Hay muchas maneras de imaginar el horror y Marc Chagall las vivió casi todas. Si el Guernica es la gran obra maestra de Picasso que nos habla de la dimensión universal que tuvo la guerra civil española, las ilustraciones con las que Chagall imaginó Et sur la terre... (1977) de André Malraux son, probablemente, uno de los tesoros artísticos más desconocidos y secretos en los que aún perdura el eco de aquella guerra fratricida que marcó para siempre nuestra historia.
Catalogado habitualmente como un pintor onírico, fantasioso y colorista, si hay una constante en la obra de Chagall es la de una eminentemente voluntad narrativa. Sus pinturas son una historia en sí mismas, consecuencia de su condición como judío errante y de los recuerdos de infancia en su Vítebsk natal (actual Bielorrusia), destacando una magistral habilidad para la ilustración. Y es que, muchas veces, cuando la realidad no es capaz de explicarse por sí misma, acudir a los sueños y la fantasía se convierte en la mejor manera de representarla.
Como ilustrador, recibió algunos de sus primeros encargos gracias a su marchante Ambroise Vollard como Las almas muertas de Gógol y las Fábulas de La Fontaine. Este último no sin polémica, la interpretación de un clásico de la literatura francesa por parte de un judío ruso fue motivo de escándalo y retrasó su publicación a 1952. Por sus pinceles también pasaron libros como El diario de Ana Frank (1958), Las mil y una noches (1948), La Odisea (1974) e incluso un monumental proyecto para ilustrar pasajes del Antiguo Testamento de la Biblia (1931).
Por su parte, André Malraux es uno de esos escritores aventureros cuyo mito se ha construido a base de leyendas reales y ficticias que el mismo se esforzó en alimentar. En la órbita de otros escritores como Hemingway o Dos Pasos, Malroux sintió la llamada del deber aquel 18 de julio de 1936 y cruzó los Pirineos para defender los intereses republicanos gracias a su "Escuadrilla España", un comando aéreo formado por él mismo. A aquellos años pertenece su novela La esperanza (1938), cuya historia inmortalizó en imágenes con la filmación de Espoir, Sierra de Teruel (1940).
Unos años antes, en 1933 y 1934, Chagall había estado veraneando en la Costa Brava, concretamente en la localidad de Tosa de Mar, en cuyo museo se conserva una obra suya titulada El violinista celeste. Ambos, Malraux y Chagall, ya habían entablado amistad durante los años veinte en París. Aunque su primera y más célebre colaboración no se hizo realidad hasta 1964, cuando el francés, como ministro de Cultura en el gobierno de De Gaulle, encargó al artista de origen ruso pintar el techo de la Ópera de París.
'Et sur la terre...', un tesoro prácticamente desconocido
Algo más desapercibido ha pasado su último trabajo juntos, Et sur la terre... (Y sobre la tierra...). Un relato inédito, publicado por el galerista y editor francés Aimé Maeght en 1977, completado en los últimos días de André Malraux como una edición de bibliófilo con una tirada de apenas 225 ejemplares. Una auténtica pieza de coleccionista ilustrada con 15 aguafuertes en blanco y negro firmados por Marc Chagall.
"Este texto, escrito antes, habría formado parte de L'Espoir, hubiera sido uno de los pasajes más violentamente acusadores de la condición humana", dice la carta al pintor que el francés escribió como prefacio en marzo de 1976. Se trata de una breve narración en tres capítulos y 80 páginas, escrita por uno de los tres personajes, el coronel Malraux, en marzo de 1938 tras "veinte meses de guerra civil". En ella, el escritor ambienta en la Ciudad Condal una historia de amor marcada por la tragedia de la guerra.
Chagall, que conocía bien la Barcelona de los años 30, imagina paisajes destruidos por la guerra y bombardeos constantes donde vuelve a introducir al judío errante, metáfora de su arte y de su destino. En ese ambiente enrarecido de la batalla encuadra sus características figuras sinuosas, con reminiscencias al arte primitivo y estética simbolista, donde la síntesis no empaña su capacidad para impactar en lo emocional a través de lo visual.
La particularidad de un libro así, teniendo en cuenta el contexto del momento hace aún más especial su rara naturaleza. Por un lado, no deja de ser una especie de última voluntad de un Malraux que, al terminar la Segunda Guerra Mundial, había dejado olvidada su faceta como novelista. Sorprendentemente, en sus últimos días encontró suficiente interés en recuperar una vieja historia, trabajarla y completarla.
Los grabados que ilustran los textos Et sur la terre… fueron también realizados por Chagall durante sus últimos años, retomando también su actividad como ilustrador. El pintor ruso-francés, cuya obra está plagada de referencias a su tiempo, se involucraba por primera vez en una obra de marcado acento político. Todo ello, en un momento histórica en el que, además, España decía adiós a la dictadura franquista instaurada tras la guerra y se enfrentaba a la incertidumbre de la transición democrática.
Una pieza única al alcance de muy pocos
Como un secreto que no quiso serlo, este libro es una de esas piezas de arte al alcance de muy pocos. Sus interiores se pueden ver en algunas exposiciones o museos, como la que presentó la Fundación Mapfre a principios de este año en Madrid, pero siempre tras la protección de un cristal. No hay ediciones alternativas ni rastro del relato en otras obras publicadas más allá que aquella escasa tirada de lujo publicada por Maeght.
Algunas láminas del original se venden en casas de subastas como Christie's con precios que se acercan a los siete mil euros. El libro completo se puede encontrar en venta en galerías como la de Michel Fillion, sin un precio fijado. Su valor prácticamente inalcanzable, la rareza de su publicación y la escasa documentación que se guarda de un libro con estas características, lo han convertido en una de las obras de arte más inaccesibles del siglo XX. Un legado artístico y literario marcado por el misterio para la mayoría de la humanidad.
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