Pese a que las producciones alternativas se van abriendo paso gracias a la diversificación de los festivales de cine y a las redes sociales, nadie escapa todavía a la hegemonía cultural de Hollywood. Todos hemos crecido viendo desde las pantallas la cotidianidad propia de los Estados Unidos por series como El príncipe de Bel Air, Sensación de vivir o películas del estilo de Los Goonies.
Esto hace que asimilemos conceptos que a priori no estaban arraigados en la cultura europea y española, un fenómeno ante el que hay dos opciones: estandarizarlos como ha ocurrido, por ejemplo, con muchos elementos de nuestras cocinas; o romantizarlos y anhelarlos para siempre, como pasa con las prom nights o los camiones de los helados que se pasean por vecindarios como el de Los Simpson.
Pero si hay un elemento visible hasta la saciedad en las películas estadounidenses, sobre todo en las juveniles, son los institutos. Esto empieza con esas taquillas personalizadas que enmarcan escenas de primeros besos furtivos u otros planos que ayudan a discernir cuando un personaje es popular, impopular o ninguna de las dos.
Las taquillas están entre esas herramientas que comenzaron a instalarse hace unos años en los centros educativos españoles para jolgorio de las espaldas de los jóvenes, algo que, como todo, tiene su representación en ficciones como Élite, cuya séptima temporada verá la luz el 20 de octubre.
Otros elementos imprescindibles en todo instituto de una creación audiovisual hollywoodiense que se precie son los profesores de literatura extremadamente implicados en el bienestar de sus alumnos, una relevancia mucho mayor del deporte que en los centros educativos españoles y el consecuente selecto grupo de las animadoras, destacando, por ejemplo, las de la serie Riverdale o, retrocediendo en el tiempo hasta 1994, las del largometraje Muerte de una animadora.
Pero si hay algo omnipresente en todas las películas y series y que de hecho suele ser decisivo en sus tramas son los bailes de graduación. A ellos hay que acudir con pareja y, con suerte, te puedes convertir en el rey o en la reina de la fiesta, una tradición que de momento no ha llegado a la mayoría de institutos españoles.
Precisamente elegir al compañero de baile es uno de los desencadenantes que más desencuentros ocasionan en los dramas adolescentes, así como que se eche alcohol en el ponche o que desaparezca uno de los invitados, todo ello rodeado de los vestidos pomposos como en Napoleon Dynamite, atrevidos outfits como el de Alexa Demie en la prom night de Euphoria o bailes virales, como el de Jenna Ortega en Miércoles.
Cherry pie y cocinas americanas
Cuando los alumnos de institutos como el East High de Salt Lake City de High School Musical llegan a sus casas, obligatoriamente de varias plantas y con un cuidado jardín, encuentran cocinas abiertas y amplias neveras de dos puertas, otros dos elementos que sí se han normalizado en España, donde no hace tanto parecía impensable unir las zonas de recreo y cocinado si no era por un problema de espacio.
¿Y sobre la encimera? Un pastel de carne humeante o meat loaf, así como un pie de cereza, que es como se llama a esos postres con hojaldre en forma de cuadrícula que parecen obligatorias en los fogones de las películas estadounidenses.
También es imprescindible un sandwich de mermelada y mantequilla de cacahuete, un producto que hace años se encontraba en las tiendas especializadas en comida estadounidense pero que se ha popularizado casi tanto como la crema de cacao gracias al auge de la vida saludable, aunque cuenta con fanáticos y detractores a partes iguales.
Y con respecto a los restos del festín, en lugar de tirarlos al contenedor correspondiente, se depositan en un triturador de basura que, además de agilizar la limpieza, también ha causado algún susto en el cine… y si no que se lo digan a una de las víctimas de Michael Myers en Halloween H20:
Para terminar el día, las opciones son diversas, aunque hay unas especialmente estereotípicas. Una de ellas son las hogueras en torno a las que unos malvaviscos se derriten y estiran mientras los comensales cuentan historias misteriosas, hablan de sus pasados o cantan canciones, como parodia Ryan Gosling en Barbie.
Los más fiesteros pueden ir a una fiesta clandestina en una enorme casa con piscina y vasos rojos. Y, para los menos campestres, está la posibilidad de ir a un autocine o a un diner ambientado en los cincuenta, dos elementos que sí se han hecho su sitio en España, pues son muchas las opciones para sentirse como cuando Sandy Olsson y Danny Zuko ven una película en Grease.
Y en el diner, que se puede ver por ejemplo en American Graffiti o en Twin Peaks, degustar lo de siempre: batidos enormes, hamburguesas con patatas o una montaña de tortitas esponjosas con sirope, otros platos popularizados por las películas y series de Hollywood.
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