No hay nada como decirle a un niño que no haga algo para que lo haga. Así de sencillo. Así de difícil. No hay nada como prohibir algo (a una persona, a un colectivo, a una sociedad) para querer transgredir (desde una ley hasta una costumbre). No hay nada como intentar ocultar una información, banal o trascendental, para querer acceder a ella.

Es lo que ocurrió en su momento con el libro Fariña, del periodista Nacho Carretero, sobre el narcotráfico gallego, cuyo secuestro judicial en 2018 tras la denuncia en 2017 del ex alcalde de O Grove (Pontevedra) puso en el foco, no sólo a la novela publicada en 2015 por Libros del K.O., sino también a su adaptación televisiva a cargo de Bambú Producciones (La Promesa) para Antena 3, cuyo rodaje había finalizado en noviembre de 2017. Habría muy poco margen entre el rodaje, la postproducción (o sea, el montaje) y la emisión, pero no hay mejor estrategia de marketing que la realidad.

¿Cómo leer un libro apartado de las librerías? Viendo su serie. Así, el primer canal de Atresmedia movió ficha rápidamente y emitió en febrero de 2018 el primer capítulo de la adaptación de Fariña protagonizada por Javier Rey. Casi 3,4 millones de espectadores vieron la presentación en sociedad de Sito Miñanco. No les quedó otra que emitir el resto de la temporada, de diez entregas, cuyo final congregó en directo a sólo dos millones de televidentes. El interés, con el paso de las semanas, descendió (no así el nivel de la serie).

En cuestión de meses, secuestro y liberación mediante, Fariña. Historia e indiscreciones del narcotráfico en Galicia pasó de los 30.000 ejemplares vendidos (un total de diez ediciones en tres años) hasta los 100.000. Como diría la defensa, o la acusación, nada más, Señoría.

Algo similar podría pasar con El odio, la última novela de Luisgé Martín en la que se expone el inédito testimonio de José Bretón, asesino –esta vez sí– confesó de sus dos hijos de 6 y 2 años hace casi 14 años. Dicha confesión motivó a la exmujer de él y madre de los niños, Ruth García, solicitar a la Fiscalía de Córdoba un recurso de amparo por la ilegalidad de la obra.

La editorial Anagrama publicará finalmente este miércoles 26 de marzo El odio, a cuyas páginas han tenido acceso periodistas, Sonsoles Ónega inclusive, para hablar con conocimiento de causa. La propia Ónega reconoció, en el magacín vespertino de Antena 3 que presenta, que se acercó al material por pura curiosidad tras la paralización hace una semana de su publicación.

El origen del Efecto Barbra Streisand

Ese interés tiene un nombre y apellido: efecto Barbra Streisand; un término acuñado por Mike Masnick en 2005 después de que la cantante y actriz Barbra Streisand intentara en 2003 retirar una fotografía de su mansión en Malibú. Aquella instantánea había sido tomada para documentar la erosión de la costa de California e influir en las políticas medioambientales, por lo que no se tuvo en cuenta la privacidad de sus vecinos.

Fue la denuncia de Barbra Streisand al fotógrafo Kenneth Adelman la que provocó una mayor atención hacia una fotografía (de 12.000) que hasta entonces había pasado desapercibida (había sido descargada solamente en cuatro ocasiones hasta la denuncia). 50 millones de dólares pedía de indemnización por violar su intimidad. Al final pagó el plato roto ella: 177.000 dólares al fotógrafo por los honorarios de los abogados. 420.000 visitas recibió en un mes la fotografía de la casa de Barbra Streisand.

Ella, según sus memorias publicadas en 2023, tan sólo quería que quitaran su nombre de la fotografía, por una cuestión de seguridad. Así que en 2010, la cantante y actriz, ni corta ni perezosa, publicó fotografías de aquella misma casa en su libro, Mi pasión por el diseño; la misma que desde hace años aparece en sus redes sociales.