"El disparador fue un libro del siglo XIX que presentaba a la supuesta bruja como una mujer rebelde, reprimida por el poder central y clerical, y la esgrimía como una figura revolucionaria", afirma a El Independiente Pablo Agüero. Llamando desde Francia, el argentino sigue sin creer que el Akelarre que lidera Amaia Aberasturi opte a nueve nominaciones en los Goya, que se celebran este sábado en Málaga.
"No me lo esperaba porque me da la impresión de que, cuando vota una gran cantidad de gente, se tiende a elecciones más consensuales. Akelarre es una película transgresora en su forma y su contenido. La hice asumiendo ese riesgo sin expectativas", explica el director. Nominada en las categorías de Mejor actriz revelación (Amaia Aberasturi), Mejor dirección de producción, Mejor dirección de fotografía o Mejores efectos especiales, Agüero considera "una gran sopresa todo el reconocimiento que ha tenido".
"Concibo el cine como una atracción colectiva y eso está muy presente en Akelarre: el vestuario, la música, el decorado, la fotografía... todo ha sido una búsqueda artística particular, no solo una creación mía. La multiplicidad de los Goya es un reconocimiento a ese trabajo colectivo", relata.
País Vasco, 1609. La Inquisición sigue dando sus últimos latigazos y el Rey ordena purificar la región, acusando a unas jóvenes de brujería. Con el objetivo de que confiesen todo lo que conocen acerca del aquelarre, éstas terminan creando una ceremonia mágica en la que pretenden invocar al Diablo. El largometraje de Pablo Agüero se convierte, así, en una reivindicación de la perspectiva femenina en dicha figura mística.
"Todo lo que había visto en televisión y en el cine con respecto a la caza de brujas reproduce el discurso del inquisidor, entonces tuve la necesidad de hacer una película sobre la caza de brujas donde no haya brujas", explica el cineasta. De esa indignación provocada por la inexistencia de voces diversas en el relato de la Inquisición, Agüero estuvo diez años investigando, leyendo y conectado con historiadores para darle un giro de 180 grados a la narración.
"La caza de brujas sucedió en toda Europa y América, pero la historia más excepcional y maravillosa que encontré es la de este juez, cuyo libro es digno de Shakespeare y que decía que el mundo es un teatro donde el Diablo interpreta todos los personajes". De dicha obra del siglo XIX que, afirma, fue prohibida durante más de cincuenta años, se inspiró para dar forma a su Akelarre situado en el País Vasco, un pueblo "que tiene una particularidad, y es que fue uno de los que más resistió a esta represión, pues lograron hacer sobrevivir a su idioma".
Todo lo que había visto en el cine con respecto a la Inquisión reproduce el discurso del inquisidor, tuve la necesidad de hacer una película sobre la caza de brujas donde no haya brujas
PABLO AGÜERO, DIRECTOR DE AKELARRE
Una ficción sin esoterismos
Akelarre sorprende en su misticismo y secretismo a la hora de desvelar los elementos mágicos que la componen. La audiencia no puede parar de preguntarse si las niñas son en verdad brujas o no, y ahí está la clave y la "reivindicación" del largometraje de Agüero. "Fue un acto de resistencia mantener ese enfoque, porque a lo largo de la búsqueda del financiamiento tuve presiones para introducir un elemento fantástisco que pudiera satisfacer al público más comercial, pero si hago eso, estoy haciendo lo contrario de lo que pienso, estoy haciendo todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre las brujas en el resto de películas o libros", indica.
El cineasta quiso poner el enfoque en la idea de "cómo se fabrica la figura de la bruja". "En las películas de época casi nunca vemos a la gente del pueblo, solo a aristócratras, clérigos o soldados. Esa es la singularidad de Akelarre: mostrar a gente del pueblo, a mujeres y a cómo las obligan a ser brujas", relata.
La mirada contemporánea que Agüero ha inyectado en su filme ha provocado que haya tenido que justificar su enfoque. "No digo que no sea fidedigna, sino que la versión de las otras películas no lo es, ninguna versión que conocemos lo es, porque no existen filmaciones del siglo XVII, existen cuadros y libros, pero éstos no muestran cómo se movía la gente", indica.
"Es como si de nuestra época solo sobrevivieran los anuncios y la tele, y alguien que hace una película sobre nuestra civilización cree que todos eran así. Eso es lo que ocurre en la mayoría de las películas, hacen actuar a los personajes como en los cuadros de la época, pero son versiones estilizadas de la realidad", continúa explicando el cineasta para concluir que no tenemos referencias de cómo hablaba o se movía la gente en el siglo XVII. "Cada película toma como referencia la cinta anterior y se van copiando clichés que no tienen veracidad histórica".
Akelarre apuesta por la frescura y naturalidad de imaginar que unas chicas de esa época pueden ser tan espontáneas como lo son hoy, no tenían por qué ser más rígidas
PABLO AGÜERO, DIRECTOR DE AKELARRE
Aunque el argentino afirma que Akelarre no cuenta con "rigor histórico", considera que ninguna cinta lo tiene, por ello decidió "romper con la tradición" y dar a su filme "la frescura y naturalidad de imaginar que unas chicas de esa época pueden ser tan espontáneas como lo son hoy, no tenían por qué ser más rígidas". Otro de los argumentos que el creador ha tenido que defender hace referencia a la forma en la que se han rodado ciertas escenas del largometraje.
"Me dicen que parece raro que la cámara en mano se mueva tanto para una película de época, y no tiene ningún sentido ese comentario, porque en aquella época no había ni cámaras ni trípode. Eso muestra que las imágenes que tenemos de épocas pasadas son clichés, no tienen base real", se reafirma Agüero.
Para el director, que el largometraje se haya estrenado en plena pandemia supone, en sí, "un acto de resistencia" por parte de los distribuidores, algo que también ha querido transmitir en Akelarre; que "resuena con ciertas cosas que pasan hoy en día, pues los inquisidores han educado por medio del terror y eso se puede encontrar en la actualidad".
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