Con Crímenes rurales. 13 casos de true crime español (RBA), uno puede decir que, antes del libro, ya escuchó el pódcast, Las Amigas Estupendas. Es el nuevo 'no me leí la novela, me vi la película'. O el nuevo 'el libro es mejor que la película'. Porque lo que han hecho Estela Cebrián (revista Lecturas) y Virginia de la Cruz (BBC) ha sido poner orden y por escrito sus largas conversaciones –sus obsesiones– radiofónicas. La semilla fue el capítulo Rural Terror. Les costó, paradójicamente, encontrar su voz en el libro. "No dejamos de ser dos teleñecas haciendo un pódcast. Queríamos mantener esa cosa de una contándole una cosa a la otra, que es lo que hacemos siempre, igualmente", resume Virginia de la Cruz, firme creyente de que Lydia Lozano y Jeffrey Dahmer son la misma persona.
El título del pódcast es un homenaje a la saga literaria Dos Amigas, de Elena Ferrante. Hay otro homenaje, en este caso sonoro, a la serie de televisión Se ha escrito un crimen (el título original, Murder She Wrote, tiene más gracia). Porque todo true crime, aunque basado en hechos reales, tiene algo de literatura (he ahí A sangre fría de Truman Capote), tiene algo de serial radiofónico y televisivo, con sus fascículos. Con Crímenes rurales se dejan de americanadas.
Virginia de la Cruz defiende despojar al género –historias de crímenes reales– de trascendencia. El true crime se consume. El true crime es puro entretenimiento, que no morbo, sobre todo para el público femenino, a pesar de que muchas de las víctimas sean mujeres y muchos de sus perpetradores sean hombres.
Para Estela Cebrián, en videollamada con El Independiente, es una cuestión de empatía: "Es más fácil para nosotras ponernos en el lugar de esas víctimas porque, al final, son riesgos que sentimos que podemos correr. Hay estudios que dicen que es por una cuestión de cómo prepararse ante el peligro. Las mujeres vivimos una sensación de peligro constante". Hay también, según ella, una parte muy importante de curiosidad, de entendimiento, a pesar de lo demencial del asunto.
"Cuando nosotras nos acercamos a un caso de true crime, por muy enrevesado, horrible y lejano que sea, siempre pensamos 'eso me podría pasar a mí'", añade su compañera. Ella hace una analogía con los casos mediáticos de agresiones homófobas y sostiene que tal "cercanía" no la tienens "los hombres heterosexuales". Y aunque ella misma defienda la intrascendencia del true crime, cree que el género puede ayudar a detectar, por ejemplo, señales de advertencia (red flags). "A las mujeres, la puerta del true crime se nos ha abierto hace diez años", sostiene Virginia de la Cruz.
Estela ubica el crimen de Alcácer (Valencia), a principios de los años noventa, como el punto de inflexión para ellas y el resto de adolescentes y jóvenes españolas. "Las niñas se encontraron a mitad de semana, un jueves; a mí ese viernes me dijeron en casa 'vuélvete un poco antes'", recuerda De la Cruz, que, por aquel entonces, vivía en Madrid.
P.- ¿Ha habido un exceso de morbo en torno a la víctima? También pasa en la ficción. 'Desaparece una chica. A ver lo mala que era o el mal comportamiento que tenía'. Cuando realmente no hay una víctima perfecta.
Virginia.- En las víctimas había mucho clasismo. Mira lo que pasó con el Destripador de Yorkshire, un asesino que estuvo activo bastante poco tiempo, pero fue super prolífico porque nadie hizo nada porque sólo mataba a prostitutas. Daba un poco igual porque se lo buscaban ellas. Hace poco, la BBC emitió un documental muy exhaustivo sobre las vidas de esas mujeres. No fue hasta cuando mataron a una chica normal cuando la Policía se puso las pilas y dijo 'un momento'.
Estela.- Esto pasa también con el libro Las cinco mujeres, que pone el foco en las cinco víctimas de Jack El Destripador, el asesino en serie por excelencia. Hay millones y millones y millones de páginas de literatura sobre él, y sobre ellas, el detallito es que las cinco eran prostitutas. Este libro investiga sobre sus vidas; de Jack El Destripador no se habla prácticamente. El foco en las víctimas, a nivel narrativo, se ha puesto desde hace poco también. En toda literatura true crime vintage, el foco es el asesino, el violador, porque hay una especie de halo misterioso en torno a la mente criminal. Da morbo por qué mata. Ahora ha habido un vuelco y por eso el true crime es ahora seguido por más mujeres; hay un foco en la víctima.
Virginia.- La culpabilidad se está empezando a enfocar de otra forma. Que una mujer se vista de una manera, beba alcohol o esté en un sitio, sola o acompañada, no son óbices. Hasta hace 10 ó 5 años todavía escuchábamos esto.
Estela.- Pasó con el caso de Diana Quer. Hubo días y días de cobertura televisiva sobre lo cortos que eran los pantalones vaqueros que llevaba ese día.
Virginia.- O por qué volvía sola. "Se podía haber cogido un taxi. Culpa suya". El problema es que El Chicle era un criminal que había hecho esto muchas veces antes, que la Policía lo sabía y no había recursos para tratar con gente de este tipo. Esto también se refleja en cómo se legisla: hasta hace muy poco en Estados Unidos se podía establecer la defensa de un asesinato diciendo "la víctima era homosexual y me había entrado, me había metido ficha. Me ofendió tanto que me vi en mi derecho a matarlo". Que durante décadas muchos jueces los dejasen libres… No es una cuestión de perspectiva. Todas estas cosas se convierten en un ente tangible que legisla o que hace que determinadas personas vayan por la calle, vean a un chico por la calle que se llame Samuel y hagan algo, amparados, y que luego un juez diga "le habéis matado, pero no le habéis matado por homosexual". Le mataron, no porque él fuera homosexual, sino porque ellos eran homófobos. Hay que transferir la culpa de la víctima al culpable. Este es el problema.
P.- ¿Hay cierta saturación a nivel audiovisual del true crime? Hay gente que consume true crime a través de otros medios: pódcast, youtubers… Hay series documentales muy buenas que hacen una radiografía maravillosa, no sólo del crimen, sino del contexto sociopolítico, de las ramificaciones políticas, personales, históricas, periodísticas. ¿A veces se venden como true crime cosas que no lo son?
Estela.- ¿Hay saturación de novelas turcas? ¿Hay saturación de programas del corazón? ¿Hay saturación de deporte? El problema está en que nos hemos acostumbrado a consumir productos buenos, un Making a Murderer, un Paradise Lost, un Serial, un Crims. Nos hemos acostumbrado a productos de calidad que tratan los temas bien, con peso, con documentación; bien construidos, narrativos. Evidentemente, cuando hay alguna cosa de menor nivel o interés, ya parece que hay más de la cuenta. No hay más de la cuenta. Es un género que interesa mucho a la gente y que, como genera dinero, las productoras están centradas en ello. Se le exige al true crime más calidad; también nos hemos malacostumbrado porque venimos del tratamiento de los sucesos en la televisión tan sensacionalista. Queremos sentarnos a ver un producto bueno. No todos los productos pueden ser buenos y pueden tener dos años de producción.
P.- Me gustó mucho Muerte en León, sobre el asesinato de la presidenta de la Diputación Provincial de León, Isabel Carrasco.
Estela.- Cuando se anunció que lo estaban haciendo, lo primero que pensé fue "¿Qué interés tiene esto? Si ha ocurrido hace tres días y hemos estado viendo las tertulias de Ana Rosa todo el rato. Si ya lo sabemos todo, ya sabemos por qué la ha matado, qué es lo que ha pasado, ¿dónde está el interés?". Y, sin embargo, ¡pum!, salió esa maravilla audiovisual porque cogiendo una historia que está en la mente de la gente desde hace tan poco tiempo es superinteresante y además está muy bien resuelto y muy, muy bien. De hecho, Muerte en León puede ser el primer true crime español, o sea, el que abrió un poco las puertas del true crime en España.
P.- También el de Caso Asunta, los tres episodios de Bambú Producciones y Antena 3. Operación Nenúfar. ¿Visteis vosotras el de Dolores: La verdad sobre el Caso Wanninkhof?
Virginia.- Ese caso es superimportante porque se mezclaba mucha narrativa homófoba en el relato acusatorio de esta persona. En los medios era todo el rato "la mató ella porque estaba enamorada de la madre. La madre pasaba de ella… Lesbiana = asesina". ¿Dónde está la línea de puntos que yo no veo? Era una narrativa que nos comimos todos con patatas. No había nada que inculpase a Dolores Vázquez directamente en el asesinato de Rocío Wanninkhof. Luego se encontraron pruebas fehacientes de que había sido otro tío. Y, aún así, Dolores no ha tenido ese momento colectivamente… ¿Qué hacemos ahora? ¿Quedamos todos en la Puerta del Sol y le pedimos perdón? Todo un país echándosele encima… Cuando esta señora ha ido al supermercado en los últimos veinte años, cuando ha ido a pedir trabajo, cuando ha ido al banco, cuando a ido a echar gasolina, las miradas de la gente, los comentarios, todo eso, ¿cómo se le retorna? ¿Cómo se le devuelve a una persona todo eso?
Estela.- De hecho, si le preguntas a cualquier persona de la calle quién mató a Rocío Wanninkhof no te va a decir que el asesino es Tony King porque no ha calado y porque no se le dio la misma bola en los medios que lo que pasó con Dolores Vázquez.
P.- Entonces, ¿cuál es el fin del true crime? Uno de ellos es el entretenimiento. ¿Hay algo más? ¿Poder reparar algunas vidas? ¿Hacer justicia? ¿Reabrir casos? ¿Qué función tiene el true crime? Hay, obviamente, mucho negocio. Se hacen true crime porque la gente los ve y hacen dinero. ¿Se puede trascender?
Virginia.- Yo creo que no, pero en los últimos 5 ó 10 años, gracias al fandom del true crime, se ha conseguido que se reabrieran y se solucionaran casos fríos [cold cases], cierta reparación, cierto cambio de perspectiva de las verdaderas víctimas del crimen, como Dolores Vázquez. Sí existe cierto consuelo. Cuando pasa algo así, el duelo…. Cuando se muere un famoso y te da mucha pena, hay gente que no lo entiende. Pues igual: cuando matan a alguien, sobre todo en determinadas circunstancias, y te sientes cercano y te da pena por lo que sea, ese duelo es muy difícil de compartir. Lo de Asunta me dio una pena horrorosa; no lo superaba. Y hablarlo con otra gente o leer o escuchar me daba compañía. Las mujeres, como víctimas de delitos sexuales o violentos, nos hemos sentido tradicionalmente muy solas. Estamos descubriendo que no estamos solas. Esa sensación de compañía y consuelo es muy importante. Y existe cierto punto educativo. Aprendes, de repente, a ver mecanismos del comienzo de una relación tóxica; a ver, acaba en asesinato una de cada un millón de veces. Eso a ti no te lo explican como persona. Y a veces, viendo los patrones de cómo empiezan siempre, el love bombing de los psicópatas, los mecanismos de los narcisistas de cómo te van comiendo la oreja… Todas estas cosas, si las identificas en la vida real, te pueden ayudar.
P.- Me ha llamado la atención que digas que los true crime no tienen por qué ser trascendentales. Puede ser entretenimiento.
Virginia.- Sí.
Estela.- Lo importante es el tratamiento. Si es entretenimiento, pero tiene un tratamiento respetuoso… Se le pide al true crime que tenga algún motivo porque no podemos entender que se hable de la muerte o de sucesos sin un sentido ulterior. De todos los true crime se saca alguna cosa. No hace falta que se reabra un caso, sino que simplemente cuando tú ves true crime extranjero….. La crónica negra y los sucesos te sirven mucho para entender una época. Si lo tratas de manera amarillista y morbosa, que es como se ha tratado en televisión durante muchísimo tiempo, sí te puede crujir.
P.- ¿No creeis que hay true crime que caen en su propia trampa? True crime que critican el sensacionalismo, la cobertura mediática que se hizo en ese momento, para replicar exactamente lo mismo.
Estela.- El último "documental" de Netflix de JonBenét Ramsey, horroroso, fatal. Mezclan cosas que no tocaban, centrándose, por ejemplo, en el cáncer de la madre, que está en el foco de la sospecha. ¿Por qué me estás contando todo el rato que la pobrecita tenía cáncer? O el segundo episodio, que se centra demasiado en que el padre de la niña asesinada había tenido una hija hacía mucho tiempo, una hija mayor que se había muerto en un accidente de tráfico. De nuevo, irrelevante. Música de violines… Intentando exprimir el limón de la pena. Te ponen señales de neón sobre lo que tienes que sentir. De este caso yo me río muchísimo porque es ridículo. No hacía falta otro documental de JonBenét; no ha habido ninguna novedad. Esa es otra cosa. Hicieron una segunda serie de Making a Murderer que fue un desastre porque no había nada, excepto la abogada. La abogada en sí merecía una temporada, pero no pasó nada. Y si lo vuelven a contar, aunque no haya una novedad en el caso, cuéntalo de manera que aprendamos algo.
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