-¿Feliz?

-Bueno, bien.

Acababa de cortar una oreja del chiquito quinto de la tarde, y Morante esbozaba algo parecido a una media sonrisa en el callejón de la plaza de Santander.

Bien sin entrar en detalles, le faltó decir en los micrófonos de OneToro TV.

"No responde a los antidepresivos y además en los últimos días le hemos hecho pruebas de todo tipo. Le fallaban las piernas y se quedaba como sin fuerza". Estas palabras del apoderado del torero el pasado 7 de junio a Zabala de la Serna en El Mundo han supuesto la mayor revelación sin tapujos, ni off the record ni briefing -detestable por manido procedimiento periodístico tendente a la manipulación- que se tiene constancia de la enfermedad -psiquiátrica, en este caso- de un personaje de relevancia pública como es el Genio de La Puebla.

Desde aquel 7 de junio hasta el 23 de julio, Morante ha estado fuera de la pelea, cayéndose de los carteles anunciados sin que el sector se soliviantara por tamaña ausencia. Respeto y admiración, como dejó claro Enrique Ponce antes del paseíllo por compartir la tarde de su adiós a Santander con la reaparición de "un torero importantísimo para la tauromaquia, una gran figura de la historia". No sólo le saludó y abrazó allí mismo, sino que le brindó su primera faena. Cosas de toreros.

Aparte del prodigioso toreo que desplegó, era importante ver qué decía, cómo estaba Morante. En el patio de cuadrillas, ya rápido se sinceró: "El camino no ha sido fácil, estamos haciendo un esfuerzo. A ver si tenemos suerte y se puede recompensar".

-¿Se encuentra bien?

-Bueno, en la lucha, ¿no? Esto es una cosa muy pesada que necesita mucha constancia. Y aquí estamos.

-Tiene el apoyo de miles de aficionados que le apoyan siempre.

-Lo sé, muchas gracias.

Revolera de Morante en la plaza de Santander.
Revolera de Morante en la plaza de Santander. | EFE

Sudando, nada más estoquear al primero de Domingo Hernández, mostraba su lado más natural para resaltar que el toro había tenido "mucha rabieta, aun siendo un toro bastante potable. Pero a veces me enganchaba la muleta. Ha sido un poquito una guerra entre dos". Mucha rabieta, ahí queda para las descripciones prolijas en las fichas de crónicas.

Ese toro de la reaparición se lo brindó a su apoderado y amigo Pedro J. Marques, quien al borde de la lágrima reconoció la importancia de la tarde porque claro que pensaban que Morante no iba a volver a torear (esta temporada, se entiende, aunque mejor es estar prevenido para entender cualquier otra cosa).

Llegó el quinto, desparramó el Genio la verónica, bordó el natural, se fue tan pimpante -torerísimo- tras un desarme, cortó otra oreja y afirmó: "Lo mejor es el esfuerzo conseguido y romper la barrera de estar parado". A lo que añadió más rutinariamente que el toro había sido mirón y distraído al coger los trastos.

Y llegó la pregunta clave.

-¿Feliz?

-Bueno, bien.

Morante vuelve a estar. Sin entrar en detalles.