Andrés Pato Almada ha tenido la vida azarosa que se le supone a todo argentino que se precie. En Buenos Aires trabajó tratando adicciones antes de venirse a España con su pareja y un hijo. Al llegar a Madrid hizo de todo: vender a puerta fría las últimas enciclopedias, hacer encuestas, trabajar en discotecas, repartir flyers. Se pasó al sector inmobiliario y consiguió por fin los papeles de residencia. Pero en 2008 llegó la crisis y con ella otra reconversión profesional forzada pero afortunada en empresario de la noche. Pato Almada es socio y el alma de dos emblemáticos locales madrileños, el José Alfredo y el Café Berlín. En este último ha celebrado a lo largo del mes de marzo un singular aniversario, el número 13 desde que se hizo cargo del negocio allá por 2012, cuando el Berlín todavía ocupaba el recordado local de la calle Jacometrezo, entre las plazas de Callao y Santo Domingo.

"Yo iba mucho al José Alfredo porque tenía amigos allí y me ofrecieron hacerme con el bar. Empecé a trabajar detrás de la barra con mis socios. Conocí a mucha gente del mundo de la música. Se me ocurrió montar una banda llamada Los Jiménez, que hacía versiones de Stevie Wonder, Jaco Pastorius, cosas así. Los lunes nos quedábamos tocando hasta seis de la mañana. En ese momento mi mujer estaba muy contenta conmigo", bromea sentado en un sofá del Café Berlín, donde recibe a El Independiente un viernes a deshoras, a la una del mediodía, entre reuniones con proveedores.

Una noche de 2011 Los Jiménez actuaron en el Café Berlín, que ya era un local emblemático de pequeños conciertos, residencia del trompetista de jazz Jerry González y bar predilecto de los noctámbulos de Madrid. Esa noche le ofrecieron a Almada hacerse con la gestión del Berlín. "Surgió del amor que tenemos por la música, no había una ambición económica, sino de poder hacer por fin lo que nos gustaba". Y poco después, en marzo de 2012, comenzó la aventura que ahora cumple 13 años, con un paréntesis en 2016 cuando él y su socio, Leandro Cersosimo, tuvieron que abandonar Jacometrezo y buscar otro espacio. Lo encontraron enseguida a la vuelta de la esquina, en un local de rock de la Costanilla de los Ángeles, con el doble de aforo y una atractiva estructura circular. "Lo que nos benefició acá fue tener piano de cola, que en Jacometrezo no teníamos. Por eso hemos podido traer a grandes artistas como Chano Domínguez".

La gracia del Berlín

Ahora, estos 13 años han sido una excusa para celebrar, "para seguir contando que estamos aquí haciendo cosas nuevas y que estamos vivos" con una programación de conciertos –Russian Red, Javier Colina con Josemi Carmona, Capullo de Jerez, la bailaora Belén López, Mastretta, big bands como la CMQ y la de Bob Sands – donde no han fallado los artistas residentes de la sala, que dibujan esa combinación de flamenco, jazz, indie y músicas del mundo marca de la casa y de Almada, programador de la sala. Tampoco los DJs habituales de su formato club, como el dúo El Cuerpo del Disco. "Yo creo que el Berlín fue uno de los primeros clubes de Madrid con discoteca después de los conciertos. Vos te ibas a un bar o te ibas a un concierto y después te ibas a una disco, y nosotros eso lo cambiamos. Quitamos las mesitas y a bailar".

Otra particularidad del Berlín es el doble concierto. "Me empeñé en que en lugar de dos pases del mismo artista hubiera dos conciertos distintos, para cambiar de público y que hubiera una oferta musical más variada. Al principio me odiaban todos, los técnicos de sonido, los camareros, pero creo que es parte de la gracia del Berlín. Además que eso es dar trabajo a más gente. Creo que somos la única sala que lo hace en Madrid. Hacemos más de 40 conciertos al mes".

En Madrid se podía salir de lunes a lunes. Mi noche preferida era el miércoles, por ejemplo. ¿Pero ahora adónde vas un miércoles?

"Lo importante", dice Almada, es no encasillarse. "Antes nos relacionaban sobre todo con el flamenco, pero es un 10 por ciento de la programación. Ayer hubo música colombiana, después música indie, hoy hay un homenaje a Piazzola a primera hora, después una banda de funk, el sábado tenemos flamenco y a la noche música cubana con la CMQ". No obstante, su sala sigue siendo un referente del flamenco en Madrid, una alternativa complementaria a la red de tablaos de la ciudad, con un festival propio en noviembre y una emblemática fiesta de cante, toque y baile con el escenario en el centro de la sala, otra manera de distinguirse gracias a la morfología del espacio. "Belén López bailando así no lo ves en ningún lado. Viene gente que es muy aficionada. No vienen guiris, dicho con todos mis respetos.

–Hablando de guiris, ¿has notado una evolución en el público de Madrid en los últimos años?

–Hay más extranjeros, vienen muchos franceses, el Berlín ya es muy conocido en Europa. Pero sobre todo es muy conocido en España. Aquí manejamos mucho turismo local. Antes Madrid se vaciaba en los puentes y venía la mitad de gente, y ahora lo llenamos. Pero las cosas como son, después de la pandemia cambió todo, también la metodología de la noche. La gente sale más temprano y se acuesta más temprano. Ahora hay mucho... tardeo, este neologismo. Pero bueno, a nosotros la noche nos encanta y no vamos a renunciar a ella.

–Madrid siempre ha tenido esa reputación nocturna.

–En Madrid se podía salir de lunes a lunes. Mi noche preferida era el miércoles, por ejemplo. ¿Pero ahora adónde vas un miércoles? Lo ves en el José Alfredo. Entre semana siempre somos los mismos. Antes paraba mucha gente de eldiario.es [la redacción está muy cerca, en la Gran Vía], venía todos los días a tomarse algo, pero ya tuvieron hijos y solo festejan el fin de año.

Cultivando el vínculo

Andrés Almada es "un tipo de bares", y siempre le gustó "que sepan lo que voy a tomar". Desde el principio quiso trasladar eso a sus locales. Cultivar el sentido de pertenencia. "Es que todos queremos pertenecer a algo, ¿no?". Y eso se consigue con atención y amabilidad. "En nuestro caso ese mensaje está muy claro. Somos de distancias cortas, muy de atender al cliente, pero sin ser pesados. Todos los que trabajan aquí son muy majos. No interesa ser borde. ¿Para qué? Es también una cuestión de llevarte mucho mejor con vos. Aparte que nosotros vendemos ocio, así que no puedes estar acá con cara de culo. Acá la gente quiere joda. Nosotros les damos joda. Y es maravilloso que la gente se divierta con nosotros". 

–La vinculación con el bar es algo que se está perdiendo en Madrid.

–No solo en Madrid, yo creo que se está perdiendo en todos lados. Es la impersonalidad. Estuve en París hace poco y el centro de la ciudad, que es precioso y todo, es el mismo centro que puedes encontrar en Barcelona, todo se ha uniformado. Ese modelo yo creo que hay que romperlo.

–Se viene hablando de que el auge de los festivales ha perjudicado el ecosistema de salas.

–Pueden existir las dos cosas. Yo soy un convencido en este sentido de que cuanta más oferta, más trabajo y más vida. Lo que manda es la propuesta. Creo que el formato del Berlín es ideal para ver música en directo y que después te puedas tomar una copa con los artistas. Siempre hemos pretendido que sea un lugar íntimo. Yo no vivo de músicos que llenen en festivales, no me interesa tampoco. Si viene aquí, perfecto, es una gran alegría, pero si no… Y yo traigo muchos internacionales, tanto artistas como DJs, pero a veces la pregunta es por qué tenemos que ir tan lejos si acá hay un montón de artistas que están a nivel mundial. Del flamenco ni hablar, porque los de aquí son los mejores del mundo. Qué sé yo, creo que hay veces menospreciamos un poco lo que tenemos. Hay músicos muy talentosos que convocan a 100 personas. Cualquier boludo llena un estadio, pero a ver cómo tocas acá. No es fácil. Hay músicos consagrados que aquí se asustan porque están muy cerca del público. Es un desafío.