El Teatro Real de Madrid acoge desde hoy hasta el 22 de febrero dos óperas cortas españolas, vinculadas por la privación de libertad y el amor imposible; se ofrecerán seis funciones de La vida breve, de Manuel de Falla, y Tejas verdes, de Jesús Torres, que se estrena mundialmente en este escenario. Las dos óperas están dirigidas musicalmente por Jordi Francés.

El montaje cuenta con la dirección escénica de Rafael R. Villalobos, quien ha concebido un espacio único donde los personajes transitan de una obra a otra, en un diálogo visual y narrativo que refuerza la conexión entre ambas historias. La escenografía de Emanuele Sinisi se apoya en dos piezas de la artista plástica y Premio Nacional de Pintura Soledad Sevilla, Insomnios y Leche y Sangre, que hacen las veces de marco a este universo de mujeres atrapadas en su destino.

La vida breve, con libreto de Carlos Fernández Shaw, la estrenó Falla en 1913, narra la historia de Salud, una gitana que se enamora de Paco, un señorito que, lejos de corresponderla, la engaña y la ridiculiza ante su círculo social. Falla incorpora elementos de la tradición musical española, como el cante jondo y la danza, en una partitura dramática. 

Por otro lado, Tejas verdes es una obra de estreno absoluto, basada en la obra teatral homónima de Fermín Cabal, con un libreto que incorpora fragmentos del poemario  Cancionero y romancero de ausencias que Miguel Hernández escribió en la cárcel. La ópera toma su nombre del centro de detención y tortura que operó en Chile durante la dictadura de Pinochet.  Su protagonista, Colorina, es detenida y torturada por haber amado a un insurgente. 

El director de escena Rafael R. Villalobos ha concebido ambas óperas como un díptico, explorando los paralelismos entre sus protagonistas. "Ambas son mujeres atrapadas en jaulas distintas: Salud en la cárcel social de su condición y Colorina en una prisión literal. Pero en los dos casos, es su amor lo que las condena", señala Villalobos. "Lo que hemos querido hacer es construir una dramaturgia en la que los personajes de una ópera se reflejan en la otra, en la que las barreras temporales y narrativas se diluyen."

Natalia Labourdette (Colorina); arriba, Adriana González (Salud), Sara Jiménez (La madre), Edu Rodríguez (Niño) en una escena de 'Tejas verdes'
Natalia Labourdette (Colorina); arriba, Adriana González (Salud), Sara Jiménez (La madre), Edu Rodríguez (Niño) en una escena de 'Tejas verdes'. | Javier del Real.

Para ello, la escenografía y el vestuario también juegan un papel clave. "Queríamos que las dos historias ocurrieran en un mismo espacio, pero con transformaciones sutiles que marcaran la diferencia. En La vida breve, las rejas de Granada simbolizan el encierro de Salud, mientras que en Tejas verdes, esas mismas rejas se convierten en los barrotes de una prisión", explica el director. En La vida breve, la cárcel de Salud es social, es la estructura de clases que la condena a un amor irrealizable. En Tejas verdes, la prisión es física con la brutalidad de un régimen totalitario. "No se trata solo de dos mujeres sufriendo. Se trata de mostrar cómo las estructuras de poder determinan la vida de los más vulnerables. Colorina no solo desaparece físicamente, sino también simbólicamente: la historia oficial borra su existencia, como si nunca hubiera estado ahí", explica Villalobos.

Un reto compositivo

Para el compositor Jesús Torres, Tejas verdes ha supuesto un desafío musical. "Desde el principio supe que tenía que crear una música que respetara la esencia dramática del libreto y, sobre todo, que hiciera justicia a la memoria de todas aquellas personas que sufrieron la represión política", asegura el compositor.

En la partitura se combinan la orquesta con sonidos electrónicos y efectos de percusión, incluyendo campanas japonesas, planchas metálicas y cadenas. "Quería que la música tuviera una fisicidad que hiciera sentir el peso de la opresión. Al mismo tiempo, las secciones corales aportan una dimensión poética, con fragmentos de Miguel Hernández que refuerzan la idea de la resistencia a través de la palabra", asevera Torres.

Soledad Sevilla y la estética del montaje

Uno de los elementos más distintivos de esta producción es la participación de la artista Soledad Sevilla, cuya obra plástica se integra en la escenografía. "Sus piezas Insomnios y Leche y Sangre nos ofrecían el marco perfecto para esta historia", explica Villalobos. "Hay algo en su trabajo que evoca la fragilidad de la existencia y la inevitabilidad del destino, que encaja a la perfección con el espíritu de estas óperas".

Según Villalobos la obra de Sevilla, caracterizada por su exploración de la luz, la textura y la repetición geométrica, añade una capa visual de gran profundidad a la puesta en escena. "Cuando visitamos su exposición en el Reina Sofía junto con Jesús Torres y Jordi Francés, fue increíble darnos cuenta de cómo su universo artístico y el nuestro estaban ya dialogando antes de que nosotros lo hiciéramos conscientemente", concluye Villalobos.