Cuando Ikea no era ni siquiera un sueño, Vinçon convirtió su enorme local en lo alto del Paseo de Gracia de Barcelona en epicentro del diseño. La globalización acabó hace casi una década con esa idea tan boomer de democratizar el diseño a escala local, pero la multinacional sueca se ha convertido en la excusa ideal para rememorar su legado. La muestra 100 objetos de IKEA que nos hubiese gustado tener en VINÇON abre sus puertas este jueves en el DisenyHUB de Barcelona con la idea de contraponer esos dos conceptos, aparentemente opuestos, en los que Fernando Amat, alma mater de Vinçon, ha encontrado también puntos de encuentro.

Entre el centenar de objetos seleccionados por Amat no podían faltar el escalón para niños Försiktig (1,99 euros), la estructura de cama Gjöra (189 euros), o la silla Ulriksberg (112 euros). Imposible no encontrar en la selección -todos los artículos con su precio respectivo- algún objeto que el lector no haya tenido en su propia casa.

Juli Capella, comisario de la muestra, ha sido el responsable de desarrollar la idea original de Amat, rendir tributo a Vinçon con piezas de Ikea. "Siempre con su ironía tan inteligente", apuntaba Capella en la presentación de la muestra, recordando que el dueño de la histórica tienda fue de los pocos en defender Ikea desde el primer momento, pese al perjuicio evidente para su negocio.

Juego de espejos

Para ir más allá de la selección de los 100 objetos la exposición establece un juego de espejos entre las dos marcas. Dos referentes que han marcado las últimas décadas del diseño y que, pese a las evidentes diferencias de escala, también presentan semejanzas.

Este análisis comparativo profundiza en 14 ítems que van de la historia y los fundadores a las cifras o la geografía, pasando por el logotipo, la comunicación, la publicidad, las bolsas, la democratización del diseño, la promoción de la cultura o el nombre de las piezas. Una oportunidad para descubrir el por qué de los imposibles nombres de los muebles de Ikea: responden a una regla nemotécnica del fundador de la marca, Ingvar Kamprad, quien decidió superar su dislexia censurando los códigos numéricos.

Ikea nombran unos 2.500 productos cada año que cumplen ciertas reglas: son nombres escandinavos, de entre 4 y 12 letras. Con los apellidos prohibidos, cada categoría de producto está relacionada con un tema -los muebles y artículos del hogar suelen estar relacionados con áreas geográficas, animales, plantas, etc-.

Las coincidencias

De este modo, la exposición pone en evidencia diferencias como el alcance territorial, la facturación -Vinçon facturaba un 0,03% de lo que factura la multinacional sueca- o el tipo de gestión. Pero también saca a la luz algunas características comunes en el perfil de sus impulsores, en la importancia que las dos marcas han dado a aspectos como la comunicación, el naming, el sentido del humor o la promoción de la cultura, o en el compromiso compartido con el buen diseño y su democratización.

La conversación que la exposición establece entre Vinçon e IKEA permite reflexionar sobre aspectos como qué es el buen diseño y cómo impacta en la vida cotidiana de las personas, los cinco valores del diseño democrático (forma, función, calidad, sostenibilidad y precio) o la interrelación entre funcionalidad y estética. La exposición informa del precio de las piezas escogidas, un hecho nada usual en un museo. Y lo hace precisamente con la intención de introducir el debate sobre la importancia social que tiene este dato a la hora de escoger un producto.