Los proyectos nunca realizados, los sueños por cumplir, los deseos insatisfechos hablan tanto o más de nosotros como el legado que dejamos. En el caso de uno de los personajes históricos más fascinantes de la historia, Napoleón Bonaparte, su ambición inconclusa fue la de doblegar a todo el continente europeo bajo la autoridad de su trono. Estuvo cerca de conseguirlo, pero su sueño se ahogó en Waterloo. El sueño de Stanley Kubrick, uno de los directores más enigmáticos de la historia del cine, fue hacer una película que indagara en la épica vida del emperador francés pero, al igual que su protagonista, este también acabó claudicando frente a su particular Waterloo.
Después de consagrarse con 2001: Una odisea en el espacio (1968) como uno de los cineastas llamados a renovar el séptimo arte, Kubrick quiso hacer realidad una idea que le venía rondando la cabeza desde 1967: llevar a Napoleón a la gran pantalla. En aquella época, no había prácticamente nadie en la industria que pudiese competir en libertad creativa y presupuestaria, todo Hollywood estaba pendiente de hacia dónde miraba la cámara de Kubrick.
Napoleón y Kubrick algo más que una obsesión
El interés del director de cine por el célebre estadista francés se convirtió en obsesión. Leyó todas las biografías en inglés que encontró, contactó con historiadores, reunió una base de datos que incluía más de 30.000 ilustraciones y fotografías con posibles localizaciones. Contrató al mayor experto de uniformes militares del mundo, John Mollo (ganador de dos premios Oscar por su trabajo en Star Wars y Gandhi), y al diseñador David Walker para que hicieran el vestuario. Desbordado por una bibliografía casi infinita, acabó contratando a 20 estudiantes de Oxford para que leyeran biografías de Napoleón y se las resumieran. Un trabajo de documentación que ha dejado, probablemente, el archivo privado más completo sobre el emperador francés. El director de fotografía, John Alcott, llegó a decir que Kubrick era capaz de saber lo que Napoleón hizo cada día de su vida. Así lo cuenta Alison Castle en el libro Stanley Kubrick's Napoleon (Taschen), donde se conserva una amplío y detallada compilación del mayor proyecto jamás llevado a cabo por el cineasta estadounidense.
El poder, el individuo, la guerra, la violencia, la ambición o el amor, son solo algunos de los temas tratados en la biografía de Napoleón que sedujeron la creatividad de Kubrick. La naturaleza humana atrapada entre la emoción y la razón, entre el bien y el mal, siempre fue una fuente de inspiración inagotable para el director de cine.
Kubrick ya sabía lo que era filmar grandes producciones épicas, pero nunca sintió Espartaco como una película enteramente propia, sino más bien como una obra de encargo. Para su Napoleón había ideado una auténtica revolución del género. De entrada, no quería extras inexpertos, y antes de empezar ya había negociado con el gobierno de Rumanía la colaboración de 50.000 soldados de sus fuerzas armadas para que filmar las batallas con un ejército de verdad. Para los interiores, pretendía que la iluminación fuese lo más fiel posible a la época, prescindiendo de luz eléctrica y utilizando la austeridad de las velas. Para hacerlo posible, encargó la NASA para conseguir las lentes especiales Zeiss, utilizadas por los astronautas del Apolo en su viaje a la luna. El Kubrick pensó en Jack Nicholson como El primero de los franceses y en Audrey Hepburn como su esposa Josephine.
El 'Waterloo' particular de Kubrick
Mientras el cineasta seguía imaginando y documentando los detalles de su gran obra, en la industria se estaba cocinando lo que a la postre significaría su peor derrota. En 1970 se estrenó Waterloo, dirigida por el ruso Sergei Bondarchuk y protagonizada por Rod Steiger, dejando una pobre recaudación que no consiguió recuperar la inversión. Las majors interpretaron aquello como un mal augurio para el proyecto de Kubrick y nadie quiso arriesgarse con el desorbitado presupuesto que pedía para su película. El sueño se esfumó en 1971 y nunca más se supo, por mucho que el cineasta conservara todo el material recopilado.
Después llegaron La naranja mecánica (1971) y Barry Lyndon (1975), donde el autor pudo desquitarse y filmar por fin su drama bélico-histórico, poniendo en práctica muchas de las innovaciones que pensó para su película fallida. La "venganza" de Kubrick ganó cuatro premios Óscar a la Mejor dirección artística, Mejor fotografía, Mejor vestuario y Mejor banda sonora.
La leyenda renace gracias a Steven Spielberg y Ridley Scott
Ahora que parece que el tema 'Napoleón' vuelve a desempolvarse con la película de Ridley Scott, hay que recordar que Steven Spielberg se propuso llevar a cabo el deseo insatisfecho de su admirado Kubrick, como ya hizo con A.I. Inteligencia Artificial (2001). De hecho, a su paso por el Festival de Berlín de este año donde recibió el premio honorífico, Spielberg confirmó que ya se está trabajando en una "gran producción" para convertir el Napoleón de Kubrick en una miniserie de siete capítulos para HBO.
Diez años lleva en su poder el guion de esta historia inédita, pero ahora parece que la presencia de otro Napoleón ha insuflado un nuevo impulso al proyecto. Lo que está por ver es cómo puede influir el éxito o el fracaso de la versión de Ridley Scott y si, una vez más, un Waterloo ajeno podría afectar a la consecución del sueño inacabado de uno de los más grandes directores de cine. Y, en el caso de que finalmente se produzca el milagro, quizá podamos llegar a descubrir una faceta desconocida de ese enigmático y genial creador que fue Stanley Kubrick.
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