En las fotos promocionales de Miami 1990, el nuevo disco de Café Quijano, los hermanos Raúl, Manuel y Óscar Quijano aparecen vestidos a juego, con trajes claros y camiseta a la manera de Sonny Crockett, el icónico detective interpretado por Don Johnson en la serie Corrupción en Miami. Posan en un entorno aparentemente tropical y apoyados en dos Ferrari, un Testarrossa blanco y un Daytona negro del 72. Pero lo cierto es que ni el Testarrossa es blanco, ni el Daytona es negro ni las fotos fueron tomadas en Miami sino en Boadilla del Monte, aunque ya hace años que los miembros de este trío leonés que ha triunfado a ambos lados del Atlántico con su arrollador sonido viven entre acá y allá.
"La historia de esos coches es curiosa", explica Manuel, hermano mayor y cabecilla, amante de la velocidad y de los coches, y podría dar para una de esas canciones que escribe y que son como guiones de cine circulares que acaban bien. "El Daytona negro descapotable que usaron en las primeras temporadas de Miami Vice no era real, sino una réplica que construyeron sobre un chasis de un Chevrolet Corvette. Ferrari les demandó, pero llegaron a un acuerdo para usar a cambio un Testarrossa negro. Pero como muchas escenas de la serie eran de noche, el coche no lucía, así que les hicieron específicamente dos unidades en blanco".

A los hermanos Quijano les gusta sobre todo divertirse, y para este disco, inspirado por el Miami mítico y excesivo de aquella época, les hacía especial ilusión recrear el parque móvil de la serie de televisión. Un amigo que sabe de coches clásicos les desengañó: el Daytona negro no existe y en España el único que hay es amarillo. En cuanto al Testarrosa, tendrían que conformarse con uno rojo. Y se conformaron, pero la magia de Photoshop obró el capricho.
Un viaje premonitorio
Todo esto de los coches viene a cuento más allá de las fotos promocionales. En octubre de 1990 Manuel Quijano se fue a Estados Unidos con un amigo para comprar coches y motos que vender luego en España y de paso conocer Miami. La que luego se convirtió en su segunda casa era entonces una ciudad vibrante y un punto caótica, que se parecía mucho a la apoteosis de carenados brillantes y bikinis diminutos que salía en esa serie que fascinaba a los jóvenes Quijano. Y que ahora ha inspirado el concepto flúor y las canciones de este Miami 1990. "Contamos las historias de aquella primera noche real en la ciudad –precisamente en 'La primera noche', primera canción del álbum–, del Miami de entonces, de lugares como el King, que se cuenta en 'De sapo a rana'...".
Pregunta.- Aquel primer viaje del año 90 fue un poco premonitorio. Años después volvisteis los tres a Miami como estrellas de la música.
Manuel.- Bueno, pero allí no estás como estrella. Tenemos una vida muy apaciguada, en una isla, pasamos mucho tiempo al lado del mar.
Óscar.- Aparte de músicos somos muy deportistas. No somos muy acuáticos, somos de León, pero nos encantan las motos de agua. Andamos mucho en bici, jugamos al tenis, tomamos el sol... hacemos una vida muy tranquila. Desde que fuimos la primera vez, Miami nos encandiló. Y yo me casé con una de allí. Estamos muy felices de haber conocido aquello, nos da muchas alegrías, y la última es este disco que está hecho a base de las reminiscencias de nuestras primeras experiencias allí.
Sonido Quijano
Al más puro estilo Quijano, el disco empieza con cinco cañonazos –"La primera noche", "Sabes qué te digo", "De sapo a rana", "Cumbia del soltero" y "Miami 1990"–, historias de noches que se complican que conviven con cantos a la vida en pareja, y que suenan como los mejores temas de su repertorio, clásicos como "La Lola" o "La taberna del Buda" que forman parte de la historia del pop en español de las últimas décadas.
Su duodécimo álbum lo han grabado en Mambolero, su estudio doméstico en Boadilla del Monte, entre los meses de septiembre y octubre del año pasado. "No había demasiado tiempo, había que compaginar la grabación con la gira", dice Manuel. Pero el resultado suena tan potente como los primeros álbumes que grabaron en los estudios Westlake de Los Ángeles con todos los recursos de Warner, la compañía que les descubrió y apostó por ellos en 1998.
"Pillamos los últimos buenos años de la industria", recuerda Óscar. "Grabamos con los que están considerados los mejores músicos de estudio del mundo. Ahí fue donde aprendimos de verdad cómo había que hacer esto", añade Manuel. "Cómo tenía que sonar, cómo había que grabar y el tipo de protocolo a seguir. Nuestro ingeniero de sonido", Luis Villa, "estaba en aquella época de ayudante de Humberto Gatica [sobrino de Lucho y legendario cocinero de éxitos como el Bad de Michael Jackson o "My Heart Will Go On", de Celine Dion] y vino con la misma escuela. Entonces Miami 1990 suena muy potente porque aprendió cómo hacían los americanos para que las cosas suenen potentes. No es que los demás no sepan, aquí todo Dios ya se lo sabe todo, pero el nuestro tiene muy claro los settings de la mesa y consigue que suene a lo bestia".
Un disco que suena a directo
Miami 1990 lo han grabado con los músicos que llevan en sus giras, y que hacen del directo de Café Quijano uno de los mejores de la música en español. "Llevamos músicos que no es que estén a la altura, sino que probablemente son mejores que muchos de los que habitualmente graban los discos. Así que dijimos, si lo tenemos en casa, ¿para qué vamos a ir a Los Ángeles a buscar a no sé quién? Tenemos a un guitarrista excepcional, un percusionista y unos metales cojonudos. Lo hemos hecho nosotros en casa todo. Y lo hemos grabado todo a la vez", como si estuvieran en directo. "Eso ya no lo hace prácticamente nadie", señala Raúl. "Básicamente porque ahora casi todo es máquina".

Eso explica en buena medida el restallante sonido de Miami 1990. "La gente obviamente no repara en ello porque no lo sabe y porque no se dedica a esto, pero lo normal es ir grabando por separado cada instrumento sobre la maqueta preproducida. Pero cuando grabas al mismo tiempo se puede variar sobre la marcha o darle una vuelta en una segunda toma. Si no se te ocurre a ti se le ocurre al bajista, o al batería o al guitarrista. Hay muchas más opciones, muchos más ojos puestos en la interpretación que cuando graba cada uno por su cuenta, que además graba lo que tú le dices que grabe. Es mucho más rico musicalmente".
Mejor que nunca
Después de más de 25 años de carrera, los Quijano están contentos, relajados y compenetrados. Raúl y Óscar llevan zapatillas Golden Goose a juego. "Estamos exultantes y muy ilusionados" con el nuevo disco, dice Raúl, y "sobre todo con el directo, que es nuestro punto fuerte. Pasamos la parte la mayor parte del año encima de un escenario. El grupo suena como un tiro. El año pasado hicimos 12 países y este año creo que vamos a hacer incluso alguno más. Va a ser duro, pero compensa la satisfacción de ver que sigues haciendo lo que quieres y disfrutando de la música, que es nuestra vida. Queremos estar así los próximos 50 años".
"Somos unos privilegiados por haber podido de una de nuestras aficiones nuestro modo de vida", apunta Óscar. "Los tres tenemos el arma más poderosa para poder seguir, que es el agradecimiento. Estamos muy agradecidos por cómo nos trata la vida".
Entre 1998 y 2003, los cuatro primeros discos de Café Quijano vendieron más de dos millones de copias. Eso es sonar mucho para mucha gente, y explica la parroquia fiel que les añoró cuando se separaron en 2004, que celebró su regreso en 2012 haciendo unos boleros destilados y precisos y que acude fielmente cuando sabe que tocan en la ciudad. "No salimos en la tele, apenas estamos en la radio. Meter a la gente que metemos en los conciertos ha sido fruto del boca a boca. Solo del boca a boca", cuenta Manuel. "El otro día tuvimos a 2.000 en el Cartuja Center. Cuando empezamos con los boleros en 2012 metíamos a 400 personas. A la gira siguiente ya eran 500. No fue un día que salimos en El Hormiguero y de repente pegó para arriba. Ha sido todo gracias al concierto. La gente va y se lo pasa de puta madre, y lo cuenta. Y eso es lo que nos está manteniendo".
Lo venden todo con meses de antelación. El 14 de marzo tocan en León, su ciudad, y ya no pueden invitar a los amigos porque no hay entradas. "Y no es algo aislado", dice Raúl. "Tocamos en el Liceo dentro de cuatro meses y está prácticamente vendido, y en el Kraus en Gran Canaria también. Y llegamos a México y lo mismo, la gente va de forma masiva cantando todas las canciones, y sin hacer promoción. Es sorprendente".
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