En el año 2017, Mariano García, periodista de El Heraldo de Aragón, publicó un libro titulado Marcelino, el mejor payaso del mundo, en el que narraba la vida de un payaso nacido en Jaca a finales del siglo XIX y que había sido calificado como el mejor del mundo. Sin embargo, la memoria de este personaje quedó en el olvido tras su muerte. "Si hubiera hecho cine, habría pasado a la historia como hicieron Buster Keaton y Charles Chaplin", cuenta a El Independiente el humorista Pepe Viyuela, quien ahora da vida a este payaso llamado Marcelino en un documental que lleva el mismo nombre. Ya antes de que se perdiera su historia con el paso del tiempo, Marcelino conoció el sabor de la derrota. "Desapareció del mapa, como si no hubiera hecho nada antes de suicidarse a los 54 años. Los escombros de la historia cayeron sobre él", subraya Viyuela.
La historia de Marcelino habría desaparecido para siempre de no ser por la labor del periodista del diario zaragozano y el deseo de recuperarle, a través del cine, del responsable del documental homónimo, el director Germán Roda. En Marcelino, el mejor payaso del mundo, se presenta el humilde origen de este payaso, sigue con el éxito que alcanza y concluye con el peor de los fracasos que hace que se suicide. "Era el mejor payaso del mundo y ahora no queda nada de él, salvo este documental y el libro de Mariano García", puntualiza el actor.
El director ha contado a este periódico cómo le fascina la historia de este profesional del mundo del espectáculo quien "llegó a lo más alto" y "se convirtió en el mejor payaso del mundo durante quince años" y del que prácticamente no se sabe nada. Además de su carrera profesional, se ha interesado por su vida personal, puesto que Marcelino era un hombre que lograba hacer reír a la gente, pero que fuera del escenario estaba rodeado de "oscuridad". "Tenía muchas sombras y eso lo hacía interesante. En este documental se cuenta el ascenso y la caída, el crepúsculo de los dioses, es decir, incluye todos los ingredientes para contar una buena historia", indica Roda.
Al no conservarse mucho más que algunas fotografías y carteles del payaso, Pepe Viyuela ha tenido que interpretar a su personaje a base de imaginación, por lo que "nadie podría decirme que lo estaba haciendo mal, puesto que nadie que esté vivo sabe cómo era". El actor confiesa que habría sido más difícil dar vida a Charles Chaplin, puesto que disponemos de múltiples ejemplos de cómo trabajaba gracias a sus películas, y por tanto es más complicado estar a su altura. Con esta interpretación de cómo habría trabajado Marcelino que puede verse en el documental, sus creadores pretenden homenajear a un verdadero fenómeno que atrajo a las masas cuando aún no había Internet. "Era un fuera de serie", sostiene Viyuela.
Además de la actuación de Pepe Viyuela, el documental incluye algunos recortes y titulares de la época que alababan a Marcelino no solo por su trabajo como payaso, sino como acróbata. El público veía a un tipo que les hacía reír y que luego era capaz de efectuar saltos mortales. "Unos eran muy buenos payasos, pero no eran acróbatas, y viceversa", explica Roda. Su fama siguió creciendo cuando comenzó a actuar en el Hypodrome de Nueva York, momento en que nació el adjetivo marcelinear, que consistía en incordiar y entorpecer a trabajadores mientras hacían sus tareas. "Él fingía ser un torpe y armaba un gran follón", cuenta el director.
Además del público que acudía religiosamente cada noche a ver el espectáculo de Marcelino, este consiguió atrapar las miradas de los jóvenes Buster Keaton y Charles Chaplin, que estaban en el inicio de sus respectivas carreras. El primero confesó en una ocasión que el español "era el mejor payaso que había visto sobre un escenario", señala Roda. En cuanto a Chaplin, el inglés ya había coincidido con Marcelino en Londres cuando era niño y copió el vestuario del payaso, algo que no es de extrañar, puesto que "estuvieron en la misma época y en el mismo sitio cuando Marcelino era el número 1 en la capital británica". Esto evidencia que este olvidado payaso tuvo una influencia muy importante en dos artistas que sí conocemos a día de hoy.
Un payaso al que también ha influido Marcelino es nuestro entrevistado, Pepe Viyuela, quien reconoce haber descubierto que todos los de su profesión comparten un "código genético" que se remonta a la Antigüedad. Señala que ya desde la época de los romanos y los griegos, hasta la actualidad, el humor es un lenguaje "universal, atemporal y transversal" que hace que nos riamos de las mismas cosas. "El tropezón funciona en cualquier cultura, y siempre se va a reír un niño o un adulto", asegura. Los payasos buscan generar carcajadas en su público independientemente de su sexo, idioma o nacionalidad. "Chaplin dice que Marcelino fue uno de sus maestros, y yo considero tanto a Chaplin como a Keaton mentores, aunque no les conociera".
La caída de un dios
Marcelino se enroló muy pronto en el circo, con seis o siete años. Al no tener familia ni amigos, llevaba una vida "muy solitaria" fuera del escenario. La falta de personas que pudieran aconsejarle en su toma de decisiones le llevó a coincidir con gente "que se aprovechó de una persona que tenía muy poca cultura". Pese a ser el payaso mejor pagado del mundo, se rodeó de gente que le "desplumó". Y es que, con los beneficios que obtuvo, Marcelino montó una frutería, restaurantes, alquiló casas... "Se metió en varios negocios y todos fueron un desastre", destaca el director. En definitiva, llegó a ganar muchísimo dinero, pero lo perdió todo, hasta el punto de "morir con seis dólares en el bolsillo".
El documental refleja muy bien lo difícil que es obtener información sobre Marcelino, tanto después de su muerte como en vida, puesto que "intentó borrar sus huellas", confiesa el director. Pasó a apellidarse Martini, como la familia con la que actuaba en el circo cuando era pequeño. Además, comenzó a usar su segundo nombre, Isidro. Aunque nosotros ahora nos refiramos a él como Marcelino, tanto en Londres como en Nueva York le conocían como Marceline. De hecho, "Chaplin habla de un payaso francés". Al no saber que era español, los medios de aquí "no se interesaron por él". Que no tuviera descendencia y que no dejara pristas sobre su vida ha provocado que llegara "muy poca información a nuestros días".
Además de desenterrar la historia de este payaso que inspiró a Chaplin y Keaton, con el documental Marcelino, el mejor payaso del mundo, se pretende hacernos reflexionar sobre si "estamos capacitados para adaptarnos a todo lo que estamos viviendo. Tengo una edad similar a la de Marcelino cuando murió, y a veces me veo saturado por las redes sociales, siento que he perdido el tren", expone Pepe Viyuela. La de Marcelino es la vida de alguien sobrepasado por las circunstancias que le rodean. Él vivía del espectáculo en directo y creyó que el cine iba a ser algo pasajero. Sin embargo, se convierte en lo que "acabó con su carrera".
"Seguramente nos esté pasando lo mismo ahora con la pandemia. Nos tenemos que adaptar a cambios como el teletrabajo. No vemos casi a la gente, llevamos mascarillas y casi ni nos reconocemos, nos vemos en pantallas... es distópico", señala Viyuela. Para él el cine "sería eso", porque le ponían una cámara que no le permitía saber a quién se dirigía. Aun así, sí que ha habido una forma de que Marcelino y el cine hayan llegado a un "acuerdo", y ha sido a través de este documental que ya se puede ver en algunos cines de España.
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