En 1974, un grupo heterogéneo de jóvenes músicos de apenas 20 años, con talento para componer, tocar y cantar, se juntó y alumbró un gran disco, quizá demasiado bueno. Sonaba fenomenal, las melodías eran redondas, las letras no eran un insulto a la inteligencia. El disco se llamó Señora Azul. Pasó sin pena ni gloria, aunque con el paso de los años canciones como la que da título al álbum o "Solo pienso en ti" se abrieron paso como los clásicos instantáneos que debían haber sido desde su publicación. Y el nombre de la efímera banda que nació y murió con aquel trabajo, Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, pasó a ser algo así como un objeto de culto entre buena parte de la afición musical española.
En el cincuenta aniversario de Señora Azul, Warner reedita el álbum en vinilo azul para excitar la omnipresente nostalgia y el fetichismo de los coleccionistas pero también para revivir un puñado de excelentes canciones que quizá aparecieron en el momento equivocado. Y uno de los miembros de CRAG, acrónimo oportuno para sintetizar el largo nombre del conjunto, asume la labor de albacea y se ofrece a hacer promoción del lanzamiento. Se trata, ni más ni menos, de José María Guzmán, un icono del pop español del último medio siglo.
Autor, cantante, corista omnipresente en decenas de trabajos discográficos, Guzmán (Madrid, 1952) ha hecho de todo, hasta ir a Eurovisión con su banda Cadillac en 1986. Aunque la mayoría no sea capaz de reconocer su nombre o su cara, tiene una de las voces más reconocibles del panorama nacional. Gracias, en parte a sus adaptaciones de canciones de Disney y a sus trabajos publicitarios. Es un apasionado de lo suyo. Sigue componiendo, actuando e incluso hace pódcast. "Lo mío es el pop, las voces y el country rock, que es lo que más me gusta", explica pocos minutos después de llegar a la sede de Warner en Madrid para hablar con El Independiente, sencillo pero carismático, compartiendo con las recepcionistas recuerdos de los viejos tiempos.
Un niño musical
José María Guzmán se crió en un ambiente musical. Su padre y su tío tenían un estudio de grabación en la Puerta del Sol donde aficionados y profesionales acudían para registrar música por poco dinero. Salían de allí con su disco debajo del brazo. "Hasta la pasta de vinilo la hacían ellos", recuerda. En ese mismo estudio, con apenas seis años, el pequeño José María grabó su primer disco cantando junto a su hermano mayor.
Cumplidos los 14 ingresó en el conservatorio de Madrid, entonces ubicado en el Teatro Real. Hizo un año de flauta pero se consagró al violoncelo de la mano del maestro Ricardo Vivó. El chelo le llevó al bajo –"siempre he sido una persona de cuatro cuerdas"– por mediación de Los Beatles, su primera pasión musical. Al aprobar el bachillerato, su madre le regaló un bajo violín Höfner "como el que tenía Paul McCartney". Una cosa llevó a la otra.
"Cuando tenía 20 años me llamaron de Hispavox para grabar allí como músico de sesión". En los estudios de la gran compañía discográfica española de la época, la casa de estrellas como Raphael, coincidió con quien sería su media naranja musical, Rodrigo García, que grababa allí como guitarrista. "Nos conocimos y nos enamoramos de la manera de tocar de cada uno y por la música que nos gustaba". Aunque eran muy diferentes. O quizá por eso.
Rodrigo y Guzmán, como Lennon y McCartney
"Rodrigo estaba muy en la onda de Bob Dylan, aguardentoso, muy americano, y yo era más inglés, de los Beatles, los Hollies, los Searchers, cosas así, y muy de voces. Pero hicimos un tándem muy bueno. Y Rafael Trabuchelli, que era el productor de Hispavox en ese momento, nos dijo, ¿por qué no hacéis un disco? Nos abrió las puertas porque sabía que tanto Rodrigo como yo componíamos".
De su propuesta surgió una primera banda, Solera, y un único disco con los hermanos José Antonio y Manuel Martín que José María Guzmán ha vuelto a grabar hace un año, coincidiendo con el 50 aniversario de su publicación. "Aquello duró lo que duró". No se recrea en los motivos, pero apunta al carácter especial de su compañero Rodrigo como la causa de algunos desencuentros.
No obstante, después de aquella efímera experiencia siguieron juntos. Les unía un fuerte vínculo musical. "Rodrigo es un gran letrista, de conceptos, muy claro, muy buen escritor. Y yo era músico voraz, un melody maker, un creador de melodías". Como un Lennon y un McCartney en versión ibérica, se complementaban muy bien. "Las canciones salían muy rápido, muy fluidas".
Pese a los roces, ambos decidieron apostar por su sociedad artística y crearon un nuevo grupo. Captaron a dos nuevos compañeros: Juan Robles Cánovas, que venía de la banda de rock progresivo Franklin, y Adolfo Rodríguez, cantante de los Íberos.
"Solera lo habíamos registrado en Patentes y Marcas a nombre de los cuatro miembros, así que cuando nos separamos no pudimos seguir usándolo. Para evitar problemas de cara al futuro se me ocurrió que cada uno pusiera su nombre de pila", explica José María. Al final les salió otra fórmula, orquestada por él: un apellido estrújulo, Cánovas, da paso a dos nombres de pilla llanos, Rodrigo y Adolfo, que desembocan en el agudo Guzmán. Una sonoridad equivalente a la de Crosby, Stills, Nash & Young.
Pregunta.- ¿También fueron para vosotros una inspiración musical?
Respuesta.- Crosby, Stills, Nash & Young nos gustaban, por supuesto, pero no estábamos muy en esa onda. Era todo mucho más sencillo: simplemente hacíamos canciones. Al final era un poco lo que sonaba en aquella época: voces, guitarras acústicas, saturadas, órganos Hammond, teclados Rhodes... Los 70 fueron como la culminación de los 60, antes de que en los 80 la cosa se disparara y valiera todo. Los 80 fueron como si hubiera sonado la campana del recreo. Los niños salieron como locos al patio y daba igual que fueran músicos o no, todos hacían discos.
P.- La recepción de Señora Azul fue tibia tirando a fría.
R.- No hubo mucha promoción. Recuerdo que pinchaban "Señora Azul" y "Solo pienso en ti" apenas en Radio Peninsular a la hora de comer. Éramos un grupo, no de culto, porque eso fue después, pero sí un grupo raro, porque en esa época lo que se llevaba eran los cantantes melódicos, Camilo Sesto, todos los que tenían muy buena voz, Nino Bravo, los cantantes de Levante. Y luego ya más la onda cantautores.
P.- Vosotros estabais en una zona de nadie. Erais autores de vuestras canciones, pero sin el ingrediente político o comprometido.
R.- Y además éramos un grupo. Tampoco era normal escuchar letras como la de "María y Amaranta", la historia de amor de dos lesbianas, que logró pasar la censura, al contrario que otra, "Jovencita"… El caso es que el disco salió en una época en la que lo que funcionaba eran los grupos de verano, Fórmula V [de ese año es La fiesta de Blas], Los Puntos, Los Diablos (su hit del 74 fue "Acalorado")… Contra eso es muy difícil luchar. La gente estaba en otra onda, "el verano, el mar, la playa y tú", y nosotros éramos un grupo de invierno, de chaquetón, de frío y pasar hambre. Jipis con barbas largas, no éramos guapos y hacíamos unas canciones más complicadas, con unos estribillos un poco barrocos, que no eran fáciles ni tarareables.
"Éramos un grupo de invierno, de chaquetón, de frío y de pasar hambre, en una época en la que lo que funcionaba eran los grupos de verano"
P.- CRAG duró lo que el disco, menos de un año.
R.- Nunca llegamos a tocar en directo. Rodrigo siempre ponía excusas. No es por ir en contra de nadie, ni mucho menos, pero es la realidad. Antes de irme a la mili me busqué la vida y toqué en musicales, hicimos Godspell en el Teatro Marquina, tuvimos problemas con los guerrilleros de Cristo Rey, que vinieron a boicotearla porque hablaba de un Jesucristo simpático vestido de payaso y eso no les cuadraba.
Guzmán después de CRAG
Tras dos prórrogas, con dos discos en la calle y el violoncelo y la guitarra acústica a cuestas, José María Guzmán se fue a una mili tardía en Melilla donde vivió la muerte de Franco. "Salíamos por la ciudad a tomar té moruno y churros. Formamos un grupo, Los Colegas, que aún somos amigos. Tocábamos para los oficiales".
Tras licenciarse, volvió a Madrid y estuvo un año tocando con Los Módulos, antes de comenzar a trabajar para CBS en 1977, en la misma época que la compañía apostaba por Miguel Bosé. Guzmán hizo un sencillo, "Sentados en un café", "un poco al estilo de Gilbert O’Sullivan", apunta, con una cara B titulada "Un hotel en la Costa del Sol". La compañía apostó por él y en 1978 grabó un LP, El país de la luz. "Hice el disco como quise. Llamé a mucha gente que me gustaba. Rodrigo tocó la guitarra, cantó Sherpa, el de Barón Rojo, y Pepe Robles, que estaba conmigo en Módulos. Luis Cobos hizo el arreglo de la cuerda y había grandes músicos, como Horacio Icasto".
Poco después entró un nuevo productor en CBS, el argentino Jorge Álvarez, y le pidió que cantara la música de otros. "Pero si yo soy compositor, yo no tengo que hacer música de nadie, le dije. Me quería encasquetar a sus amigos, pero yo lo tenía muy claro, así que me fui de la compañía. Siempre he hecho lo que he querido, y así me ha ido".
A continuación Guzmán montó una banda, Cadillac, que ha sido su soporte desde hace casi cuarenta años. El televisivo Eduardo Leiva –director de orquesta de programas como El gran juego de la oca, Qué apostamos, o el Grand Prix, y en varias ocasiones de la representación española en el Festival de Eurovisión– le produjo su primer álbum, Pensando en ti (1981), con, entre otros músicos, el mejor batería del pop español del momento, Javier de Juan –responsable de las bases de Olé Olé o Mecano–. En 1986, Cadillac representó a España en Eurovisión con la canción "Valentino".
Desde entonces José María no parará, con su banda o a solas. Su bonita voz se oye en los coros de infinidad de discos de otros artistas –Mari Trini, Miguel Ríos, Miguel Bosé, Hombres G… agucen el oído–. Ha hecho las versiones en castellano de las canciones de películas de Disney como La Bella y la Bestia o Toy Story. También un montón de jingles publicitarios, cuando la publicidad se cantaba. Suya es la voz de anuncios históricos como los de Farala, Gilette –"lo mejor para el hombre"– o Kas –"dame más"–. Ahora los interpreta en sus conciertos cuando quiere espabilar al público. "Ahí es cuando la gente con el rollo de la nostalgia se vuelve loca. A partir de ese momento ponen más atención".
"Me suena muchísimo, tío"
Hace cinco años, en su pasión por seguir haciendo lo que más le gusta, aceptó presentarse a La Voz Senior, la versión para mayores del talent musical de Atresmedia. En su primera aparición, la llamada audición a ciegas, cantó "Señora Azul". Ninguno de los coaches –Pablo López, Paulina Rubio, David Bisbal y Antonio Orozco– reconoció la canción. "Me suena muchísimo, tío", acertó a decir López.
"El espectáculo es para ellos, nosotros somos un pretexto", explica José María. "Yo salí ahí para cantar mis canciones y tuve un 95% de alabanzas y un 5% de detractores, incluso compañeros míos. De-tractores, de arado. Me di cuenta de cómo somos los españoles con nuestros artistas: enemigos, envidiosos, incapaces de ayudarnos en nada".
La ingratitud del público español es un lugar común, pero también una certeza que queda en evidencia si se compara con el trato que se dispensa a los artistas en Iberoamérica. "Si una canción funciona allí, te adoran. ¿Por qué en Perú, en Colombia, en Ecuador les gusta tanto la música que hizo Cadillac? Porque en su momento fuimos, hicimos televisiones, y funcionó. Eso ha seguido y hacemos giras allí. Porque aman la música. En España se olvidan del artista. Aquí hay otras cosas, el fútbol, la política, antes los programas del corazón… España es un país dividido, donde nunca se ha promovido la cultura. En el bachillerato ya no hay filosofía y ni música. A partir de ahí, apaga y vámonos. Si no hay música y no hay filosofía, no hay pensamiento. Y si no hay pensamiento, no hay crítica".
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