Su padre le enseñó desde niño a detectarlo. La belleza y la creatividad que salía de las mentes y las manos de aquellos hombres había que protegerla. No siempre eran comprendidas pero debían ser preservadas y apoyadas. Las vanguardias de cada momento estaban condenadas a librar siempre ese pulso entre el rechazo y la genialidad y ellos intercedían como mecenas. El joven Justin aprendió rápido a descubrir la genialidad de otros para mostrarla al mundo. Años después descubrió que lo que él amaba otros lo odiaban, lo tildaban de degenerado o simplemente lo despreciaban hasta forzar su marcha al exilio. El nazismo que Hitler levantó con mano de hierro en su Alemania natal se lo enseñaría años después.
Aún restaban tres lustros para que eso ocurriera cuando su padre abrió la galería familiar en 1919. Fue la que dibujó el camino para perpetuar el apellido familiar. El legado de los Thannhauser es hoy admirado por empeño en salvaguardar algunas de las obras maestras de la pintura y que hoy guarda con celo en la Fundación Solomon R. Guggenheim. No en vano, fue una de las donaciones más valiosas recibidas por el gigante del arte norteamericano.
En realidad, lo que los Thannhauser lograron atesorar es un pedazo de historia, la de algunos de los artistas más reconocidos de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Una colección que ahora, por primera vez desde 1965, abandona New York para recalar en Bilbao, en el Museo Guggenheim de la capital vizcaína. Lo hace con un título que resume la esencia de su amplitud y valor, De Van Gogh a Picasso. El legado Thannhauser.
Se trata de un recorrido por las grandes figuras del impresionismo, el postimpresionismo y los primeros autores modernos como Cezanne, Degas, Manet, Picasso o Van Gogh y así hasta completar un plantel de obras de algo más de una docena de artistas.Son apenas una parte, una selección, de lo que los Thannhauser lograron atesorar.
Galerías Thannhauser
En el medio centenar de obras que ahora se exhiben figuran algunos de los artistas que apostaron por liberarse de la atadura de los géneros y las corrientes académicas de finales del siglo XIX. Artistas que sorprendieron por su búsqueda por reflejar los efectos cambiantes de los fenómenos naturales o las fórmulas para plasmar las ciudades en plena transformación y siempre recurriendo a novedosas técnicas pictóricas. En De Van Gogh a Picasso. El legado Thannhauser no sólo se muestran las obras de los genios. Además de cuadros, esculturas y obras sobre papel, a lo largo de las tres salas que el Guggenheim ha dedicado a la colección –que se prolongará hasta el 24 de marzo del próximo año- se muestran fotografías de la familia Thannhauser en las que se muestra su compromiso con algunos de los artistas, coleccionistas y marchantes de la época.
Justin K. Thannhauser creció rodeado de genialidad. Su padre, Heinricha Thannhauser fue un reconocido marchante judío en la Alemania que estaba a punto de sufrir el nazismo. Su galería, la Moderne abrió sus puertas en Múnich en 1909 y en ella Justin aprendió a amar y descubrir el arte. Llegó a convertirse en uno de los más estrechos colaboradores de su padre en la organización de exposiciones de artistas impresionistas y modernistas, tanto franceses como alemanes. A los Thannhauser se asigna el éxito de algunas de las muestras más recordadas de comienzos del XX en Alemania, como la dedicada a Pablo Picasso y tras la cual fraguó una estrecha relación con el pintor malagueño.
Relación con Solomon Guggenheim
Cuando la galería de su padre estaba encarrilada en el éxito, el joven Justin decidió ampliar el negocio e instalarse, junto a su primo Siegfried Rosengart, en la vecina Suiza, en la ciudad de Lucerna. Allí permaneció abierta entre 1919 y 1927, cuando las galerías Thannhauser optaron por trasladarse por completo a Berlín. La capital germana se había convertido en el cetro del arte en Alemania. Fueron célebres sus exposiciones dedicadas a la obra de Gauguin, Matisse y Monet.
Pero los años gloriosos de los Thannhauser estaban amenazados. El ascenso del régimen nazi pronto se volvió contra ellos, su arte y su origen judío. Aquel arte “degenerado” que como mecenas habían apoyado no era del gusto del régimen. En 1937 la galería Thannhauser de Berlín se vio abocada al cierre. A partir de ahí, Justin K.Thannhauser y su familia sólo les quedó el exilio; primero a París y finalmente, en 1940, a New York.
Su etapa como marchante de arte en la ciudad de los rascacielos no tardó en despuntar. Fue allí donde se estrechó su relación con Solomon R. Guggenheim con quien descubrió un mismo modo de entender y apoyar el arte. Aquel vínculo se tradujo en la cesión de una parte significativa de su colección en la que se incluían una treintena de Picassos, algunos de los cuales se pueden ver en la muestra inaugurada hoy en el Guggenheim de Bilbao. En la muestra se incluyen obras como ‘Montañas de Saint-Remy’, de Van Gog, Al final del camino, de Pablo Picasso ‘Ante el espejo’, de Manet o la escultura ‘Baile español’ de Degas.
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