Han pasado 26 años desde que Julio Medem, un tipo atractivo, de mirada huidiza, tímido y, en cierta manera inseguro, revolucionara el cine español con Vacas, su fascinante y turbulenta ópera prima cuyo realismo mágico no dejó una butaca indiferente. Mucho ha llovido desde entonces.
Un año después estrenaba La ardilla roja (1993), le siguió Los amantes del Círculo Polar (1998) y para culminar el éxito Lucía y el sexo (2001). Este póquer de ases le convirtió en el niño bonito del cine español, pero un día llegó el escándalo y La pelota vasca (2003), su documental sobre ETA, lo puso en el centro de una envenenada diana que no merecía. Lo envió directamente al ostracismo descosido cuatro años después con una incomprensible Caótica Ana (2007), Habitación en Roma (2010) y la floja Ma Ma (2015).
El genio romántico del cine reaparece en la tierra, vuelve a las vacas, a las miradas, a los silencios que lo dicen todo
Julio Medem estrena el 31 de octubre El árbol de la sangre. El genio grave, sublime y romántico del cine regresa a sus orígenes, vuelve a las vacas, reaparece en la tierra, en el caserío, en las montañas, vuelve a las miradas, a los silencios que lo dicen todo. Retoma su pasión por el mar, por las historias de amor, por el sexo, por el sexo en el mar, insiste en el cine como una especie de psicoanálisis, como una catarsis liberadora.
El décimo largometraje de este donostiarra es un resumen de sus obsesiones, un extracto de toda su obra. Úrsula Corbero y Álvaro Cervantes se meten en la piel de una pareja que se propone desvelar la historia de sus familias, aún sabiendo que cuando afloren los secretos más ocultos el dolor les retorcerá desde las entrañas y pondrá en peligro incluso su relación. Juntos descubrirán un terrible pasado que entrelaza sus vidas, juntos también llegarán a la culpa, al perdón y a la redención.
Sostiene Julio Medem que su última película es una historia de amor con forma de árbol. “Dos jóvenes se relatan su vida y también la de sus familias. Ambos guardan un secreto. El resultado es una historia más poderosa de lo que podían imaginar”, explica.
Las ramas de este extraño árbol genealógico se entrecruzan durante casi dos horas y media, un tiempo en el que Julio Medem pulula por la geografía española, desde la costa catalana, hasta Andalucía pasando por el País Vasco, su País Vasco pintado con los colores del otoño. Bucea también por la Historia de los Niños de la Guerra, aquellos que huyendo de la contienda española fueron enviados solos a Rusia, y por la dehesa, el cortijo y la idiosincrasia andaluza. Quizá sea esta la parte que le cojee más puesto que en ella abundan los tópicos y rezuma cierta falsedad. Nawja Nimri, Daniel Grao, Joaquín Furriel, Luisa Gavasa, Emilio Gutiérrez Caba, Patricia López Arnaiz, Ángela Molina y Josep María Pou completan el reparto de El árbol de la sangre, el culebrón familiar en el que Medem mantiene su particular mirada.
Julio Medem ha defendido siempre que el inconsciente es la base de todas sus películas. En el caso de El árbol de la sangre la historia surgió de una imagen, la misma que provoca el desenlace de la historia de los Santolaya, los Bellmunt y los Mendoza. “Una campa abstracta, en la que hay vacas que bajan del norte corriendo y toros que suben desde el sur. Y alrededor hay dos carreteras con coches con familias dentro”. Al igual que sus protagonistas, El árbol de la sangre se aleja de la política. Traza un amplio
mapa social y cultural de España en la que, aunque se pueden adivinar las ideologías, no importa. “Él es catalán, ella es sevillana, pero no son una representación de nada”.
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