Fue una de las soluciones más celebradas de la controvertida ampliación del Museo del Prado diseñada por Rafael Moneo e inaugurada en 2007. Sobre el pabellón semienterrado que sirve de enlace entre el nuevo y el viejo edificio, y de acceso al conjunto a través de la puerta de los Jerónimos, se plantó un jardín con 8.000 bojes enanos traídos desde Italia. Su estudiada geometría evocaba los laberínticos jardines regios del siglo XVIII. Sus caminos, que apuntan al ábside del edificio Villanueva, contribuyen a realzar el edificio histórico del museo. Además de una atalaya desde la que contemplar las esculturales puertas de Cristina Iglesias para el claustro de los Jerónimos, el jardín de boj formaría parte de una densa perspectiva verde mirando hacia el norte, donde está el talud de hierba y los históricos árboles de gran porte que rodean el conjunto, o al sur, con la espesura del Real Jardín Botánico en lontananza.

Imagen del proyecto de ampliación del Museo del Prado de Rafael Moneo con la cuña verde del jardín de boj.
Imagen del proyecto de Rafael Moneo con la cuña verde del jardín de boj. | Estudio Rafael Moneo

Pero hace tiempo que el manto verde del boj ha desparecido, y con ello el efecto minuciosamente concebido por Moneo. Hoy, en buena parte de los arriates delimitados por placas de acero corten no hay más que malas hierbas. Quedan a la vista el lecho de tierra y grava y las mangueras de riego automático que han perdido su función. Los pocos ejemplares de boj que quedan están desmochados y amarillentos. ¿Qué ha sucedido para que una de las grandes aportaciones del nuevo Prado al paisaje de la ciudad se haya echado a perder de esta manera?

Un cartel instalado por el museo informa al paseante. El jardín "padece el ataque de diversas especies de hongos (Volutella Fungi, Fusarium, Phystophtora, etc.) que afectan tanto a la parte aérea de las plantas como a las raíces. Estas plagas han resultado ser inmunes a diversos tratamientos de largo plazo llevados a cabo por el servicio de mantenimiento de jardinería del museo. Seguimos trabajando en otros tratamientos y estudiando actuaciones posibles para la mejor recuperación del jardín".

Vista aérea del Museo del Prado. A la derecha, el jardín de boj, marrón y despoblado en contraste con el resto de zonas verdes que rodean el edificio.
Vista aérea del Museo del Prado. A la derecha, el jardín de boj, marrón y despoblado en contraste con el resto de zonas verdes que rodean el edificio.

El hongo que llegó de Italia

Consultado por El Independiente, El Prado señala específicamente al Volutella Buxi, un hongo exclusivo del boj que fue descrito y formalmente identificado a mediados de los años 90 en el Reino Unido y reportado desde entonces en toda Europa. Se desconoce su origen, pero plantas infectadas procedentes de viveros han contribuido a la extensión de esta enfermedad por Europa, América y China. Sus síntomas se hacen visibles en primavera, cuando los nuevos brotes comienzan a crecer de manera deficiente. El hongo se desarrolla en el reverso de las hojas y en los nuevos tallos. Las ramas pequeñas y las hojas cambian de color, del verde al rojo y luego al marrón, y presentan lesiones oscuras que dan paso a la defoliación y al aflojamiento y pérdida de la corteza. El maldito hongo puede llegar a terminar con la vida de la planta, que en cualquier caso, si sobrevive, ha perdido definitivamente su valor ornamental.

Imagen de la puerta de los Jerónimos de marzo de 2020, en pleno confinamiento, en la que ya se aprecia la afectación del hongo en el parterre.
Imagen de la puerta de los Jerónimos de marzo de 2020, en pleno confinamiento, en la que ya se aprecia la afectación del hongo en el parterre. | Óscar J.Barroso / Europa Press

Las 8.000 plantas de boj enano que se plantaron en El Prado se trajeron de Italia. Hubo quien protestó porque no se usaran ejemplares procedentes de España, donde este fragante y tupido arbusto se utiliza históricamente en los jardines de los Reales Sitios. Pero lo cierto es que aquellos bojes no se importaron de la Toscana por capricho. Cuando tuvo lugar la plantación del jardín no había en nuestro país existencias suficientes. Algo parecido sucedió con el jardín de boj del Miradero de Toledo, también diseñado por Moneo y también destruido por el Volutella Buxi –los 9.000 ejemplares de origen italiano que se plantaron allí en 2009 tuvieron un coste de 60.000 euros–.

"El Prado también restaura sus parterres"

En el caso de El Prado, el boj aguantó el tipo y la forma más de una década antes de que comenzaran a aparecer los síntomas de la enfermedad. Sus jardineros llevan años intentando combatir esta plaga, tan perniciosa como la grafitosis del olmo o el escarabajo rojo de las palmeras. A pesar de los tratamientos realizados, el hongo siempre vuelve. Es probable que el clima extremo de Madrid y el suelo arcilloso hayan favorecido su asentamiento.

Estado de uno de los macizos de boj afectados por el hongo mortal.
Estado actual de uno de los macizos de boj afectados por el hongo mortal. Detrás, las pruebas de los nuevos arbustos.

Finalmente, el año pasado se tomó la decisión de buscar una especie alternativa al boj e inmune a esta enfermedad para que el parterre del museo recupere su aspecto y su función paisajística. Ahora mismo hay en el jardín dos plantaciones a modo de prueba. Dos hileras de una variedad de ilex –género vulgarmente conocido como acebo– y otras dos de mirto. La primera, más intensa en color y más robusta y leñosa –y por ello más adecuada a la climatología madrileña– ha prendido y se está desarrollando favorablemente.

Habrá que esperar al verano, cuando su plantación piloto cumpla un año, pero el ilex tiene todas las papeletas para ser la solución elegida por el comité técnico encargado de tomar la decisión. El museo espera que en un par de meses se pueda sacar a concurso el trabajo de sustitución. Pese a la triste imagen que ahora mismo ofrece un jardín concebido como un idílico balcón, el mensaje desde la institución es optimista. Además de su inabarcable patrimonio artístico, "El Prado también restaura sus parterres".