El suyo es un viaje por lo más íntimo, por su mundo de sentimientos, espiritualidad y reflexiones vitales. La esperanza y el apocalipsis expresados en colores y formas que evolucionan en tonalidad y composición. En la obra de Vasily Kandinsky (Moscú, 1866) hay recuerdos, realidad, abstracción y paletas que cambian de color en una suerte de nuevo lenguaje estético del arte. Su modo de expresarse está alejado de los valores convencionales de la época que le tocó vivir. A comienzos del siglo pasado el artista ruso eligió ir desvinculando su modo de plasmar el mundo “natural” para adentrarse en sí mismo, en la “necesidad interior” del autor.
El recorrido vital se exhibe a través de sus obras desde este viernes día 20 en el Museo Guggenheim de Bilbao en la muestra ‘Kandinsky’ y que hasta el 23 de mayo mostrará 62 obras del artista. Se trata de una amplia representación de la mitad del fondo del autor ruso que posee la Fundación Salomon R. Guggenheim. La exposición estaba previsto que se inaugurara tras el verano pero la pandemia ha obligado a retrasarla e incluso a modificar el diseño de la muestra.
En contadas ocasiones se ha mostrado una concentración tan numerosa y representativa de obras del genial pintor. Por ahora la exposición estará limitada sólo a los vecinos de Bilbao, dadas las limitaciones de movilidad entre municipios impuestas por el Gobierno vasco. El director de la pinacoteca bilbaína, Juan Ignacio Vidarte, confía en que en pocas semanas la situación mejore y la muestra pueda abrirse a todo el público.
La exposición comienza con sus primeros trabajos en Munich (Alemania) y prosigue por sus periodos en Rusia y Alemania, la influencia de la Bauhaus, donde impartió clases, y concluye con su periodo francés, en cuya capital falleció en 1944.
Nuevo lenguaje estético
En vida su empeño fue demostrar las posibilidades expresivas del color y la composición y convertirlas en un nuevo lenguaje estético. Kandinsky hará del triángulo la encarnación de la acción y la agresividad, del cuadrado el elemento de la calma y la paz y del círculo la representación del “reino de lo espiritual y lo cósmico”.
Un recorrido artístico-geométrico que inició mayor, cumplidos los 30, cuando abandonó el camino del derecho y la economía en la que se había formado para dedicarse de pleno a la pintura y el arte. No fue un camino sencillo. A lo largo de sus 78 años de vida tuvo que huir de Moscú antes de la llegada al poder de Stalin, escapó de Alemania durante la primera Guerra Mundial y volvió a hacerlo con la irrupción de Hitler en la segunda Guerra Mundial.
Su niñez se desarrolló en Moscú y Odesa –hoy Ucrania-, donde el gusto de su familia por el arte y la música pronto lograron que se interesara por las manifestaciones artísticas. En 1896, tras un breve paso como responsable de una forma de artes gráficas en la capital rusa, viajó a la ciudad alemana de Munich con el firme propósito de dedicarse al arte. Sus primeros trabajos están repletos de referencias a su infancia en Rusia. Poco después los combina con paisajes coloridos de Baviera.
A partir de 1909 Kandinsky penetra en un estilo más expresionista dejando atrás las escenas de naturaleza. Es en este periodo cuando las historias apocalípticas afloran. También cuando elementos simbólicos -característicos de toda su obra-, como el caballo y el jinete, aparecen para representar la cruzada contra los valores tradicionales y su anhelo por un futuro más espiritual.
Entre dos guerras
No tardó en liderar varias de las corrientes artísticas que en los primeros años del siglo XX comenzaban a tomar fuerza en Munich, en particular aquellos defensores del potencial la expresividad del color y el valor simbólico de la forma. Muestra de ello es uno de los tratados que Kandinsky escribió en 1912; ‘De lo espiritual en el arte’. Al caballo y el jinete en sus cuadros comenzaron a aparecer con frecuencia sus características colinas onduladas, las torres y los árboles.
La primera Guerra Mundial le obligó a abandonar Alemania y regresar a su Moscú natal. Las corrientes que allí se encuentra están lejos de la búsqueda de la espiritualidad a través del arte en el que ya estaba inmerso. Por ello regresó a Alemania, donde comenzó a impartir clases la Bauhaus, la escuela estatal de arte y diseño. En este entorno su concepción de que el arte puede ser un camino de transformación del individuo y la sociedad se fortalece y continúa dando pasos en la correspondencia del color y la forma con los efectos espirituales y psicológicos.
En 1930 su obra llama la atención de Solomon R.Guggeheim, que adquiere ‘Composición 8’. Sería sólo la primera de una larga lista de obras. Aquel periodo de gozo artístico también terminó. El Gobierno nazi clausuró la Bauhaus en 1933.
'Arte degenerado' para los nazis
Inició entonces la última etapa de su vida. Viaja a Francia y se instala en el barrio parisino de Neuilly-sur-Seine. La inestabilidad política y la escasez económica no le impidió seguir produciendo obras y experimentando. Aparece la iconografía orgánica en sus obras, fruto de su interés por las ciencias naturales, en especial la embriología, la zoología y la botánica. También comienza a dulcificar los colores dando protagonismo al rosa, el violeta, el turquesa o el dorado. Por último, en su etapa parisina sus formas se convierten en más suaves o adquieren forma de ser vivo –biomorfas-.
El final de sus días coincide con el último periodo de la Segunda Guerra Mundial. Fue un final amargo. Las autoridades alemanas confiscaron la obra de Kandinsky y otros muchos artistas por considerarla “arte degenerado”. En la Unión Soviética los estalinistas cerraron museos y enviaron a los almacenes gran parte de la obra de Kandinsky.
El empeño de Solomon Guggenheim permitió rescatar muchos de sus trabajos y que formarían parte del Museo de pintura no objetiva –precursor del Museo Guggenheim- en 1939. Cerca de la mitad del fondo de obras de Kandinsky que comenzó a tomar forma hace casi un siglo es la que durante los próximos seis meses traerá a Bilbao la espiritualidad de formas y colores del artista ruso.
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