El coleccionismo de arte es tan fascinante y enigmático como inalcanzable para la mayoría de los bolsillos. Coleccionar arte es como un virus que se adentra en la vida de personas que de un día para otro empiezan a juntar obras, como explica Dani Levinas, autor de Los guardianes del arte (La Fábrica). Un volumen con una treintena de entrevistas con algunos de los mayores coleccionistas privados de arte del mundo y España -como Helga de Alvear y los Rueda Martín y su colección MER- que desvela las motivaciones personales e intelectuales de personas que disfrutan de pequeños museos particulares. Amantes del arte que -llegado un punto- no sólo tienen un valioso catálogo de arte, sino el reto de gestionarlo, la responsabilidad de cuidarlo y, lo más difícil, dejarlo en buenas manos antes de morir.
El libro de Levinas es una recopilación de historias de amor. Al recorrer los encuentros de Levinas con estos amantes extremos del arte se aprecia que, en su mayoría, han hecho una larga trayectoria como curadores de su propia visión del mundo, del arte y su forma de entender qué es bello, valioso y qué merece poseerse y preservarse. Hay coleccionistas que persiguen poseer obra de diferentes artistas y hay otros que se vinculan al trabajo de un creador concreto cuyo rastro vital y artístico escrutan de manera obsesiva. Levinas nos recibe en su casa del centro de Madrid, donde cohabita con parte de su colección particular, el también es un guardián del arte.
“No sé si hay una persona que decide en un momento que va a ser coleccionista. Todo empieza como un juego o por diferentes circunstancias”, confiesa cuando le preguntamos cómo se empieza a coleccionar arte. “Hay coleccionistas que han empezado porque compraron un piso nuevo o una casa y se preguntaron qué ponían en las paredes. Viendo que tenían un poco de dinero se asesoraron para comprar cosas y llenaron las paredes, les entró el gustito y siguieron interesando en el tema y dijeron bueno, vamos a comprar mejor o vamos a enfocarnos más en este tipo de arte”, añade.
En su caso se enteró que era coleccionista cuando alguien le preguntó si podía visitar su colección. “Antes de eso no pensaba que era un coleccionista”. Apunta a que son diferentes motivos los que llevan a una persona a empezar a coleccionar. “Quizás tienes un amigo que le gusta el arte y te empieza a llevar a las galerías y te convence de que esto es una manera de llegar a un grupo de gente que es interesante, que está rodeada por el arte, etcétera. Te metes en eso y es como un virus que, cuando empiezas, realmente te apasionas, es difícil de parar. Eso no solamente pasa con los coleccionistas de arte, pasa con los coleccionista de coches, de reloj y con todo tipo de coleccionistas. Cuando uno se mete en eso, quiere más, quiere mejor, quiere la pieza esa que nadie más tiene y que es la pieza más difícil de conseguir”.
La mayoría de los coleccionistas no saben qué pasará con su arte cuando mueran
Para los que contemplamos a los coleccionistas entre la admiración y la envidia dudamos si los que poseen tanto arte es por obsesión o por verdadero amor. “Creo que va un poco junto, no es acaparar solo por el hecho de poseer. Conozco un apasionado de Duchamp, todo lo que podía conseguir de Duchamp lo trataba de comprar o trataba por lo menos verlo. Junto con su mujer recorrió todos los lugares donde estuvo y no era para comprar nada, era ver, estar, tener la vivencia de lo que él se imaginaba que Duchamp sentía cuando jugaba al ajedrez en Cadaqués con Dalí. Eso no lo puedes comprar, pero lo puedes sentir. Te metes en el tema y entonces quieres más y quieres averiguar más. Hay coleccionistas obsesivos, pero no sé si es tanto de acumular como de compenetrarse más con el artista. Después también hay gente que le interesa un período, gente que le interesa cierto tipo de arte, el arte minimalista, el arte pover, el arte cinético, etc. Es muy difícil poner en cajones a los coleccionistas”.
Para Levinas no existe una única manera de ser coleccionista, ya que cada persona aborda este mundo desde su propia perspectiva. “Empiezan por diferentes razones, tienen diferentes intereses y le ponen un esfuerzo diferente”. También difieren en que algunos acumulan arte ayudados de asesores pero hay otros que no: “tienen colecciones muy importantes pero nunca han consultado con un experto, han estudiado, han oído, han visitado, han leído, pero no quieren que otra persona les indique”, asegura.
Levinas destaca el caso de Han Nefkens, este holandés más que coleccionar arte, lo produce. Escritor antes que coleccionista, Nefkens, estuvo enfermo mucho tiempo, llegando a estar en coma, estuvo cerca de morir. Tras una larga convalecencia retomó su vida y en una muestra de la videocreadora Pipilotti Rist tuvo una epifanía. “Pipiloti hace unos vídeos magníficos que, normalmente, se proyectan no solamente en las paredes, sino en el techo y en el suelo. Fue una en una iglesia donde exponían su obra y se dio cuenta de que era un privilegiado por ver eso. En ese momento Nefkens decidió crear una fundación con la que apoya a artistas de video que necesitan ayuda para la producción de videocreaciones para que se expongan en distintos museos”, relata. Nefkens sigue coleccionando, pero no como coleccionaba antes de su enfermedad.
El problema del legado
Una cuestión importante en la vida de un coleccionista de arte es decidir qué hacer con su colección, con su legado, con esa visión que han tenido durante décadas de acumular arte por su personal sentido de lo estético, lo bello y lo valioso. Es la última pregunta que Levinas hace a los coleccionistas que ha conocido. ¿Qué va a pasar con su colección cuando ellos no estén?
“La mayoría de los coleccionistas no saben qué pasará con su arte cuando mueran. No tienen respuesta, son todos bastante inteligentes y cultos, o sea, saben que se van a morir; l que no quieren creer es que se van a morir mañana, entonces van posponiendo esa decisión”, explica Levinas.
Donar no es tan fácil como la gente piensa, los museos están llenos de arte y al museo le cuesta tener que cuidar esas obras
Algunos sueñan con crear su propio museo para que sus obras sean apreciadas por el público, mientras que otros prefieren mantenerlo en suspenso o vender las obras. Sin embargo, la venta de piezas puede resultar dolorosa, ya que se pierde la unidad y significado que tenían dentro de la colección.
“La decisión no es fácil porque no todo el mundo tiene una cantidad de dinero suficiente como para hacer un museo. No solo es hacerlo, después hay que mantenerlo y después si uno se muere tiene que dejar dinero para que eso siga adelante”, afirma Levinas. Es el caso del multimillonario Mitchell Rales junto a su esposa experta en arte Emily Wey Rales han creado una gran colección para la que han creado un museo en Maryland (EE.UU.) que han regado con una donación de 1900 millones de dólares para su viabilidad económica.
Pero no todos los coleccionistas juegan en esa liga y muchos tienen que buscar la forma de donar su obra a museos, lo que no es siempre tan fácil. “Donar la colección a un museo también tiene sus consecuencias y sus problemas. No todos los museos van a aceptar la colección completa, no todos los museos la van a exponer de la manera que te gustaría. Quieren que se muestre, no que vaya al depósito del museo”. No quieren que su picasso solo cuando haya una muestra del pintor, sino que se muestre con las demás piezas de su colección.
“Donar no es tan fácil como la gente piensa, los museos están llenos de arte y al museo le cuesta tener que cuidar esas obras, mantenerlas, restaurarlas, el seguro, transporte, etcétera”. Por ese motivo donar es una negociación, porque los museos no aceptan todas las obras, unas sí y otras no.
La opción de los herederos tampoco es tan fácil. “Tienes que contar con hijos que estén interesados en el arte, porque no todos están interesados y no todos pueden, no todos tienen el estilo de vida que tenían sus padres, con esas enormes casas en donde tenían sus colecciones”. Según Levinas pueden estar interesados, pero muchas veces una responsabilidad que no quieren o no pueden asumir. Entonces los padres se ven en la tesitura de dejárselo a unos hijos que los pueden malvender porque no saben suficiente de arte.
En el caso de España Levinas destaca el caso de la familia Rueda, el matrimonio Elena Rueda y Marcos Martín iniciaron una colección que continúa su hijo Rafael Martín. Es la colección MER que ha perseguido de manera infructuosa crear un museo en la ciudad de Segovia, de donde son originarios. Marcos falleció en 2022 con 93 años sin ver cumplido ese sueño. En 2018 nos recibieron en su casa de Chamberí, donde nos hablaron de cómo se iniciaron en el coleccionismo.
El caso de los Rueda no es el único en nuestro país, los coleccionistas que quieren donar sus colecciones y dinero para instituciones culturales se encuentran un vacío legislativo que es un clásico en la España contemporánea. Levinas vuelve a él, como ocurre en toda conversación sobre arte que haya producido en las últimas décadas: “España necesita una ley de mecenazgo y que ayude a la gente que dona obras y que le facilite, porque al final es un legado para el país”, concluye.
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