, sino también gracias a ellas, como encontrarnos a nosotros mismos.
"Lo que vivimos con los demás muchas veces nos obliga a mirarnos a nosotras mismas: ¿por qué he reaccionado así cuando me ha dicho esto?, ¿por qué me duele tanto esta situación?, ¿por qué todavía sigo pensando en aquella persona que hace años que no veo?", ejemplifica la autora.
La huella del docente
Tanto en el libro como durante la entrevista, Sara Desirée Ruiz recalca la huella que dejan las relaciones que se tejen durante la infancia, tanto las familiares como las que surgen en el colegio y el instituto. De hecho, Lo que dejan las madres comienza con Susana, la protagonista, corrigiendo unos exámenes que todavía huelen a la tiza del colegio.
"Para mí los docentes son personas extremadamente importantes porque es una etapa muy sensible. En función de cómo me tratan esas personas, yo también empiezo a tratarme a mí misma". Piensa en ellos como referentes que los alumnos toman para decidir el tipo de adultos que quieren ser en el futuro. "Rajo mucho del sistema educativo en redes, pero también intento cuidar a las profes porque son personas con un trabajo muy bonito y sobre todo, muy importante". Y a pesar de que "son muy necesarias, sé que no están reconocidas como merecen, así que por eso Susana es profesora".
Una docente que es la protagonista de la primera novela de Sara Desirée Ruiz y que aspira a dejar, como describe la autora, "ese suspiro interno, entre triste y lleno de cuando terminas de leer algo que te ha gustado mucho pero que sabes que vas a echar de menos".
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