Es una triada inesperada. La integran la geometría, la naturaleza y el activismo artístico. Aparece reflejada de múltiples formas en su obra y en ese camino requiere de la participación activa de quienes ven y viven sus obras, sus fotografías y sus instalaciones. El espacio de interacción es el museo entendido no como un lugar donde “consumir” arte sino donde autor y visitante “lo producen”. El Museo Guggenheim de Bilbao acoge desde este viernes y hasta el 21 de junio una retrospectiva de los últimos 30 años del artista danés Olafur Eliasson. Bajo el título “En la vida real”, a través de una treintena de obras, la pinacoteca bilbaína repasa el trabajo de este autor obsesionado por el modo en el que percibimos nuestro entorno y nos desenvolvemos en él.
A Eliasson le preocupa de modo singular aspectos como la percepción, el movimiento, la experiencia sensorial y los sentimientos. Su estancia en la infancia en Islandia, a la que está vinculado familiarmente, le marcó profundamente en un camino de exploración e inquietud sobre el estado de la naturaleza y que queda palmada en la exposición del Guggenheim que él mismo ha inaugurado. En su taller y estudio de Berlín trabaja de modo especial la investigación sobre el modo que el entorno, el mundo que nos rodea, nos moldea.
En la exposición En la vida real Eliasson muestra fotografías, instalaciones, pinturas y esculturas, algunas de sus inicios, otras mucho más recientes. Algunas de ellas son expresión de la inquietud por concienciar y mejorar el planeta a través del arte y la cultura como agente activo. En su currículum artístico se incluyen instalaciones artísticas para concienciar sobre el cambio climático o la creación de pequeñas lámparas solares –de las que ya ha fabricado más de 1,6 millones- en forma de sol pensadas para comunidades son acceso a suministro eléctrico o talleres para solicitantes de asilo y refugio. Eliasson fue nombrado el año pasado embajador de Buena Voluntad de Naciones Unidas.
La exposición que el Guggenheim mantendrá durante los próximos cuatro años incluye instalaciones exteriores, fuera de las salas. Una de ellas es una gran cascada de once metros de altura fabricada con un andamio y una serie de bombas y que vierte el agua sobre el estanque del museo. Una muestra de “naturaleza construida” en pleno entorno urbano y con la que el artista también aspira a hacer reflexionar al espectador.
Geometría y colores
La muestra recibe al visitante con una gran urna con cerca de 450 prototipos y modelos de diversas formas geométricas, otra de sus grandes inquietudes. En gran medida, son el resultado de su relación con el matemático y arquitecto islandés Einar Thorsteinn. Todas las maquetas, de multitud de formas, tamaños y materiales, se convirtieron durante años en una “biblioteca de referencia” para su estudio, sus investigaciones geométricas.
Otra de las obras características de Eliasson es “Tu sombra incierta (color)”, creada en 2015. Se trata de una exploración sobre las sombras y su interacción con el visitante. A través de cinco luces de distintos colores proyectadas sobre una pared, las siluetas multicolor se engrandecen e invitan al visitante a actuar y jugar con ellas. De sus inicios son parte de las obras expuestas en la sala 205, como un gran mural de liquen “de 30 años” que al ser instalada en el museo “cobra vida” y expulsa un olor intenso y característico.
Pero sin duda, una de las instalaciones que más sorprende es ‘Tu atlas atmosférico de color’, que Eliasson creó en 2009. Una sala invadida por un banco de humo blanco que se transforma en alguno de los tres colores primarios, rojo, verde y azul gracias a los fluorescentes instalados en el techo. Una experiencia para el visitante que se ve obligado a caminar por una densa niebla artificial. El juego de los colores y su percepción también está presente en otra de sus instalaciones, ‘Habitación para un color’. Decenas de lámparas emitiendo una luz amarilla reducen la percepción del color del observador a sólo tres colores, el negro, los grises y el amarillo alterando su percepción del color dentro y al salir de la sala.
Su preocupación por la naturaleza y su conservación está muy presente a lo largo de la exposición. Islandia es su referente, no sólo por su fascinación por el color y luz de la isla sino por su gran belleza y el riesgo del deshielo acelerado por el cambio climático. Una de sus obras la compone una treintena de imágenes de distintos glaciares islandeses fotografiados hace una década y que casi no reconoció cuando el año pasado quiso volver a descubrir su estado. La secuencia comparativa de cada uno de ellos fuerza al espectador a reflexionar sobre su interacción con la naturaleza.
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