Fernando Caballero (Madrid, 1988) fue uno de tantos miles de jóvenes españoles que en 2014, durante la última gran crisis, se fue de España en busca de las oportunidades profesionales que su país no podía ofrecerle. Comenzó a trabajar en un gran despacho de arquitectura en Fráncfort y a dar clase en la Universidad Técnica de Darmstadt. Comenzó, también, a reflexionar sobre su ciudad. "Cuando estás fuera ves las cosas desde otra perspectiva", reconoce a El Independiente este arquitecto que escribe sobre urbanismo en El Confidencial. En 2022, un año después de regresar a España, publicó un artículo titulado "¿'Quo vadis', Madrid?", en el que analizaba la prosperidad reciente de la capital y los riesgos y oportunidades de un "modelo madrileño" de éxito que es visto con recelo desde otros lugares de España. Aquel texto fue el germen de Madrid DF (Arpa), un libro en el que desarrolla sus ideas sobre la ciudad y llega a una conclusión: Madrid debe seguir creciendo para no empobrecerse y competir en el escenario global al que ha vuelto a acceder en los últimos años.
"Madrid fue la primera gran capital moderna de Occidente, uno de los grandes centros de poder de Europa, y dejó de serlo cuando su sistema", el de la monarquía hispánica entre dos hemisferios, "colapsó a principios del siglo XIX", reflexiona Caballero. "Se ha mantenido como una ciudad de segundo orden hasta que ha vuelto a conectarse tanto con el resto del país, a través de autopistas y de la alta velocidad, como con su mundo, que es Hispanoamérica. Y ha sido entonces cuando han vuelto a aparecer dinámicas que hacía 200 años que se habían marchado, y que son las que tenemos ahora, cuando Madrid ha vuelto a atraer a gente de muchos países", y con ello a florecer y prosperar.
Pregunta.- En su libro describe un nuevo orden mundial donde el concierto de naciones está dando paso a un desconcierto de ciudades, un escenario descarnado de urbes que compiten entre sí y crecen a toda costa para sobrevivir.
Respuesta.- Es un libro realista. Madrid está encaminada a llegar a diez millones de habitantes de aquí a 25 años. ¿Eso es bueno o malo? ¿Cómo lo gestionamos? ¿Cómo hacemos para que sea lo mejor posible para todos? El talento se va a las grandes ciudades, y hay que ver cómo debe ser el desarrollo de Madrid para que cuando vengan mal dadas la ciudad esté bien encarrilada, el sistema aguante, siga siendo un lugar de oportunidades y retenga talento. Que no vuelva a pasar lo que pasó a partir de 2007 y durante muchos años, cuando la gente se tuvo que ir.
Metrópolis o megalópolis
P.- Madrid tiene algo que le falta a muchas grandes ciudades globales, que es suelo. ¿Pero tiene el plan de crecimiento coherente, tanto desde el punto de vista urbanístico como económico, que necesita para ese gran salto?
R.- Lo está buscando. Hay muchas iniciativas que van encaminadas a que ese plan exista y creo que hay mucha gente desde muchos sectores que está entendiendo que es necesario. Madrid ha dado un salto de escala demográfico y económico, pero todavía no ha caído, y tiene que caer bien. Puede hacerlo convirtiéndose en una megalópolis, un lugar que lo absorbe todo y que por una cuestión de mero peso demográfico sigue atrayendo más y más gente y por tanto creciendo económicamente; o en una metrópolis, que es un lugar que reparte riqueza y energía y futuro a muchos otros lugares mientras sigue atrayendo flujos de capital financiero, económico y humano. Madrid está en una encrucijada, y dependiendo de lo que se haga en los próximos años puede encaminarse hacia un lado o hacia el otro.
P.- Según su descripción, la megalópolis drena lo que la rodea, mientras que la metrópolis genera a su alrededor oportunidades que de otro modo ni siquiera existirían. ¿Cuál es la estrategia para lograr ese crecimiento virtuoso?
R.- Creo que ejemplos como París o Buenos Aires no son nuestro objetivo. París es una gran ciudad con un gran centro y una enorme periferia que no solo lo es física o geográfica, sino como sistema, con todo lo que ello implica. Hasta el punto de que buena parte de Francia se ha convertido también en una periferia y los franceses empiezan a votar contra París. Para que eso no ocurra, para que Madrid no sea una ciudad macrocefálica con todos los problemas sociales, económicos y políticos que eso implica, Madrid tiene que repartir juego. Tiene que estar muy bien conectada, pensarse hacia fuera, atraer talento y dinero y gente de América Latina. Pero también coserse bien hacia dentro de manera metropolitana, entendiendo que debe ser el centro de un conjunto de centros, una ciudad de ciudades que incluya a Guadalajara, a Toledo, a Segovia. Una trama con muchos centros y muchas periferias. Una ciudad no deja de ser un sistema, y un sistema con redundancias funciona mejor y es mucho más resiliente. Tenemos la suerte de que entre las muchas ciudades que componen el área metropolitana de Madrid hay sitio para poder cosernos y que el crecimiento no solo tenga lugar aquí sino en al menos otros diez o doce lugares alrededor de Madrid.
Un proyecto de Estado
En su salto adelante, Madrid ya presenta rasgos tanto del modelo bueno como del modelo malo que describe Caballero en Madrid DF. "Con Guadalajara, Toledo o Segovia funciona como una ciudad que les da energía, que aumenta su población, su economía, que les da futuro. Pero actúa como una megalópolis con aquellos lugares con los que está mal conectada", explica. "Ávila, por ejemplo, está a 85 kilómetros de Madrid, pero se tarda en llegar dos horas en tren. Por tanto, a nadie le compensa vivir en Ávila, porque no está metropolitanizada. No se trata de que Madrid cruce la montaña y crezca hasta Ávila, sino de que Ávila o Talavera de la Reina sean otros centros de ese sistema económico y urbano bien conectado, una gran región centro. Eso en buena medida depende del Estado. Está en su capacidad y su competencia revertir esa desconexión.
P.- Ahora mismo parece complicado que se dé un consenso a favor de Madrid como proyecto nacional. En las periferias predomina la idea de que Madrid es un monstruo que lo engulle todo.
R.- Lo primero para que esto sea un proyecto común es que Madrid le explique al resto del país cuál es su proyecto, aunque en efecto depende de otras administraciones, y sería necesario hacer más eficiente la coordinación entre ellas. De hecho, sería deseable que todas las áreas metropolitanas de más de medio millón de habitantes tuviesen algún tipo de autoridad metropolitana que dirigiera la coordinación a muchos niveles, territorial, de aguas, de transportes, de desarrollo urbanístico, de vivienda. Cuando existe una autoridad metropolitana existe un plan de futuro. Eso es fundamental, y es una pata que falta por desarrollar en España, simplemente utilizando los instrumentos del ordenamiento jurídico que ya tenemos, del mismo modo que existen consejos comarcales o los cabildos insulares.
"Hay muchos madrileños que piensan que Madrid es una ciudad invivible, pero lo cierto es que nadie se marcha"
En ese sentido, donde tenemos mucho que aprender es en Barcelona. Su región metropolitana es un conjunto de muchas ciudades, de pueblos, de parques naturales, de centros productivos a 150 kilómetros a la redonda de Barcelona que funciona como una red urbana muy grande, muy bien cosida, con carreteras, cercanías, trenes lanzadera. Para casi dos millones de personas menos que Madrid, Barcelona tiene casi el doble de estaciones y de kilómetros entre Cercanías y Rodalies. Madrid necesita un plan estratégico de crecimiento que permita hacer eso que no se hizo en los próximos 25 años. Más que Ave lo que necesitamos son muchas cercanías y medias distancias rápidas.
P.- Viene de presentar precisamente en Barcelona un libro en el que es bastante crítico con la actitud de ciertas élites de allí, que ven con aprensión el éxito de Madrid. ¿Qué sensaciones se ha traído?
R.- Están en un momento en el que están repensándose a sí mismos, pero pude confirmar muchas ideas que desarrollo en el libro. Si antes decía que Madrid tiene que proponer algo a España, Barcelona debería hacer lo mismo. Mi impresión es que tienen miedo. Consideran que se han equivocado y que eso ha dado pie a que Madrid crezca más de lo que a ellos les gustaría. Se reafirman en la idea de que tienen derecho a un espacio diferencial. Es el federalismo asimétrico de Maragall: estar juntos para lo que nos interesa y para lo que no, me lo monto por mi cuenta, siempre que mis contrincantes tengan suficientes pesos en las piernas como para que no me hagan competencia, porque de eso va el concierto fiscal. Por algo Barcelona lleva siendo la sede del partido arancelario desde hace 150 años.
"En Barcelona consideran que se han equivocado y que han dado pie a que Madrid crezca más de lo que a ellos les gustaría"
Los mismos que critican la política de infraestructuras, o la política económica que privatizó los monopolios del Estado y ha creado una gran sede financiera y empresarial en Madrid, son los que han disfrutado las últimas mieles de un sistema en el que España era su mercado cautivo. En cuanto a las infraestructuras, Levante siempre fue el gran favorecido, y desde luego favorecidísimo por la dictadura, que entendía que era el lugar que tiraba del carro. Allí se construyeron las primeras autopistas, los primeros ferrocarriles, los grandes puertos, mientras Madrid era muy maltratada por el Estado. Lo que ha pasado es que en los últimos 30 años se ha invertido lo que no se había hecho a lo largo de muchas décadas. Esa parte de la película se les ha olvidado. Ese tipo de críticas, si vinieran de Málaga, de Vigo o de Valencia, serían más difíciles de contestar. Pero viniendo de Barcelona o de Bilbao son muy injustas, además de torpes y poco constructivas.
P.- ¿Qué hacer, pues, para que Madrid caiga bien de su gran salto?
R.- Lo primero es aprender de los errores que han cometido otros. Por ejemplo, Barcelona. Allí en los 90 pensaron que ya estaba todo hecho. Cuando la economía va bien en un lugar, los que participan de esa prosperidad están muy contentos y prefieren que no se toque nada porque todo va viento en popa. El problema es que cuando vienen mal dadas las consecuencias las pagan otros. Es el momento de entender eso, de plantearse los problemas del futuro y poner las bases para prevenirlos ahora que estamos bien.
P.- Dibuja una ciudad optimista, próspera y con ganas de crecer. Pero este espíritu y esta bonanza están en parte restringidos a ciertas élites. Hay muchos madrileños, acogotados por el precio de la vivienda o los bajos salarios, que no son tan optimistas.
R.- Hay muchos madrileños que piensan que Madrid es una ciudad invivible, pero lo cierto es que nadie se marcha, y todos los años vienen 100.000 personas nuevas. Si Madrid es invivible, ¿por qué no se van a vivir a otros sitios? Hay que ser justos en la crítica. En el libro hay críticas para todos, pero si hay una que hago a la izquierda tiene que ver con eso. Después de 30 años en la oposición es como si el sistema ya no fuera suyo, y se tiende al histrionismo para llamar la atención. El problema es que te enajenas de la realidad. Y cuando la gente va al médico, o a los colegios o se mueve por la ciudad se produce cierta disociación cognitiva entre los discursos, lo que piensas y lo que vives. Eso es un problema para la izquierda. Si quieren gobernar en algún momento, y que no sea una anécdota como los cuatro años de Carmena, creo que tienen que cambiar de actitud. Parte de la izquierda ha decidido que le sale mucho más rentable hacer política señalando a Madrid para sacar un rédito de votos en otros lugares en lugar de ser realmente propositivos, entender lo que ocurre aquí e intentar encarrilarlo para que sea positivo para todos.
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