"Je me souviens". Es el lema de Quebec. "Yo recuerdo". Nadie sabe qué, pero define a un pueblo que mira a su origen francés con una mezcla de nostalgia y esperanza. Son quebequeses, ni europeos, ni americanos, y una combinación de las dos identidades. En Canadá se sienten acosados por la presión de la cultura americana, pero sobre todo por un multiculturalismo que creen que pone en peligro su idiosincrasia. De Francia están desvinculados: nadie imagina a Macron llamando al Quebec libre como hizo De Gaulle.

Hablan un francés más nasal y más arcaico, disfrutan de los petit-déjeuner con deliciosos cruasáns y café intenso, y crecen junto al Saint-Laurent, el caudaloso río que atraviesa Quebec. Es una de las diez provincias de Canadá, el segundo país más grande del mundo, después de Rusia, y el segundo con menor densidad de población, después de Australia. La pequeña Francia es un oasis semieuropeo en América. 

Los orígenes franceses esta peculiar provincia canadiense se aprecian especialmente en la Place-Royale de la ciudad de Quebec, la capital. Reconstruida en gran parte entre 1960 y 1980, la Place-Royale conserva el ambiente de o que fue la Place du Marché cuando estaba bajo el régimen francés, con sus casas de piedra de dos o tres alturas, y sus tejados a dos aguas. Es aquí donde Samuel de Champlain construyó su primer asentamiento francés en América en 1608. Aquello era un fuerte, un almacén, un puesto comercial y una residencia. 

La Place-Royal alberga edificios de influencia británica y la iglesia de piedra más antigua de Norteamérica, Notre Dame des Victoires. Las primeras construcciones, de madera, fueron destruidas en un incendio en 1682. Cuatro años más tarde se colocaba el busto en homenaje a Luis XIV. Es entonces cuando se transforma de Place du Marché a Place-Royale. 

Fue uno de los lugares más dañados en la Batalla de Quebec en 1759. La reconstrucción fue a cargo de los británicos. En la actualidad los nuevos comercios de souvenirs y los restaurantes ofrecen cierta armonía con el entorno. El viajero puede sentirse en el corazón francés de América del Norte. 

A pocos metros de la plaza se erige un mural conocido como La Fresque des Québécois, en el que se rinde homenaje a una serie de personajes históricos. En 1999 durante nueve semanas 12 artistas franceses y quebequeses pintaron la obra en la que están representados Jacque Cartier y Samuel de Champlain, quienes exploraron el continente, Louis Jolliet, nativo de Quebec y gran conocedor del Mississippi, o el intendente Jean Talon, y el gobernador Louis d Buade, conde de Frontenac. 

En la ciudad de Quebec se encuentra el imponente Castillo de Frontenac, construido en el siglo XXI. Con sus 18 pisos y 600 habitaciones, desde su base puede contemplarse la ciudad vieja y el río Saint-Laurence. Debe su nombre al gobernador Luis de Buade, conde de Frontenac, quien protegió Quebec en el siglo XVII de una invasión británica en masa. 

En el castillo han dedicado suites a los Trudeau, padre e hijo, al general Charles de Gaulle, y también a Céline Dion, una de las quebequesas más conocidas junto a Leonard Cohen, originario de Montreal. 

La conciencia política de Quebec

Quien quiera completar su recorrido con una mirada más política puede visitar el Parlamento de Quebec. El edificio, que fue diseñado por el arquitecto Eugène-Étienne Taché, se construyó entre 1877 y 1886. Está situado en el barrio de Vieux-Québec–Cap-Blanc–colline Parlementaire, justo fuera de las murallas del casco antiguo de Quebec. En su fachada hay 22 estatuas de personajes relevantes en la historia de la provincia canadiense. No faltan Samuel de Champlain y Louis de Buade.

El año 1759 fue decisivo en el balance de poder entre Francia y Gran Bretaña en Canadá. El general Montcalm resultó derrotado frente al general Wolfe y Francia perdió el control de Quebec y Saint-Laurence. Pero Gran Bretaña, viendo lo que sucedía en la guerra de independencia en EEUU, quiso contener cualquier tipo de rebelión en la antigua colonia francesa y por ello aprobó 1774 la Quebec Act. Esta ley garantizaba a los quebequeses la práctica de la religión católica, el uso del francés, e incluso podían regirse por el Código Civil francés.

Cuando en 1867 la Constitution Act estableció el dominio de Canadá, que incluía Ontario, Quebec, Nueva Escocia y New Brunswick, no se revocaron los derechos adquiridos por la Quebec Act. Todas las provincias de Canadá adquirieron el sistema legal que actualmente está en vigor. Así Canadá es desde entonces una monarquía constitucional, sí han leído bien. Carlos III es rey de Canadá, aunque su papel es meramente simbólico. Está representado por el gobernador general.

El poder real se asienta en el Parlamento de Canadá, con sede en Ottawa, la capital del país. Pertenece a Ontario pero está en la frontera con Quebec. En el Parlamento hay 308 diputados. El primer ministro no se elige directamente sino que es designado por una mayoría de diputados. Justin Trudeau, líder del Partido Liberal, es el jefe del gobierno de Canadá desde 2015. El país ha de celebrar nuevas elecciones en octubre de 2025 a más tardar.

Los gobiernos provinciales tienen competencias en salud, educación, administración de justicia, medio ambiente, derechos civiles y estado del bienestar. Pero desde la llamada revolución tranquila, en la segunda mitad del siglo XX, cuando Quebec ha experimentado un salto económico, las demandas de independencia se han acrecentado.

Justin Trudeau es hijo de Pierre Trudeau, quien fuera primer ministro entre 1968 a 1984. Pierre Trudeau fue un firme defensor de un gobierno central fuerte, con el inglés y el francés como idiomas oficiales, para evitar que Quebec se escindiera. Afrontó tiempos muy complicados.

Vive le Québec livre!

En 1967 fue cuando el general De Gaulle visitó Quebec, y desde el balcón del Ayuntamiento en Montreal gritó: "Vive le Quebec libre!". Atizaba así el nacionalismo quebequés, que tuvo una deriva violenta. El Frente de Liberación de Quebec secuestró y mató al viceprimer ministro, Pierre Laporte, y Pierre Trudeau declaró la ley marcial en Quebec y encarceló a varios separatistas. Mientras fuera de Quebec fue elogiado, dentro de la provincia creció el deseo independentista.

En 1976 llegó al poder en Quebec René Lévesque, que encabezó un gobierno separatista. Convocó un referéndum por la independencia en 1980, pero el no a la escisión fue claramente mayoritario. Sin embargo, en 1995 se impuso el no por un estrecho margen: apenas el 1%. Desde 2006 el Parlamento de Ottawa reconoce a Quebec como nación dentro de Canadá.

Después de unos años de fatiga separatista, el movimiento independentista está resurgiendo en Quebec. En la sede del Partido Quebequés en Montreal, la ciudad más poblada de la provincia, nos ofrecen un pasaporte como recuerdo. Desde agosto de 2022 los ofrecen en la tienda del partido por 3,5 dólares canadienses (unos 2,3 euros). Nos advierten que no tiene validez legal. Es azul marino y lleva la flor de lis en su portada.

Maurici Richard, que actúa como portavoz del Partido Quebequés, procede de Francia y decidió emigrar a Quebec cuando se quedó sin trabajo en su país natal. Los franceses tienen facilidades para instalarse en la que era antigua colonia. Cada año unos 10.000 franceses deciden instalarse en Canadá.

Dos modelos de país

Explica que Quebec no necesita del acuerdo del Parlamento de Ottawa para convocar un nuevo referéndum, al contrario de lo que sucede en Escocia o en Cataluña, pero hay partidos en auge que defienden una tercera vía, es decir, defender los intereses de Quebec en la Federación. El problema para los independentistas del Partido Quebequés es que el modelo político, social y cultural que representa el Canadá actual choca con el quebequés.

"El modelo quebequés se basa en aceptar la diversidad pero dando prioridad al idioma francés y a la laicidad, es decir, lo opuesto a la multiculturalidad anglófona", señala el portavoz, que asegura que el francés está en declive porque los jóvenes tienden a usar más el inglés y los inmigrantes, y Canadá es un país de inmigrantes, también. Para los independentistas está saturada la capacidad de acogida de inmigrantes.

De momento, los claramente soberanistas no llegan al 25%, pero creen que la tendencia está al alza. ¿Por qué? Hay una percepción de identidad amenazada. Las grandes corporaciones americanas toman posiciones frente a los pequeños comercios donde se despachan delicatessen al más puro estilo parisino.

En las calles de Montreal se escucha más francés, pero también se ven cada vez más Subways y MacDonalds frente a establecimientos como Bagel Etc o el Schwartz's Deli, en St. Laurent Boulevard, entre los favoritos de Leonard Cohen, uno de los hijos predilectos de la ciudad, como se aprecia en el mural de la Crescent Street. Cohen siempre se definió de Montreal, más que quebequés o canadiense.

A sus 20 años, ya escribía que tenía que volver a Montreal de vez en cuando "a renovar mis neuras". Años más tarde confesaba que se sentía en casa en Montreal, "como en ningún otro sitio". También se sintió así Kamala Harris, quien pasó varios años de su adolescencia en la ciudad. Es lo más cerca de Europa que ha residido quien aspira a ser la primera presidenta de EEUU.