Entre el cartel de Schweppes que mitificó en El día de la bestia (1995) y el de 30 monedas que ocupa su lado opuesto en la Gran Vía, la vida y trayectoria cinéfila de Álex de la Iglesia pasa por la arteria principal de la urbe madrileña. Enfrentados, cara a cara, pero sin estorbarse.
30 monedas es una oda al universo fantástico-ficticio que el director ha ido conformando película tras película, un proyecto que ha considerado como «una libertad», pues ha contado con la «oportunidad de tener tiempo para desarrollarlo y hacer que los personajes crezcan», cuenta a El Independiente con motivo del estreno de la nueva serie de HBO que él mismo ha dirigido.
Judas permitió que la humanidad le humillara para convertirse en una pieza clave del destino de Cristo
En un pequeño pueblo de Segovia, fenómenos paranormales comenzarán a atormentar a sus habitantes en un caso que involucrará hasta a la misma Santa Sede y en el que fuerzas opuestas combatirán por hacerse con el orden mundial: la búsqueda de la última de las 30 monedas por la que Judas traicionó a Jesús y que alberga un poder tan peligroso como desconocido.
Para darle jugo a la salsa audiovisual, Álex de la Iglesia introduce a Judas «como el mayor de los santos, porque permitió que la humanidad le humillara para convertirse en una pieza clave del destino de Cristo». Aunque es considerado como el traidor por antonomasia, el director considera que «el mal no es malo, es necesario para la historia de Dios, y eso trastoca la mente del protagonista y del espectador».
Hacer cine es contar historias, pero «las narraciones son mucho más jugosas en una serie», comenta el director, que considera que quizá la ficción no tenga la fuerza de un relato de hora y media. «Una película es un puñetazo, pero hay que acertar», admite.
La pandemia ha noqueado, a golpe limpio, a las salas de cine y ha acelerado un proceso de transformación en el que los estrenos escasean y las palomitas han quedado rezagadas al fondo de la fila. Para Álex de la Iglesia, «el cine va a seguir existiendo, no creo en los fatalistas que dicen que va a desaparecer, va a cambiar y tiene que encontrar su público y oferta». Para que lo anterior acontezca, propone que éstos se especialicen y no se dediquen «exclusivamente a proyectar una película».
Hacer cine es contar historias, pero las narraciones son mucho más jugosas en una serie
Conciertos, espectáculos, eventos, «las proyecciones tienen que ser enormes, estupendas, tiene que merecer la pena salir para ir al cine», señala. «Si los convirtiesen en ventanas para ver el resto del mundo, serían algo mágico y maravilloso» que iría más allá de «la última de los Avengers».
El mercado se está transformando, «pero desde hace 10 0 15 años, lo que hay que hacer es aprovechar esas oportunidades para coger una primera posición en el cambio», una transición que lideran por antonomasia las plataformas de streaming: lo que el Real Madrid es al Barcelona, y viceversa, en el equivalente del mundo audiovisual. Una opinión que Álex de la Iglesia rechaza, pues «no se tienen por qué ver como un enemigo de la exhibición, eso es algo muy rancio y muy antiguo. Al contrario, las plataformas en este momento están intentado ayudar al cine», apunta.
Para el cineasta, la existencia de más ventanas y canales ha permitido que se genere una mayor oferta a la hora de llevar a cabo determinados proyectos audiovisuales. «En este momento hay mucho trabajo, tenemos la oportunidad de poder elegir y eso es formidable para la industria y los espectadores», destaca. Dicen que donde caben dos, caben tres, por eso, donde antes solo existían las salas y las distribuidoras, ahora también aparece en escena el streaming.
Álex de la Iglesia señala que, las más de ocho horas que conforman su primera ficción, se oponen a la rigidez del largometraje, pues «en una película hay que ser mucho más esquemático y conviene que las acciones expliquen a los personajes», una tarea que resulta «francamente difícil» de llevar a cabo en un filme de apenas 100 secuencias.
Tienes que creerte a muerte lo que estás contando y yo me creo a muerte este tema
Sin embargo, en una serie «puedes dibujar un fresco con muchísima más fuerza y tienes la capacidad de ver cómo crece el arco narrativo del personaje». Con 30 monedas no solo ha podido dar más color a sus protagonistas, sino también «contar lo que ocurrió antes de lo que está ocurriendo e insinuar lo que va a acontecer», admite el director.
Sus monedas es una narración del bien y el mal, de los miedos, de la dualidad vital y del reflejo opuesto a la luz. Todo ello relacionado con el dogma católico, que presenta una realidad paralela en la interpretación de lo positivo y negativo. «Tienes que creerte a muerte lo que estás contando y yo me creo a muerte este tema», admite el director, que estudió Filosofía y que apunta haber «tenido muy presente la religión» en su educación.
«En este momento estamos muy cercanos a la muerte debido a la tragedia de la pandemia», una situación que le ha brindado la oportunidad de replantearse ciertas ideas: «Las cosas están construidas sobre conceptos sólidos que todos los días se resquebrajan. Quizá necesitamos un reseteado, que alguien nos eduque de otra manera para encontrar una solución a esas preguntas que surgen en 30 monedas, pero también todos los días» admite, «sobre todo por la noche», puntualiza irónico. «Hemos tenido tantas ganas de jugar al Monopoly, que se nos ha olvidado cómo jugar al Monopoly».
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