Venía a hablar de su libro pero habló de todo. Karla Sofía Gascón en estado puro. Deslenguada, elocuente y franca. "No puedo mentir a nadie, ni siquiera a mi mujer", reconocía con esa sinceridad que se ha vuelto en su contra tantas veces en muy poco tiempo. Con un elegante traje sastre negro y el pelo liso, dejando atrás las moldeadas extensiones que ha lucido en los últimos tiempos, la actriz llegaba pasadas las dos del mediodía a la sede madrileña de la editorial Almuzara en la calle Cervantes, Barrio de las Letras, para presentar Lo que queda de mí, versión revisada y ampliada de la novela que publicó en México en 2018.

El mismo libro que iba a publicar con Dos Bigotes antes de que esta editorial especializada en literatura LGTBI se echara atrás en pleno escándalo por sus controvertidos tuits contra varias minorías. Pero hoy la actriz ha aclarado, ante un grupo de periodistas fascinados con la personalidad abrumadora y sin filtros que tenían delante, que con aquella editorial nunca hubo contrato, que el comunicado que publicaron entonces ha desaparecido de su web y de sus redes –"por algo será", ha añadido, enigmática–, y que su única editorial es Almuzara, que fue la que llamó a su puerta en el peor momento y con la que ya tiene firmado otro libro.

"Escribe magistralmente"

"Es un libro emocional y emocionante, maravillosamente escrito, que no se ha tocado prácticamente porque Karla Sofía escribe magistralmente", ha dicho la editora de Almuzara Ángeles Gómez. La primera edición de 3.000 ejemplares ya está prácticamente "colocada".

Gascón, que ha confirmado que la novela es plenamente suya –"no dejo que nadie escriba por mí, escribo igual que hablo, igual de idiota, pero con mucha pasión"–, ha reconocido que este "libro maravilloso", que escribió cuando "estaba en una relación muy complicada con una senadora de la república de México", cuenta "muchas cosas de mí". Comienza con alguien a punto de tirarse por un balcón y que "mientras está muriendo no muere y va recordando". Pero ha insistido en que no es exactamente autobiográfico ni son unas memorias. "Si no, la gente cuando salgan los dragones va a pensar que estoy peor de lo que estoy. Dejo al lector que averigüe qué es verdad y qué es ficción". Y también por qué, a la hora de citar referentes de Lo que queda de mí, ha mencionado Forrest Gump y al director de El sexto sentido, M. Night Shyamalan.

"Menos racista que Gandhi, menos de Vox que Echenique"

"¿En qué punto te encuentras?", le ha preguntado Luis Martínez, periodista de El Mundo, con la complicidad de quien hace meses, antes de la tormenta, se fue a hacer un reportaje con ella a su Alcobendas natal. La cuestión dio pie al largo desahogo de la actriz, vehemente pero sereno. "Menos racista que Gandhi, menos de Vox que Echenique", bromeó dando el titular de un almuerzo en el que pocos pudieron probar bocado o cerrar la boca ante el huracán Gascón, que hablaba y bebía vino y comía jamón.

Ella todavía no se explica cómo alguien llegó a esos tuits embarazosos entre los más de 20.000 posts en redes sociales que calcula haber escrito en los últimos años. Nunca se planteó hacer una purga porque le hubiera resultado imposible. Hubo un momento en el que iba a borrar su cuenta en X porque la red social ya no le gustaba, pero cuando la nominaron al Globo de Oro le regalaron una cuenta premium, "una de esas con superpoderes" para escribir tuits largos. La tuitera verborreica no pudo resistirse. "¡No la voy a borrar ahora que puedo explayarme!".

"Querían eliminarme"

No sabe quién fue, o si lo sabe no lo dice –"Yo tengo muchas teorías, pero son mías"–, pero tiene claro que la campaña en su contra no fue algo casual. "Querían eliminarme", ha afirmado. Lo pasó muy mal, se planteó lo impensable, como reconoció recientemente en una entrevista, "pero no te voy a decir más porque sería un chiste, porque estoy aquí", ha añadido con desarmante lucidez. Resistió porque es fuerte, porque "las maldades son gasolina para mí", porque "decidió hacer algo bueno con todo ese odio". Y por supuesto por su hija de 14 años. Fue entonces cuando se apartó –y la apartaron– "porque daba igual lo que explicara".

Pero hoy, ya pasado el compromiso de silencio que imponían los Oscar –"estaba deseando que pasara el 3 de marzo para que acabara todo"–, ha vuelto a explicarse. Ha insistido en que es una mujer comprometida "toda su vida contra el racismo" pero que "reacciona a las noticias como una ciudadana más", y ha tachado de hipócritas a los que la cancelaron. "Salían a criticar algo haciendo lo mismo que criticaban. ¿Qué dijeron ellos después del 11-S o el 11-M?", ha añadido, justificando los exabruptos que cualquiera suelta cuando sucede algo excepcional. Y en este punto ha esbozado un tímido mea culpa: no era su intención criminalizar a ninguna "etnia" –"no raza, porque la única raza es la humana"–. "El 99,9 por ciento de la gente no son delincuentes ni asesinos, en todas partes". Y terció su editora: "Además, moro no es un insulto. ¿Hasta cuándo va a durar esto?", exclamó Ángeles Gómez, un poco contagiada de la desinhibición de su autora.

Yo no soy esa

"Esa no soy yo", dijo en un par de ocasiones Karla Sofía Gascón sobre la mujer que pintaban esos mensajes, antes de reafirmarse en su manera de ser y de pensar por sí misma, sin ser un "robot" programado por otros. Por eso ha proclamado, rotunda, que "a mí no me tiene que perdonar nadie", de la misma manera que "no represento a nadie" ni pretende que la representen.

¿Se ha sentido traicionada? "No voy a hablar contra mis compañeros". ¿Ni siquiera por su director, que la puso a los pies de los caballos? "Amo a Jacques", ha respondido, sin perder la sonrisa. Y se lleva "fantásticamente" con la gente de Netflix. La única traición que lamenta ha sido la de Karla Sofía Gascón. "Hace tiempo decidí que no tenía que hacer nada para agradar a los demás. Siento que me he traicionado a mí misma. Me he quitado la posibilidad de defenderme". Pero ahora ha vuelto por sus fueros. "Siempre he sido muy justiciera". Y tiene pinta de que quiere seguir siéndolo. "Dentro de unos años me veo como Fernán Gómez".