Amarillento, oscuro y oxidado. Así estaba hace poco más de un año el cuadro Joven caballero en un paisaje, cuando el Museo Thyssen se propuso restaurarlo. Ahora brilla con luz propia, como si le hubieran aplicado varios filtros de photoshop. Pero el trabajo que lleva detrás es un poco más complejo que tocar los valores de brillo y exposición en el ordenador. Esto no es una foto digital, sino un cuadro pintado por el maestro Vittore Carpaccio en 1.505, hace más de cinco siglos.
El barniz confunde, oculta los colores originales y aplana las perspectivas.
Alejandra martos, restauradora
Además, esta vez había una complicación extra: los trabajos de restauración no se iban a realizar en un taller, sino a la vista de los visitantes del Museo. Susana Pérez y Alejandra Martos, las restauradoras, abandonaron su espacio natural y se pusieron manos a la obra en la sala 11 del Museo, ante la mirada de miles y miles de personas.
"Nosotros trabajamos siempre en un taller, con nuestras herramientas, nuestros materiales y nuestro espacio tranquilo. Esta vez ha sido diferente y necesitamos un periodo de adaptación, pero después te acostumbras y acabas disfrutando", ha señalado este lunes Martos durante la presentación de la obra. "No es nuestro hábitat natural ni es lo más práctico, pero entendemos el interés y hemos conseguido disfrutarlo". El cuadro puede visitarse ahora en Madrid, pero está programado para noviembre de 2022 en la National Gallery de Washington y marzo de 2023 en el Palazzo Ducale de Venecia.
Radiografías, fotos infrarrojas y ultravioletas
Antes de ser instalada en la sala 11 del Museo, en la primera planta, el cuadro había pasado por el laboratorio para la toma de muestras de los materiales y por varios estudios técnicos, como radiografía y fotografía ultravioleta e infrarroja. Esa información ayudó al equipo para ver qué tipo de restauración realizar, desde el soporte mismo, al tipo de pintura y a las diferentes telas.
En este caso, se descubrió que la obra fue reentelada y después, con la fotografía infrarroja aparecieron todos los dibujos que había realizado el artista en el lienzo antes del resultado final. "Algunos animales cambiaron de sitio, desaparecieron algunos elementos, apareció la ciudad del fondo...", comenta Alejandra Martos. Por último, el estudio ultravioleta reveló dos intervenciones previas: la última, sobre 1958, cuando el cuadro ya estaba en manos del barón Heinrich Thyssen Bornemisza.
Una vez acometidos esos estudios previos, comenzó el trabajo de restauración sobre el cuadro. "Necesitábamos que la ciencia nos diera seguridad para saber bien qué teníamos que hacer. Hemos utilizado la ciencia al servicio del arte", señala Susana Pérez.
Lo más importante ha sido la eliminación de la capa de barniz original. "Era bastante gruesa y era lo que amarilleaba con el paso de tiempo. El barniz confunde, oculta los colores originales y aplana las perspectivas. No era lo que el pintor nos quiso mostrar", recuerda Alejandra Martos, que destaca especialmente el color de la armadura. "El tono y el color que tiene son una maravilla. En la composición de los pigmentos hay uno que es inusual, la estilina, que se usa muy poco y favorece el brillo metálico. El artista era un maestro".
El marco también ha sido restaurado y brilla con luz propia
El marco, que estaba en un estado de conservación delicado, con pérdidas de materia y abrasiones, también ha sido restaurado. Las manos que le han devuelto el color oro han sido las de María Jofre. Sobre la capa de oro había otra de estuco, repintes de purpurina y una pátina ennegrecida que distorsionaba la visión global y ocultaba el brillo del dorado. Realizados los estudios previos, se procedió a la consolidación de la madera y de los estratos de pan de oro. Se eliminaron los repintes, las pérdidas matéricas se reconstruyeron con resina y estuco y se hicieron injertos de madera de balsa en los ángulos. Por último, se realizó un nuevo montaje por el reverso para garantizar la estabilidad y el estado de conservación, preparando el cuadro para futuros movimientos y préstamos fuera del museo.
El misterio de la identidad del joven
La obra, una de las favoritas del barón Heinrich Thyssen Bornemisza está envuelta en el misterio. No se sabe quién es el joven que aparece en el primer plano ni la ciudad representada al fondo. El personaje principal ha sido identificado como San Eustaquio, Fernando II de Aragón, un duque de Urbino, un caballero de la orden del Armiño, Antonio de Montefeltro… Ahora se acepta casi de forma unánime la teoría del profesor veneciano Augusto Gentile, que dice que se trata del capitán Marco Gabriel.
"Buena parte del encanto del cuadro está en el misterio que le rodea", indica el director artístico del Thyssen, Guillermo Solana. "La teoría de Marco Gabriel parece ser la certera y se trataría de un hombre de armas capturado por los turcos y que fue decapitado después de ofrecer sus servicios al enemigo", añade Ubaldo Sedano, jefe del área de restauración. Eso explicaría algunas de las representaciones que aparecen en la obra, como el hombre a caballo, que representaría el alma del caballero saliendo de la ciudad que defendió en dirección al ciervo de la zona derecha, "que es la representación de Cristo y también el mensajero de las almas", agrega Sedano.
Lo que sí se puede certificar es que la obra ha sido intervenida dos veces y que hasta 1919 estuvo atribuida a Alberto Durero porque en la superficie figuraba un falso monograma del artista alemán. El barón Heinrich Thyssen-Bornemisza lo adquirió para su colección en 1935 y no fue hasta 1958 cuando se descubrió al verdadero autor. En una limpieza de la obra aparecieron dos pequeñas cartelas bajo una capa de pintura: en una apareció la inscripción «Malo mori quam foedari» (Antes morir que ser deshonrado) y en la otra, «VICTOR CARPATHIUS / FINXIT / M.D.X.»
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