Por séptima vez consecutiva, Finlandia ha sido nombrado el país más feliz del mundo. Este país nórdico, que no escandinavo, se ha convertido sorprendentemente en el paradigma del bienestar en un contexto mundial marcado por la incertidumbre y la inestabilidad permanente. Aunque esto de medir algo tan intangible como la felicidad siempre resulta sospechoso, la respuesta al fenómeno sociológico, si es que la tiene, se vuelve algo más palpable cuando se viaja al epicentro de este espíritu finlandés que se encuentra en la conocida como Región de los lagos.

Este viaje a través del país recorrerá tres puntos cardinales en el área central de su geografía, empezando por Jyväskylä, conocida como la Atenas de Finlandia, pasando por Manttä, ciudad de origen industrial y refugio de la mayor colección privada de arte de los países nórdicos, y terminando en Tampere, segunda ciudad del país, con una historia muy ligada al movimiento obrero y que se ha ganado el sobrenombre de capital de las saunas. Pero antes de iniciar el recorrido, es necesario hacer una primera aproximación a la idiosincrasia finesa, para tratar de acotar las claves que hacen de este país un lugar tan especial.

Al sur de Laponia, ese lugar de ensueño y fantasía donde vive Papá Noel, y a unas tres horas y media en tren de la moderna Helsinki, este paradisíaco entorno, desconocido para la mayoría de los turistas extranjeros, es el lugar preferido por los finlandeses para pasar su tiempo de ocio y descanso. Cubierto por frondosos bosques de pinos, abetos y abedules, y regada por la pureza cristalina de sus innumerables lagos, adentrarse en esta zona es una de las mejores formas para experimentar en qué consiste eso de la "felicidad finlandesa".

La conexión con la naturaleza

Precisamente, uno de los puntos clave para entender dicho estado de felicidad social se encuentra en la fuerte conexión que mantienen los finlandeses con la naturaleza. De hecho, cuando le preguntas a cualquier paisano por el mayor orgullo de su país, te responderá sin dudarlo hablando sobre las maravillas de su patrimonio natural. Con más de 4 hectáreas de bosque por habitante y alrededor de 190.000 lagos, el privilegiado entorno que los rodea más que una escapatoria a la vida moderna, es un modo de entender su existencia.

Sauna Lahti en el lago Lehmonkarki | Julia Kivela (Visit Finland)

Como país joven que es (independizado en 1917), desde el principio se ha visto condicionado por el dominio de los dos imperios que lo rodean, primero por el sueco y por el ruso después. Marcada por la humildad de esta subordinación, Finlandia se ha encomendado siempre a las bondades de la naturaleza, dura y austera durante el invierno, generosa y fértil en verano.

Por eso, su conexión con los bosques, los lagos y fauna en general va más allá de lo circunstancial, forjando su carácter y grabando en su conciencia la necesidad de convivir en armonía con su entorno. Porque cuidar de él, es tan importante como cuidar de sí mismos.

Los Mökki: el lujo de la sencillez

Otra de las claves de la felicidad finlandesa se encuentra en una concepción de lo lujoso estrechamente ligada a la sencillez y el pragmatismo nórdico. Un ejemplo, a su manera, de aquello de que "no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita".

Si en España se estila el turismo de sol y playa, para la mayoría de los finlandeses, su idea de unas vacaciones perfectas pasa por irse a una casa de madera a orillas del lago, también conocidas como Mökki, y dedicar el verano a pescar, nadar, hacer barbacoas y, por supuesto, a la sauna.

Aunque los Mökki clásicos se definen por su austeridad y los servicios básicos, prescindiendo incluso de agua y electricidad, hoy en día no son tan radicales. Teniendo en cuenta que durante la estación estival se rozan las 20 horas de luz y la temperatura media son unos agradables 20 grados, tampoco se necesitan muchas más comodidades.

Mökki a orillas de un lago cerca de Tampere. | Ninara

Esta filosofía de ocio, que entronca directamente en su estrecha relación con la naturaleza, se refleja en una forma de concebir que lo mejor de la vida son los pequeños placeres más sencillos que nos devuelven a nuestros orígenes, prescindiendo de cualquier tipo de ostentación y vacuidad.

Una filosofía de vida en la que la mayor aspiración consiste en disfrutar de aquello que la naturaleza les brinda y corresponderla con su buen hacer.

La cocina: proximidad y temporada

En esta misma línea, la cocina finlandesa está inevitablemente marcada por una practicidad basada en la proximidad y la estacionalidad. Por su situación geográfica y climatológica, la comida, según la época del año, depende de las posibilidades de una tierra muy fértil y soleada en verano, que se hiela bajo la frialdad del oscuro y largo invierno. Esto provoca una importante presencia de ahumados y encurtidos durante el invierno y la primavera; setas y frutos rojos en verano y otoño. Además de incluir la carne de caza, con reno, arce y venado, y el pescado, tanto de agua dulce como salada, con el salmón como joya de la corona.

Lo habitual es que la mayoría de sus platos tengan un alto contenido calórico en forma de grasa para aguantar la dureza del invierno. Todo ello, teniendo en cuenta siempre, no solo lo que está de temporada, sino la proximidad del producto. Una forma de entender la comida, otra vez, como un regalo de la naturaleza que aprovechar y agradecer. Entre los platos estrella están el Lohikeitto, una sopa a base de salmón, eneldo y nata, las makkara (salchichas) a la parrilla, y siempre con el acompañamiento del Ruisleipä, un pan de centeno muy típico.

La sauna, el refugio de la felicidad finlandesa

Pero si hay algo imprescindible para la felicidad de un finlandés, eso es la sauna. Se calcula que hay más de tres millones de saunas en un país que cuenta con unos cinco millones de habitantes. Lo habitual es que cada uno tenga una pequeña sauna en su casa, pero si no también las hay comunitarias y públicas, al igual que restaurantes con sauna o incluso museos. Mínimo una vez por semana, los finlandeses acuden a estos templos del bienestar para encontrar un momento de relajación y curación, ya sea solos o acompañados.

Una mujer descansa en la Art Sauna de los Museos Serlachius.

A lo largo de su historia, la sauna ha servido y sirve para prácticamente todas las fases vitales. Desde los partos hasta los embalsamientos, pasando por las peticiones de mano o el cierre de negocios y pactos políticos. Una sauna para un finés es un lugar de culto casi tan importante como una iglesia, allí, por ejemplo, se preparan con especial cuidado para la Navidad o el solsticio de verano (las dos fechas más importantes en su calendario). Es importante señalar que, en su cultura, la sauna no tiene ningún tipo de connotación sexual, pese a que lo normal sea entrar en ellas desnudos.

Recibir una invitación a una sauna es un signo de confianza y su relevancia en la vida pública y privada de las personas se da por supuesto. De hecho, el sábado, día en el que prácticamente todos los finlandeses dedican un tiempo a este ritual social, la gente que trabaja suele tener un extra porque se presupone que se le está privando de su momento sauna.

El país del bienestar confía en sus políticos

Más allá de una filosofía o un estilo de vida, para alcanzar un bienestar real es necesario tener cierto orden social que permita no dejar a nadie fuera y reducir el número de preocupaciones diarias al mínimo.

La clave de esto para los finlandeses se encuentra en su confianza en las autoridades. Ellos no se cuestionan la idoneidad de sus impuestos, por muy altos que sean, el Estado está ahí para facilitarles la vida. Entre otras cosas, más allá del archiconocido sistema educativo, Finlandia es un buen país para tener hijos, con muy buenos permisos de paternidad y servicios asequibles de guardería para todos. En una pareja que acaba de tener un hijo, cada uno de ellos tiene derecho a 160 días laborables de baja y en el caso de que haya un solo progenitor, puede usar él solo los 320 días laborables.

Los empleos, bien pagados (sueldo medio de 4.443 euros al mes) y, sobre todo, con buenas condiciones permiten a los finlandeses reducir algunas de las preocupaciones que más infelicidad causan en el día a día de las personas, fomentando un justo equilibrio entre la vida personal y profesional.

La felicidad también se defiende con armas

En contraste con esta sensación de país apacible preocupado por la sostenibilidad ecológica y el bienestar social, Finlandia es uno de los países más militarizados de su entorno, donde el servicio militar es obligatorio para los hombres de 18 a 60 años y voluntario para las mujeres, contando con uno de los mayores números de reclutas de la Unión Europea.

Aunque históricamente ha gozado de una condición de neutralidad por su posición geoestratégica entre Rusia y Europa, en los últimos años y con el aumento de la preocupación por los movimientos de Putin, Finlandia ha tomado una posición más beligerante con respecto a sus vecinos, llegando incluso a ingresar en la OTAN.

"Hemos sido ejemplo de diplomacia, pero eso hoy en día es imposible", comentan algunos de sus paisanos que ven, una vez más, en las pretensiones imperialistas de Rusia la mayor de las amenazas contra el bienestar social que tanto les ha costado conquistar.

Y es que la felicidad, como la virtud, también se encuentra en el término medio. Acostumbrados a los extremos, a convivir entre Rusia y Europa, a la noche perpetua y al día que no se acaba, al calor de las saunas y al frío helado de los lagos en invierno, han conseguido encontrar ese equilibrio que no se puede calcular llamado felicidad.