Es uno de los hobbies favoritos de la Generación Z cuando hacen un viaje internacional: visitar un McDonald's y ver qué productos difieren de aquellos que se venden en su país. Los clásicos se mantienen: Big Mac, Coca-Cola y patatas grandes. Sin embargo, el gigante capitalista vende también macarons en Francia, boles de arroz en Singapur y espaguetis con tomate en Filipinas. En España, es exclusivo el McGazpacho, y en Rusia cambian las patatas fritas por un snack de gambas. O bueno, cambiaban, porque el restaurante dejó de operar en el país en 2022, tras la invasión rusa a Ucrania.

850 locales echaron el cierre, secundando el ejemplo de Starbucks, Coca-Cola y otras multinacionales de matriz estadounidense en respuesta a la "operación especial" ordenada por el presidente ruso, Vladímir Putin, sobre territorio ucraniano. Y, aunque meses después el empresario Oleg Paroev abriese el primer restaurante de la compañía Vkusno i Tochka (Delicioso y punto), una especie de marca blanca local que imitaba el estilo y productos del norteamericano, este no ha podido compararse con aquel primer McDonald's que causó furor cuando llegó a Rusia por primera vez.

Desde Rusia con sabor

El 31 de enero de 1990, unos pocos moscovitas empezaron a hacer la cola para ser los primeros en probar ese nuevo y enigmático plato compuesto de un trozo de carne, queso y lechuga y un trozo de pepinillo servido entre dos panecillos. Eran las cuatro de la madrugada, faltaban seis horas para la apertura del restaurante, pero ahí estaban. Haciendo frente a las heladas temperaturas para, esperanzados, llevarse a la boca una de esas extrañas hamburguesas. Minutos antes de abrir, la cola era de unos 500 metros de longitud. Dos meses después de la caída del muro de Berlín, en plena perestroika y tras 14 años de arduas negociaciones, McDonald's llegaba (por fin) a Moscú.

"No sé qué es lo que me acabo de comer, pero estaba delicioso. Todos tenemos hambre en Moscú, necesitamos más lugares así", decía una clienta al reportero de la radiotelevisión pública canadiense, CBC, el día de la inauguración. Este primer establecimiento, localizado en la plaza Pushkin de la capital fue, durante años, el McDonald's más grande del mundo. El día que abrió al público, su extensa plantilla, 630 trabajadores elegidos en un proceso de selección para el que se habían presentado 27.000 solicitudes de empleo, atendió a más de 30.000 personas. A los camareros se les pedía sonreír todo el rato. "¡Muchos clientes piensan que han hecho algo o que me estoy riendo de ellos!", comentaban.

En su libro 'To Russia With Fries', juego de palabras con la película de James Bond 'Desde Rusia con amor', George Cohon contó la aventura de llevar McDonald's a la URSS. El prólogo, ni más ni menos, lo escribió Gorbachov.

Tras este hito gastronómico había un nombre: George Cohon, presidente de McDonald's Canadá. En su ensayo autobiográfico, A Rusia con patatas fritas, Cohon explica que "los soviéticos no acaban de entender el reto logístico y geopolítico que suponía para nosotros instalarnos en su país". El movimiento supuso una inversión inicial de 50 millones de dólares de la época, de los cuales una gran parte fueron destinados a la construcción de una planta procesadora de alimentos a las afueras de Moscú. Allí, se preparaban 14.000 panes y 10.000 carnes por hora, además de tres toneladas de patatas fritas al día que posteriormente se congelaban. Y esto, claro, se vio reflejado en el precio de las hamburguesas.

La geopolítica del Big Mac

Un menú completo de hamburguesa, patatas y bebida costaba el equivalente a la mitad del salario de un día de trabajo en Moscú. Las hamburguesas resultaban caras, pero no eran prohibitivas. Eran un pequeño capricho pero, sobre todo, eran un acto de resistencia política y cultural.

Para Grace Dean, redactora de Business Insider, "la juventud rusa celebró la llegada de aquel primer McDonald's como un síntoma de la apertura del país al capitalismo internacional y a la cultura popular estadounidense". Algunos carcas del viejo orden lo interpretaban como una prueba de que "el colapso del sistema era inminente" (en efecto, la URSS había comenzado a desmoronarse, en un proceso que terminó de desencadenarse en 1991). Pero los más predispuestos aplaudían poder "dejar atrás la insularidad y la austeridad forzosa del socialismo a la soviética y asomarse a la forma occidental de comer, pasar el rato y gastar dinero".

De todo esto hace ya 35 años. La Big Mac ya no cuesta 3,75 rublos ni McDonald's opera en Rusia. Sin embargo, quedan ciertos rescoldos de aquella hamburguesa bendita. De aquellos días en que las calles rusas amanecían con panfletos decorados con el célebre eslogan del establecimiento: "Si no puedes ir a Estados Unidos, ven al McDonald's de Moscú".