Madrid celebra estos días lo que el Ayuntamiento define como “las fiestas más castizas e históricas” y se agradece el esfuerzo de los distintos gobiernos municipales por mantener algunas de las tradiciones madrileñas más arraigadas en la capital. Las verbenas de San Lorenzo, San Cayetano y la Virgen de la Paloma cada vez cuentan con más adeptos convencidos que se atavían con parpusas, chalecos, claveles, mantones, vestidos, faldas almidonás y lo que haga falta. Los balcones, portales y fachadas se engalanan y no faltan farolillos, guirnaldas, suministro de limonás y demás refrescos verbeneros. El programa de fiestas cuenta con actividades para todos. También los que quieren bailar chotis, a pesar de que este baile aún no cuente con un reconocimiento oficial, disponen cada año con algo más de espacio en las verbenas. Pero ¿alguien se acuerda del instrumento que a golpe de manubrio animaba estas fiestas?
El organillo, como el chotis, tampoco es de origen madrileño
Es sabido que ser madrileño es más una cuestión de voluntad que de origen y que, si se dejan, la capital convierte rápidamente en castizos a los recién llegados. Pasa con sus habitantes, con sus tradiciones y con sus iconos más folclóricos. También pasó con el organillo. Introducido desde Italia por los hermanos Apruzzese a finales del siglo XIX a instancia del maestro Tomás Bretón, el ingenio musical se hizo rápidamente popular gracias a las ventajas que ofrecía. Para empezar, era portátil y además no requería que el tañedor tuviese formación musical, ideal para las verbenas.
Hasta 2008, Madrid contó con el taller de Antonio Apruzzese en la Carrera de San Francisco, descendiente de los pioneros del organillo en Madrid fue lutier, afinador, reparador, compositor y grabador de rodillos. La afición era tal que grabó numerosos discos bajo el nombre de “El As del organillo” con chotis, pasodobles y las piezas más populares de algunas zarzuelas. Tras su fallecimiento en 1998, el establecimiento fue sostenido como tienda de alquiler, reparación y suerte de “museo” del instrumento por los hermanos Ochoa del Olmo que tras una década al frente tiraron la toalla por falta de demanda y de apoyo institucional.
¿Dónde se puede ver un organillo en Madrid?
Hoy en día, incluso en las fiestas populares de Madrid es difícil ver algún organillero en acción. Acaso algún bar castizo como el Muñiz de la calle de Calatrava sigue con la tradición de instalar el cajón musical y convencer a algún chulapo con oído para que le dé vueltas al manubrio a cambio de “la voluntad”. Pero ni siquiera las asociaciones castizas pueden hacer frente al alquiler o compra del instrumento que, por otra parte, es más aparatoso que el versátil altavoz que vía bluetooth te proporciona cualquier pieza.
Tampoco como pieza de museo o exposición es posible verlo y sorprende que, dado su carácter de un instrumento típico de Madrid, el museo de historia la ciudad no disponga de una colección para mostrar al público.
Si las autoridades no lo remedian tendremos que conformarnos con el archivo fotográfico de este instrumento injustamente olvidado, y recuperar el sonido metálico del rodillo de púas a través de alguna plataforma de Internet. Y es que como dicen don Sebastián y don Hilarión en la zarzuela de la Verbena de la Paloma “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad” pero perdemos un trozo de historia y eso “¡es una brutalidad, es una bestialidad!”.
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