Aunque parece que fue hace siglos, no hace mucho que las directoras de cine conocidas por el público se podían contar con los dedos de una mano. Entre ellas, Cecilia Bartolomé, Pilar Miró y Josefina Molina. Esta última recibió el Premio Goya de Honor en 2012 y en su discurso agradeció a CIMA —la Asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales— su lucha por visibilizar el cine hecho por mujeres.
Once años después, el escaparate parece estar cerca de ser conquistado. Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa), Alcarrás (Carla Simón) Vasil (Avelina Prat) o El agua (Elena López Riera) fueron algunas de las películas que, ya en 2022, dieron pistas de que la dirección de cine podría dejar de ser una hegemonía masculina en cuestión de poco tiempo.
En 2023, han sido muchas las directoras que han tomado ese testigo, consiguiendo lanzar sus segundas o terceras películas y de temáticas muy distintas, distanciándose de ese concepto tan antiguo que suele provocar que las directoras pongan los ojos en blanco, el del "cine de mujeres".
Así, este año Arantxa Echevarria ha hablado de racismo y amistad con Chinas; Elena Martín Gimeno sobre el despertar del deseo sexual en la infancia en la incómoda Creatura, también protagonizada por ella; Patricia Ortega del edadismo en Mamacruz; Itsaso Arana de la muerte en Las chicas están bien; Paula Ortiz de las dudas de Teresa de Jesús en Teresa; Patricia Font de memoria histórica en El maestro que prometió el mar; o Rocío Mesa, que se atreve a llevar Where the Wild Things Are a su Granada con Secaderos.
Además, varias de las películas citadas han funcionado bien en taquilla pese a su precaria distribución, algo que preocupaba, por ejemplo, a Arantxa Echevarria, tal y como contó a El Independiente a escasos días del estreno de Chinas.
Pero si este año ha sido histórico para las cineastas ha sido, porque, por primera vez, una mujer ha ganado la Concha de Oro del Festival Internacional de Cine de San Sebastián: Jaione Camborda. Y, además, con O Corno, película en gallego y portugués.
De cara al futuro, esta espera que, gracias al galardón, tenga más facilidades a la hora de conseguir financiación, algo que se traduce en más tiempo de rodaje y también para experimentar. En la misma línea, Isabel Coixet, que no es de esta última hornada de directoras sino que, como bromeó la comunicadora Sol Alonso en la apertura del festival Cine por mujeres de Madrid, pertenece a la Edad de Hierro, dijo a este medio:
"Los presupuestos que tenemos las mujeres son siempre menores. Esto me preocupa porque, si no tenemos el poder económico, no tendremos ninguna otra clase de poder. Veo que seguimos todavía en ese gueto de 'bueno, como es una película intimista, os vamos a dar poco dinero'", aseveró.
Otra tarea pendiente para la equidad en el cine son galardones como los Goya, en los que la mayoría de premiados siguen siendo varones. De hecho, en la propia Academia de Cine, solo 10 de las 33 personas que forman la Junta Directiva son mujeres. Algo similar ocurre con los puestos técnicos en los rodajes, tal y como nos contó la actriz Irene Escolar cuando presentó Las chicas están bien.
20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola, y La sociedad de la nieve, de J.A. Bayona, parten como favoritas en la 38 edición de los Goya, que se celebrará el próximo 10 de febrero en Valladolid, al haber conseguido un total de 15 y 13 nominaciones, respectivamente.
Urresola es otro de los grandes nombres del cine de 2023 gracias, además, a su primer largometraje que gira en torno a la infancia de una niña trans. Desde el photocall de los premios Forqué, contó a este periódico que la recepción de 20.000 especies de abejas había sido "un sueño" y algo "excepcional".
"Me siento muy privilegiada por la visibilidad que han conseguido los dos proyectos y por la oportunidad de estar aquí", añadió. De esta manera, si 2023 ha sido el año en el que se ha seguido dinamitando el concepto "cine de mujeres" no tanto por la variedad de películas que estas han rodado sino por el foco mediático que al fin se está poniendo en ellas; los años venideros deben ser aquellos en los que se valoren esos trabajos de igual manera que los de los hombres —y no solo en las categorías de dirección noveles— para posibilitar una financiación equitativa.
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