Un día, al salir del instituto, vio un rodaje en la calle. Se quedó embelesado observando elementos como las grúas, sintió que quería dedicarse a ello y se puso manos a la obra, buscando castings al regresar de clase. Los resultados llegaron poco después, a los 14 años, cuando formó parte de una de las series más existosas de España, El Príncipe (Telecinco).
Desde entonces, el joven que vive en Madrid ha ido compaginando sus trabajos en la interpretación con la creación de contenidos en redes sociales —rechaza el término influencer, según cuenta a El Independiente—. Y no le ha ido nada mal. En la actualidad, Hamza Zaidi, que nació en Marruecos pero vive desde los dos años en Madrid, acumula 2,3 millones de seguidores en TikTok con sus vídeos de humor.
Además, el próximo 1 de diciembre estrena Ocho apellidos marroquís, el regreso a la gran pantalla de la exitosa saga del cine español. En ella, Carmen (Elena Irureta) quiere cumplir la última voluntad de José María, su marido y patriarca de la familia: recuperar el Sardinete, el primer pesquero de su flota, anclado en un puerto marroquí.
En su viaje de Cantabria a Marruecos la acompañarán su hija Begoña (Michelle Jenner) y el exnovio de esta, Guillermo (Julián López), desesperado por recuperar su amor. Entre choques culturales descubrirán además un gran secreto de José María.
Pregunta.- ¿Por qué decidió sumarse a la película?
Respuesta.- Me llegó la propuesta al correo electrónico, hice dos castings y encajaba bastante con el personaje, que tiene que ver bastante con mi vida. El chico habla español pero vive allí, en Marruecos. Para la película era interesante, creo que el personaje enriquece mucho a la trama. Es el traductor, se junta con los protagonistas, que vienen de España, y hace de intermediario. Me encantaba cómo estaba escrito.
P.- ¿Ha podido ver la película? ¿Qué le ha parecido?
R.- Sí, pudimos verla en verano. En ella se crear un arco muy guay, porque empieza con Julián y Michelle, que vienen de Cantabria y son muy conservadores, tienen una mentalidad muy extremista y al llegar a Marruecos se ve cómo rompen sus estereotipos: se piensan que les van a robar, que todo es desierto, que todos son terroristas… poco a poco descubren cómo es Marruecos. La película tiene un toque reivindicativo al margen de que está todo el tiempo entreteniendo y haciendo reír.
P.- Las entregas anteriores de la saga rompieron récords. ¿Cree que ayudará a combatir prejuicios racistas?
R.- Sí, por supuesto. Por la manera en la que acaba. Muestra un tipo de mentalidad que realmente existe, aunque hace una caricatura. Al final descubren que somos vecinos, mucho más parecidos de lo que creíamos y que llevamos mucho tiempo conviviendo.
P.- ¿Se está abriendo el espectro de papeles para actores racializados o siguen predominando los personajes estereotípicos?
R.- Poco a poco. Tengo la suerte de ver proyectos de Francia y Estados Unidos y, en comparación, vamos por detrás, se nota que van dos generaciones de marroquís por delante. Aquí estamos empezando a tener nuestro hueco. Con 14 años, que fue cuando empecé con la primera serie, interpreté a un niño yihadista. En la siguiente, La ignorancia de la sangre, con Paz Vega y Juan Diego Botto, lo mismo, era yihadista y tenía que matar. Empecé muy fuerte con estos papeles estereotipados, y me di cuenta de que, cuando esa moda pasó, dejaron de llamarme para castings, porque ya no interesaban perfiles marroquís. Como me gustaba interpretar, empecé con las redes sociales. Pero a la vez he tenido suerte, porque me contrataron desde Netflix en El club de los lectores criminales, que es el primer slasher español creado por la plataforma. Me gustó mucho, porque mi personaje era un streamer llamado Koldo, con una vida parecida a la mía. Y es la primera vez en toda mi carrera de actor que no he hecho de un personaje marroquí como tal, simplemente era un chico vasco que no tenía nada que ver con los estereotipos que siempre nos imponen. También lo disfruté mucho porque por fin no tenía que fingir el acento, algo que me piden casi siempre pese a que llevo aquí toda la vida. Choca tener que hacer ese acento para encajar.
P.- Es un sector muy inestable.
R.- ¡Totalmente! Es difícil incluso con cualquier reconocimiento. Yo tengo un colegas que de repente se han llevado el Goya revelación y ese mismo año no ha currado. Creo que la clave de esto es que tú te busques tu hueco.
P.- ¿Cuál es su hueco?
R.- Tengo un miniequipo con Cayetana Guillén Cuervo y con Ayoub El Hilali, hemos formó ahí una energía muy guay, de hecho tenemos una SL juntos donde estamos creando proyectos, ideas que tenemos, nos gusta la inteligencia artificial, salirnos del tópico... nos reunimos siempre que podemos y escribimos. Estamos empezando con cortometrajes, para que no se nos vaya la olla, y esperando que a las productoras les interese formar equipo.
De su primer papel en El príncipe después de que Rosa Estévez como directora de casting le fichara, recuerda la impresión de ver su cara, de un día para otro, en anuncios en todas partes. En la actualidad, intenta probar proyectos nuevos y distintos entre sí, pues cree que es a lo que debe aspirar todo buen actor. Además, comenta que se tiende a encasillar a los actores de comedia, algo que no quiere que le ocurra por su contenido en redes sociales. "A Quim Gutiérrez, por ejemplo, en España solo le llaman para hacer humor, mientras que en Francia hace más dramas. Hay que tener cuidado con dónde te encasillan. Si José Mota de repente hiciese un drama, para mí sería raro, porque llevo riéndome con él toda la vida en Nochevieja", reflexiona.
P.- ¿Recuerda el momento en el que sus redes sociales explotaron?
R.- Yo seguía formándome y haciendo teatro y empecé a probar cuando Instagram habilitó los vídeos de 15 segundos, pero el que me pegó llegó mucho después. No fue hasta 2015-2016 cuando un vídeo en el que comparaba España y Marruecos se viralizó, de la noche a la mañana, aunque tampoco llegó al millón de visitas, pero sí a 10.000 cuando yo tenía unas 2.000 reproducciones diarias. Y la constancia que tuve a partir de ahí fue lo que me hizo subir... hasta que en un vídeo dije la frase "¿Quí ti pasa?" que es una frase que me hizo medio conocido, la decía con acento marroquí y a la gente le hizo mucha gracia en ese momento. Y yo lo aproveché, llegué a sacar sudaderas y gorras. Ha habido gente, como El Cejas, que se ha hecho famoso de la noche a la mañana, por un vídeo de Bad Bunny. Eso sí que es heavy, pero lo mío fue más progresivo.
"Hubo un momento en el que tenía 1 millón de seguidores, la gente me conocía… y tenía 20 euros en el banco"
hamza zaidi
P.- ¿Qué le parece lo mejor y lo peor de las redes?
R.- Cuando llegué al millón de seguidores, recuerdo que ya me conocían por la calle, pero tenía 20 euros en el banco y mis amigos solían invitarme. Antes, el número de seguidores y el dinero no era proporcional, las empresas ni siquiera invertían. Lo mejor es eso, que se puede conseguir dinero si te lo montas bien y sabes gestionarlo, algo que hace cinco años no pasaba. También te invitan a sitios, consigues status, aunque esto a veces cansa. Lo peor es la privacidad, vas a un sitio guay y no puedes estar tranquilo, todos te miran, a veces te graban...
P.- Recauda dinero para las víctimas infantiles de Gaza. ¿Cree que es deber de los creadores de contenidos utilizar su altavoz para este tipo de causas?
R.- Cada uno que haga lo que quiera. A mí me sale porque sé de dónde vienen las cosas. Lo de las últimas semanas es una desgracia increíble, pero yo apoyo a Palestina desde mucho antes. La gente con muchísimos seguidores no se mete porque les va a salpicar. Hay que tener claro lo que vas a decir, es un tema con el que hay que tener cuidado. Yo rechazo que muera gente inocente con la excusa de buscar a ciertas personas, cuando está claro que buscan dejar la zona lisa y crear un nuevo país. Tengo la recaudación porque es lo mínimo, tengo muchos seguidores musulmanes, de Oriente... nuestros abuelos también han vivido cosas así y nos sentimos identificados, pero a muchísima gente ni le toca cerca ni se va a posicionar. Tarde o temprano se enterarán por las redes de lo que está pasando, estamos siendo espectadores de un genocidio.
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