"No es humano, es como un trozo de hierro", espeta a su entrenador un ensangrentado Ivan Drago en pleno combate moscovita. Rocky IV se estrenaba en 1985, seis años antes de que la Unión Soviética se disolviera y pusiera fin a una longeva Guerra Fría. La cuarta cinta de la saga del boxeador más carismático de Filadelfia contaba con todos los alicientes del blockbuster político en el que se convertiría más adelante: dos entes opuestos que luchan por la victoria, boxeo, emoción, música de Survivor y una moraleja adaptada a su contexto sociopolítico; Estados Unidos era la potencia sobre la que posar las aspiraciones de futuro y progreso.
Rocky Balboa viajó a Moscú para enfrentarse a la imagen que los estadounidenses tenían, o querían tener, de los atletas soviéticos: una mezcla robótica de dopaje que se nutría de máquinas estrambóticas que medían cada uno de sus movimientos. Oriente contra Occidente. El toro siberiano contra el potro italiano. Bien y mal. Comunismo y capitalismo. Rocky IV trazó la línea de un telón de acero que también lanzaba sus cohetes desde la gran pantalla. Propaganda de Oscar.
Más allá del éxito que el filme tuvo, alzándose como la entrega más taquillera hasta la fecha (1985) de Rocky, Sylvester Stallone demostró que su ímpetu por meterse de lleno en el papel terminaría pasándole factura. El actor quería que el combate con Dolph Lundgren (Drago) fuera lo más verídico posible, y pidió al actor que interpretaba a su rival en el cuadrilátero que le asestara varios puñetazos reales para dotar a la escena de realismo.
"Solo trata de noquearme". "Golpéame lo más fuerte que puedas", repetía un Stallone pleno de confianza. El americano quería que la fluidez marcara el ritmo en la grabación, por lo que recomendó a Lundgren que se olvidara de coreografías previas y que improvisara en combate. "Sal ahí e intenta marcarme el ritmo", le dijo. Durante el primer minuto de la pelea, el intérprete que da vida a Balboa dejó vía libre a los golpes del sueco, algo de lo que acabaría arrepintiéndose.
El 'uppercut' de UCI
Una "fuerza monstruosa" curtida a base de esfuerzo. "Como vuestro Popeye, come espinacas todos los días", recitaban en la película para hablar del poder sobrehumano de Drago. De complexión física envidiable, Stallone no titubeó -aunque sí dudó por su altura- a la hora de darle el rol de boxeador soviético que cambiaría su carrera. Lundgren adquirió así una planta de tío duro capaz de asestar cualquier golpe, ya fuese fuera o dentro de la pantalla.
Tras el freestyle del combate cinematográfico entre el sueco y Stallone, el americano alegó sentirse bien, confirmando que su idea de improvisar la escena había dado sus frutos. Sin embargo, el actor empezó a encontrarse mal por la noche. El uppercut (golpe de boxeo) que Lundgren se sacó de la chistera alcanzó las costillas de Stallone y le golpeó el corazón contra la caja torácica.
Supe que estaba en problemas cuando las monjas me recibieron en la UCI"
SYLVESTER STALLONE, TRAS EL INCIDENTE
Lo siguiente que recuerda Stallone tras el golpe "es que estaba en un avión de baja altitud para ir a la sala de emergencias, donde acabé en cuidados intensivos durante cuatro días con un montón de monjas a mi alrededor". A pesar de la gravedad del asunto, sobre todo al considerar que el impacto del uppercut simuló a un "choque frontal" de cualquier índole según el análisis médico, el americano tiró de humor para sobrellevar el incidente. "Dolph Lundgren me llevó al hospital durante nueve días", apostilló después.
Lundgren, especialista en kárate y con un cuerpo idéntico al de los Action Man que copaban las estanterías de las tiendas de juguetes hace unas décadas, intentó quitarle hierro al asunto alegando que su único cometido fue "obeceder órdenes". "Él era el jefe. Hice lo que me dijo. Volvimos a Los Ángeles y el productor me dijo: 'Oye Dolph, tienes dos semanas libres: Sly está en el hospital'".
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