Lo atacó la naturaleza, lo olvidó la política y lo está matando el tiempo. El Bosque de Oma que Agustín Ibarrola pintó en el valle cercano a su casa hace tiempo que está cerrado. Fue perdiendo color a medida que el paso de los años lo envejecía y las enfermedades propias de los pinos lo destruían por dentro. Los troncos que el genial escultor y pintor vasco coloreó entre 1982 y 1985 ya no tienen luz, ni irradian vida. Se la ha comida la ‘banda marrón’, los hongos que acechan a hectáreas de pino por todo el país.
Pero a la obra de Ibarrola las instituciones quieren darle una segunda oportunidad. El autor, de 89 años, podrá verla resucitar. Lo hará en otro lugar, en otros pinos y bajo la dirección de su hijo José. Ocurrirá no muy lejos de donde él imaginó y recreó esa colorida relación de figuras entre el hombre y la naturaleza combinando troncos en forma de ojos, animales y arco iris. La Diputación de Vizcaya ha anunciado hoy que quiere trasladar el Bosque de Oma a otro emplazamiento de la Reserva de la Biosfera donde Ibarrola lo instaló. Por el momento el lugar no está decidido pero la intención es no alejarlo de Kortezubi, ni del valle donde aún se encuentra.
La obra de Ibarrola ha sufrido ataques, talas y ahora el impacto del hongo 'banda marrón'
Hace tiempo que la enfermedad de los pinos empezó a matar a Oma y al bosque de Ibarrola. Antes lo habían hecho algunos de los ataques que a la obra habían realizado grupos violentos, críticos con el compromiso político adquirido por su autor cuando ETA y su entorno comenzaron a ‘socializar el sufrimiento’. Después el propietario del monte taló algunos de los árboles. El abandono institucional hizo el resto. Una sucesión de heridas al ‘Bosque de Oma’ que lo han dejado agonizando. Hoy, de todos los troncos prácticamente sólo queda la mitad.
La obra compuesta por 47 figuras, de vivos colores, está plasmada en un pino muy particular, el Monterrey, caracterizado por su majestuosidad y altura de hasta 30 metros. El renacido ‘bosque’ de Ibarrola será sólo similar. El propósito no es una recreación idéntica del original sino renovar “el concepto” de la obra en otra expresión nueva. Hoy José Ibarrola ha reconocido que aspirar a una réplica exacta es imposible y que por ello se va a apostar por buscar otro bosque cercano para que, a través del mismo “concepto”, se pueda mantener “viva” la obra de su padre. Durante la presentación del proyecto, Ibarrola ha recordado cómo el lenguaje que escondía el Bosque de Oma eran influencia directa del paso de su padre por el Equipo 57, un movimiento creado en París en 1957 por artistas españoles exiliados. “Pensaban que la obra tenía que estar al servicio de la sociedad y por tanto debía estar bien visible siempre”, ha señalado.
Equipo 57
De los pinos que aún quedan en la ubicación original el 80% está enfermo, víctimas de la ‘banda roja o marrón’. El mal estado del conjunto ha obligado a cerrar el acceso a ese espacio. El nuevo destino se pretende no sólo que pueda encajar en el concepto del trabajo que en los años 80 llevó a cabo su autor sino que además permita mejores accesos que tenía hasta ahora y pueda ser visitada.
Sera un reconocimiento a un autor vasco que no contó con el calor de las instituciones vascas en los años más convulsos en el País Vasco. Tampoco durante la dictadura. Decidió viajar a París para continuar con su formación artística y escapar de la asfixia del régimen. Comprometido con la causa comunista y obrera, el artista vasco fundó en la capital francesa, junto con otros artistas, Equipo 57, una corriente de vanguardia en favor del arte racionalista abstracto. Pero a Ibarrola las cosas no le fueron como soñaba en París y optó por regresar. Lo hizo una década después, en 1961.
Se recreará en otra ubicación cercana con el mismo "concepto" que plasmó Ibarrola entre 1982 y 1985
Su rebeldía y lucha contra el franquismo continuó. Una actividad por la que terminaría siendo detenido por primera vez y condenado por un Tribunal Militar a nueve años de prisión. Tras cuatro años encarcelado, Ibarrola no tardó en volver a ser detenido, en esta ocasión junto a su hermano, por su actividad política. Fue de nuevo encarcelado en la prisión vizcaína de Basauri. Recuperada la libertad, decidió dedicarse a sus esculturas y pinturas y alejarse temporalmente de la actividad política.
Crítico con las corrientes “comercializadoras” del arte que empezaban a absorben a artistas y galerías a comienzos de los 80, Ibarrola siempre defendió su singularidad, alejada de la “homologación” imperante y en favor de un arte como servicio público y no como negocio. Una singularidad que junto a su significación política cada vez lo aislaron aún más por parte de instituciones y organismos públicos.
Emblema vasco
Durante un tiempo, la obra de Ibarrola sólo recibió el calor de sectores afines a la izquierda constitucionalista, como lo hizo Rosa Díez, cuando como consejera de Turismo del País Vasco en 2000 y convirtió al Bosque Pintado de Oma en el emblema de su campaña, "País Vasco, Ven y cuéntalo".
Además de Oma, Ibarrola es el autor del conocido Lazo Azul con el que por primera vez la sociedad vasca salió a la calle para reclamar en 1997 la puesta en libertad del empresario Julio Iglesias Zamora. De su mente y sus manos también salieron otros símbolos contra ETA en forma de logotipos del Foro de Ermua, o de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).
Ibarrola se convirtió en un habitual de las concentraciones minoritarias en sus inicios, del movimiento Gesto Por la paz que en silencio repudiaba en plena calle cada atentado de la banda terrorista. Cuentan en su entorno que fue precisamente en una de ellas en las que vivió el momento más humillante de su vida, cuando en las contraconcentraciones organizadas por la izquierda abertzale, y que se situaban frente a las de Gesto por la Paz, fue agredido, arrebatándole su inseparable boina y ésta fue pisoteada.
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