Una anécdota le hizo darse cuenta de que no sabía nada de la comunidad china con la que convivía desde siempre y de que se aproximaba a los inmigrantes con un enfoque paternalista y occidental. Entonces, decidió cambiar este aspecto de su vida y, tras años de investigación y colaboración con asociaciones como Liwai y Cangrejo Pro, Arantxa Echevarria presenta lo aprendido en Chinas.
La película es una invitación a reflexionar sobre el racismo, la identidad y la complejidad de crecer en una familia en la que confluyen dos culturas tan distintas como la china y la española. Disponible en cines desde este viernes 6 de octubre, la emotiva película alterna escenas explícitas de discriminación y abusos con la inocencia de unas niñas que sueñan con tener la vida de la otra mientras se exploran y se preguntan con cariño.
Antes de su estreno, el público del Festival Internacional de Cine de San Sebastián pudo verla. "Fue divertido y muy bonito. Los del sector sabemos de qué va, pero como la mayoría del reparto no son actores de profesión, estaban nerviosos por saber que les maquillarían, agobiados por elegir la ropa y por las entrevistas, pensaban que hacer una alfombra roja era, literalmente, colocarla en el suelo… se han estrenado en el que para mí es el mejor festival del mundo", relata la directora de cine a El Independiente, ilusionada.
Esa apuesta por un casting neófito a la que Echevarria ya ha recurrido en otras ocasiones es una de las claves para la emotividad de la película, pero también la culpable de que el proceso de selección fuese especialmente largo. Tras escribir el guion y tener el beneplácito de las asociaciones anteriormente citadas para no caer en estereotipos ni microrracismos; la directora buscó en la ciudadanía china a personas cuya historia real fuese lo más cercana posible a la de los personajes que había creado.
"Encontrar a las personas es complicado. Tenían que ser especiales. Por ejemplo, Xinyi Ye era una adolescente que tuvo problemas con su familia y, harta de trabajar en el bar de sus padres, de hacer de traductora, de ir al colegio con sus hermanos pequeños... se marchó de casa".
Por su parte, Xinyi, muy feliz con su debut en el cine, nos cuenta que llegó a la película mediante la aplicación WeChat por obligarse a hacer algo y vencer su timidez. A diferencia de su personaje en Chinas, en la vida real es ella quien ha vivido prácticamente toda su vida en España, mientras que sus hermanos pequeños vinieron con diez años, teniéndolo mucho más difícil.
"Mi personaje no se siente ni china ni española: pasa el día en un instituto español, pero cuando vuelve a casa tiene unos padres reticentes a que traiga costumbres españolas. Se pregunta quién es y qué tiene que hacer, y por ello discute continuamente con sus padres. Esto refleja a muchas familias chinas, yo también cuidaba de mis hermanos, hacía todas las gestiones de mis padres y ellos no me dejaban salir, porque no conocían el mundo exterior al estar siempre trabajando, les daba miedo. Mis hermanos tenían rabietas sobre por qué les habían traído sin su permiso y por qué, años antes, les dejaron tirados allí. Hay mucho dolor por ambas partes", recuerda.
Dos posturas ante una adopción
Tras su debut, la joven ha empezado a formarse en actuación. Distinto es el caso de Pablo Molinero y Leonor Watling, la parte con más experiencia en el ámbito interpretativo del casting. "Interpretan las dos posturas ante una adopción y los problemas de adaptación de la niña. Para el personaje de mi marido, Xiang es española; para el mío, es china, por lo que lucha para que preserve su cultura".
La también cantante espera que la película sirva, además de "para entretener a la gente", "para que la comunidad china se sienta más representada y con derecho a ser escuchada". Chinas me ha abierto una puerta a un mundo que estaba al lado, pero que no lo había visto", añade.
En la película aparece también Carolina Yuste, imprescindible en la obra de Arantxa, pues aparece también en Carmen y Lola y protagonizará La infiltrada. En este caso, la pacense interpreta al alter ego de la propia directora en la escena que desencadenó esta película: cuando le compró a la niña pequeña a la que solía ver en su bazar habitual la muñeca Monster High, como si de una reina maga se tratase.
Sin embargo, poco después de dejar la muñeca en la puerta de la tienda, despertó sobresaltada, se dio cuenta de que estaba actuando con paternalismo y acudió corriendo para enmendar el que de pronto le parecía un error.
"Dejé el regalo en las verjas de la tienda, me fui a dormir sintiéndome una excelente persona y me desperté a las 03:00 AM, pensando que me estaba entrometiendo en otra cultura y en la relación entre una madre y su hija. Bajé corriendo a coger la muñeca, en pijama, y no pude. Por la vergüenza, dejé de ir al bazar y nunca supe si la niña llegó a recibir la muñeca. ¡Ojalá, a raíz de la película, aten cabos y lo entiendan todo!", narra, entre risas.
Volviendo a los actores noveles, Arantxa explica que, tras publicar un anuncio en WeChat, terminó entrevistando a unas 1.800 personas. "Además de compartir historia con el personaje, tenían que hacerlo bien. Estuve ocho meses viendo a gente. Les enseñaba un texto, hablaba hora y media con cada uno para saber si tenían dentro lo que buscaba… y luego jugábamos a improvisar con una cámara delante".
Mención especial merecen las niñas, que dan pie a muchas de las escenas más dulces y divertidas que despejan al espectador tras otras de abusos sexuales o robos con violencia o duras emocionalmente. Otro de los personajes más decisivos en la trama es el de la abnegada madre de Lucía y Claudia, que ni en la realidad ni en la película se defiende en castellano, lo que hace que dependa de sus hijas, cansadas de la responsabilidad y del contraste con muchas de las familias que conocen.
"No me imagino a otra mujer para darle vida. Yeju Ji dejó un hijo en China que volvió con seis años y se lo echa en cara continuamente", apunta. Cuenta que rodaban de una manera muy orgánica, sin claqueta y simulando que eran meros ensayos, algo que daba pie a que los intérpretes improvisaran y que, a veces, "ocurriera la magia".
Contar con actores no profesionales implica también que, en algunos casos, la película no fuese una prioridad entre sus quehaceres. Así, Arantxa explica cómo el actor que interpreta al padre de Claudia y Lucía solo podía rodar los miércoles de 15:00 horas a 18:00 horas de la tarde, que es cuando estaba libre de sus dos trabajos. Además, estaba intranquilo porque poco tiempo antes del rodaje, que acabó en agosto de 2022, habían robado con un arma blanca a su mujer.
"¿Si tú no regateas cuando vas a otras tiendas, por qué lo haces cuando vas a un bazar? ¿Por qué les dices a los dependientes que sus productos no son de calidad? Tenemos un morro increíble, había que hacer una limpieza", reflexiona Echevarria. Con el fin de asegurarse de que no había caído en estereotipos en la película, la directora ofreció un pase con el reparto para la comunidad china.
Expone que tenía previsto un coloquio posterior, pero que finalmente ella no llegó a intervenir en el mismo, pues fue el propio público el que tomó la palabra para compartir que acababan de ver sus propias historias en pantalla grande.
"Recibí muchas críticas por no entrar en la comunidad gitana al hacer Carmen y Lola, pero decidí empoderarme como directora y hacer Chinas. Al terminar la proyección, alguien me dijo que, aunque la idea era hacer una película para occidentales sobre la comunidad china, había creado algo para abrir una conversación entre generaciones de migrantes, y yo con eso me quedo muy tranquila y más feliz que una perdiz", concluye.
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